El bebe del millonario -
Capítulo 59
Capítulo 59:
La hermana de su novia se había ofrecido a ayudarlo a mantener a Nerea ocupada el resto de la tarde mientras él se encargaba de preparar todo.
Su familia y la de Nerea estaban al tanto de lo que iba a hacer ese día. Piero había hablado con los padres de Nerea unos días atrás para pedirles su bendición. Giovanni le había dado una palmada y una amenaza bastante explícita de lo que sucedería con él si algún día se atrevía a lastimar a su hija.
Mia también le había soltado algunas advertencias antes de celebrar emocionada.
“Descuida, tengo todo listo, estaba a punto de llamarte. Gracias por ayudarme”.
“¿Estás bromeando? Fue todo un placer pasar el día irritando a mi hermana”
Sacudió la cabeza. Su cuñada estaba algo loca.
“Buena suerte”, continuó ella.
“Gracias”.
Colgó el teléfono y fue hasta la sala a esperar. Se sentó en el sofá y acomodó a su hija a su lado con algunos juguetes. Su corazón empezó a latir de prisa y las palmas de sus manos comenzaron a sudar.
Metió la mano al bolsillo de su chaqueta y sacó la caja con el anillo de compromiso.
¿Y si ella decía que no?
Él estaba seguro de lo que quería. Amaba a Nerea y no tenía ninguna duda. Pero si ella no estaba lista para dar el siguiente paso. Después de todo, no llevaban tanto tiempo siendo novios, tampoco habían comenzado de la manera típica.
Quizás se había apresurado.
Sus pensamientos se detuvieron abruptamente al escuchar la puerta principal abrirse. Nerea no había tardado demasiado en llegar o es que había estado demasiado absorto para darse cuenta del tiempo que había transcurrido desde que Caterine le había llamado.
Devolvió el anillo a su bolsillo y levantó a Alba.
Tragó el nudo en su garganta y esperó.
“Lamento haber tardado tanto”, dijo Nerea desde la distancia. Alba se removió en sus brazos emocionada al escuchar su voz.
“Tranquila, cariño”, la calmó en un susurro, aunque la entendía.
No la había visto en casi todo el día.
“Sé que dije que volvería pronto, pero…”
Ella se quedó a mitad de frase al llegar a la sala y no fue la única en quedarse sin palabras.
Piero la observó de pies a cabeza embelesado. Nerea estaba usando el vestido que le había comprado y le quedaba mejor de lo que había imaginado. Ni siquiera estaba segura de cómo Caterine la había convencido de cambiarse sin darle ninguna explicación.
“¿Iremos a algún lugar?”, preguntó ella por fin.
Piero cerró la distancia que los separaba.
“No”.
“¿Entonces a qué se debe tanta elegancia?”
Piero estaba usando un esmoquin y Alba vestía un vestido que combinaba con el de Nerea.
Se inclinó hacia ella y le dio un suave beso en los labios.
“Te ves hermosa”.
Alba reclamó su atención y exigió pasar a brazos de Nerea. Ella todavía se veía confundida, pero no dudo en cargar a su hija y darle un beso en la mejilla.
Piero la tomó de la mano y la llevó hasta el comedor.
“Piero…”, musitó Nerea con la voz casi en un susurro en cuanto entraron al comedor.
Ramos de orquídeas, las flores favoritas de Nerea, adornaban el lugar. Piero había acomodado algunas lámparas en lugares estratégicos para darle al ambiente un toque de sensualidad.
Se giró para mirarla de frente y tomó un respiro profundo.
“Te juro que tenía un discurso preparado, pero ahora que estoy aquí apenas puedo recordar lo que tengo que decir. Nerea, eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida. Quiero que seas la última persona a la que vea antes de dormir y la primera al despertar. Quiero las reconciliaciones después de una discusión tonta sobre quién tiene la razón. Quiero compartir tantas cosas contigo, empezando por unir mi vida a la tuya”.
Sacó el anillo de su bolsillo e hincó una rodilla en el suelo.
“Piero…”
Los ojos de Nerea estaban llenos de lágrimas.
“Nerea Vitale, te amo. ¿Me harías el honor de ser mi esposa?”
El silencio que siguió a sus palabras le pareció durar una eternidad. Entonces una sonrisa apareció en el rostro de Nerea y su corazón volvió a latir.
“Sí, sí, SI”
Soltó un suspiro de alivio demasiado sonoro cuando ella terminó de hablar. Miles de emociones corriendo a través de él. Deslizó el anillo en su dedo anular y no desperdicio el tiempo en ponerse de pie.
La levantó por la cintura y le hizo dar una vuelta por los aires de la que Alba también disfrutó. Sus carcajadas denotaban la felicidad que ambos sentían.
Se detuvo y la tomó de las mejillas.
“Te amo”, declaró antes de besarla una y otra vez.
Nerea también le profesó su amor entre beso y beso.
“Ahora sí que no podrás deshacerte de mí”, comentó sobre sus labios con una sonrisa divertida después de un rato.
“Creo que es muy pronto para actuar tan presumido, aún tengo que llegar y decir ‘sí, acepto’ en el altar”.
“Eso no me preocupa, eres una mujer de palabra”.
Nerea soltó una carcajada.
“Deberíamos cenar antes de que la comida se enfríe”, anunció.
Nerea asintió. Piero le recibió a Alba para acomodarla en su coche, luego separó una silla para ella.
Después fue a buscar la cena que estaba en el horno.
Durante la cena encontró imposible dejar de sonreír como un bobo y cada que tenía oportunidad sus manos o labios estaban sobre Nerea. Ella también se encontraba en el mismo estado.
Alba se quedó dormida en algún momento cerca del final de la cena.
“¿Mi hermana lo sabía?”, preguntó Nerea, aunque era más una afirmación.
“Debí suponer que algo raro pasaba cuando se cayó encima de mí con un vaso de jugo y luego insistió en que usara este vestido. Casi me pegó cuando intente tomar una de sus ropas”.
Nerea miró su anillo con una sonrisa
“Seguro que no pasará desapercibido”.
“Esa es la intención. Así todo el mundo se dará cuenta que estás comprometida”
“¿Y qué hay de ti? También llevarás un anillo igual de enorme”.
“Si es necesario”.
Nerea sonrió divertida.
“¿Quién iba a decir que iba a llegar el día en que estarías tan feliz de decir que perteneces a una mujer?”
“No a una mujer. Te pertenezco a ti. Siempre fuiste tú”, se inclinó y rozó sus labios.
El besó se prolongó un poco más esta vez. Y el deseo que había tratado de mantener bajo control durante la velada, comenzaba a liberarse.
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