El bebe del millonario -
Capítulo 7
Capítulo 7:
Soltó una carcajada.
“¿Aprendiste esa defensa de mamá?”
“Sí, salí temprano. Piero me llamó, tenía una emergencia”.
Ninguno de sus padres hizo ningún comentario, lo cual era muy extraño tratándose de ellos. Su madre siempre tenía algo que decir y su padre (que no hablaba demasiado) podía comunicar bastante con una sola palabra.
“¿Todo bien con él?”, preguntó por fin su mamá.
“Algo así”.
Se limitó a decir. No sabía si podía compartir lo que él le había contado. Era su noticia para compartir.
Nerea desvió el tema antes de que su madre intentara averiguar más. Después unos cinco minutos terminó la llamada sintiéndose más tranquila.
Tomó un baño antes de irse a la cama, pero incluso estando tan cansada como estaba no pudo dormirse de inmediato. Se sentía demasiado preocupada por Piero. Tal vez sí podía irse a vivir con él durante un tiempo, al menos hasta que…
“Basta”, dijo en voz alta acomodando su almohada.
“Es una mala idea y lo sabes”.
Tardó al menos otra media hora en quedarse dormida y hasta el último momento tuvo varias discusiones internas sobre por qué no era una buena idea mudarse con Piero.
El trabajo la mantuvo lo suficientemente ocupada durante la mañana siguiente como para no pensar más en el asunto, pero en cuanto llegó la hora del almuerzo estuvo de nuevo con ello.
“¿Almorzarás aquí?”, preguntó Claudia mientras se dirigían al ascensor.
Claudia era una de las guardaespaldas que trabajaba en BSecurity y su amiga. Por lo general, se encargaba de trabajos temporales como cuidar de artistas durante sus giras. Los cantantes siempre necesitaban de vigilancia extra cuando estaban dando conciertos.
“Lo siento. Me iré temprano”.
“¿Otra vez?”
“Sí, me comprometí a ayudar a Piero con algo”.
“Intentaré no sentirme celosa por eso”, comentó su amiga con una sonrisa.
“No sabía que estaba en la ciudad”
“Llegó hace unos días”
“¿Y ya se metió en problemas?”
“Jamás dije que lo hubiera hecho”.
“Si necesita tu ayuda, seguro es porque está en algún problema. Él no puede vivir sin ti”.
“No es así”.
“Claro que sí. Recuerdas esa vez que se enfermó con gripe y decía que estaba tan mal que era hora de que hiciera su testamento”.
Nerea soltó una carcajada. Piero era bastante exagerado cuando se enfermaba.
“Por supuesto que lo recuerdo”.
“Te llamó e imploró que no lo abandonarás”.
“Puede que la fiebre o toda la medicación que ingirió tuviera algo que ver con eso”.
“También esta esa otra vez…”, continuó su amiga ignorándola.
“De acuerdo, entendí tu punto”.
Las puertas del ascensor se abrieron en ese momento.
“Tengo que irme”
“Está bien. Solo cuídate, ¿ok?”
Piero había comenzado a pensar que estaba mejorando en eso de ser padre. En los últimos tres días, Alba no había llorado tanto como antes y sentía que comenzaba a comprender sus necesidades. Claro que estaba recibiendo ayuda. Sus padres habían venido por las mañanas a echarle un vistazo y ofrecer consejos, y Nerea había cumplido con su palabra, ella había aparecido allí todas las tardes.
Sin embargo, su seguridad se evaporó esa noche. Alba se había despertado alrededor de las diez de la noche y no había dejado de llorar desde entonces.
Algo le molestaba, es solo que no tenía idea de qué.
Le había cambiado el pañal y pese a que no aun no era hora de alimentarla, le había ofrecido su leche.
Apenas había tomado un sorbo antes de continuar llorando.
El pediatra que había revisado a Alba el día anterior le había explicado que a veces ella podría mostrarse irritable y que siempre debía mantener la calma si quería que ella se tranquilizara.
Pero sabía que aquello era algo más y lo confirmó al ver algunas manchas rojas en las manos de su hija.
Marcó el número del pediatra sin importarle la hora. No pensaba esperar hasta la mañana siguiente para esperar que es lo que le sucedía a su hija. Si tenía que pagar una fortuna solo para que el hombre revisara a Alba, pues que así fuera.
El doctor le hizo algunas preguntas sobre los síntomas de Alba y luego le aseguró que estaría allí pronto. Piero habría soltado un suspiro de alivio de no ser porque su hija seguía removiéndose incómoda mientras lloraba.
“¿Quieres que llame a Nerea?”, le preguntó a su hija.
Ella me matará si se entera que estabas mal y no se lo dije.
Alba y Nerea parecían haberse acercado bastante en esos días. No le sorprendía ni un poco. Nerea era muy buena con su hija, tenía una especie de don. Sin embargo, su vínculo con su Alba era solo una excusa, Era él quien la quería allí para que le dijera que todo estaría bien. Aunque no se sentía cómodo llamándola a esas horas, ya había alterado suficiente su vida.
Así que dejó el celular a un lado para no llamarla.
Pasó unos cinco minutos y se dio por vencido.
Nerea era su mejor amiga, la persona con quien contaba en los mejores y peores momentos.
Además, si había algo de cierto en sus palabras era que ella iba a estar muy molesta si se enteraba que no le había contactado cuando Alba se puso mal.
“¿Quién es?”, preguntó Nerea con la voz somnolienta después de un par de timbrazos. Debía de haber contestado sin molestarse en ver el identificador de llamadas.
“Nerea, soy Piero. Lamento llamarte tan tarde. Se trata de Alba, está enferma.”
“Estaré allí pronto”, dijo su amiga y terminó la llamada.
El doctor fue el primero en llegar. Piero lo llevó hasta la habitación y dejó a su hija en la cama para que él pudiera evaluarla, aun cuando habría preferido mantenerla en sus brazos.
“¿Desde qué hora está así?”
“Hace un par de horas. Al principio no creí que fuera algo grave. Como le dije ayer, las noches no han sido nada fáciles”.
El doctor palpó el vientre de Alba y luego lo escuchó con su estetoscopio.
“¿Qué tiene?”, preguntó tan pronto el pareció terminar de evaluarla.
Levantó a Alba y continuó tratando de tranquilizarla.
“No es nada grave. Se le han acumulado gases en el estómago y lo que mencionaste como manchas rojas, se trata de sarpullido. ¿Cuántas veces ha hecho sus deposiciones en el día?”
“Cuatro veces”.
“Por sus síntomas, es muy probable que se trate de una reacción alérgica a la fórmula, a menos que le hayas dado algo más”.
“Solo la fórmula”.
“Entonces esa es la responsable”.
“Yo no lo sabía”, dijo sintiéndose culpable.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar