El bebe del millonario
Capítulo 58

Capítulo 58:

Ella abrazó a Alba y apoyó la nariz en sus cabellos. Piero vio como Nerea tomaba una inhalación profunda y su rostro se llenaba de calma. Piero les dio un tiempo antes de acercarse a ellas y besarlas en la frente.

“Espero que todo resultara bien”, comentó su madre dándole una mirada significativa a Nerea.

La aludida asintió con la cabeza.

“Vittoria no volverá a ser un problema”, acotó ella.

“Me aseguré de ello”.

“Es como escuchar a tu padre, los dos son demasiado parecidos”.

“Ni que lo digas”, comentó Laila.

“Bueno, es hora de que la pequeña Ava y yo nos marchemos. Le prometimos a mi esposo darnos una vuelta por su trabajo. Deberíamos quedar más a menudo para que las niñas puedan jugar”.

Movió la cabeza en señal de acuerdo. Aunque la hija de Laila era mayor que Alba, las dos parecían entenderse bastante bien.

“Nosotros también deberíamos irnos y dejarlos a solas”, anunció su mamá poniéndose de pie.

Su padre se levantó del suelo, se sacudió el pantalón y se acercó a Ava. Nunca dejaba de ser divertido ver alguien tan imponente, volverse alguien suave y dulce para pasar el tiempo con sus nietos.

“Gracias por quedarse con Alba”.

Uno a uno se despidieron de todos.

“¿Te divertiste con tu prima y los abuelos?”, preguntó Nerea tocando la nariz de Alba con un dedo.

Su pequeña sonrió y acomodó la mejilla en el pecho de Nerea mientras soltaba un bostezo.

“Creo que alguien tiene sueño”, musitó en voz baja para no perturbar a su hija.

Alba afianzó su agarre en la camiseta de Nerea y cerró los ojos. Ella comenzó a balancearse con suavidad mientras entonaba una melodía que otras tantas veces había escuchado. Nunca se cansaba de ver la delicadeza y amor con la que Nerea trataba a su hija.

Llevaron a Alba hasta la habitación y Nerea la acomodó en uno de los extremos de la cama que ambos compartían.

“Se ve tan angelical”, comentó.

“Nadie podría imaginarse todo el desastre que puede causar ella sola”.

“¿Podemos quedarnos aquí solo un rato?”, preguntó ella sin dejar de mirar a Alba, era como si temiera que ella desapareciera en cualquier momento. Compartía el sentimiento.

“Seguro”.

Nerea se recostó al lado de Alba y él se acomodó detrás de ambas. Tenían que hablar, pero podía esperar.

Mucho más tarde acomodaron a Alba en su cuna y fueron hasta la sala para poder hablar sin despertarla. Allí Nerea se acomodó en uno de los sofás con las piernas dobladas y palmeó el espacio a su lado para que él se sentara.

“Quisiera odiarla, pero Alba tiene una parte de ella y jamás podría odiar nada que esté relacionado con ella”.

Piero sintió como ella se tensaba y le acarició las manos para calmarla. No fue hasta ese momento que se dio cuenta que sus nudillos estaban algo rojos.

“Vittoria no estaba interesada en la custodia de Alba”, continuó Nerea distrayendo su atención de sus manos.

“Alba era la última de sus preocupaciones, lo único que siempre le importó fue el dinero. No volvió porque estaba arrepentida”.

Ella le relató todo lo que Vittoria le había dicho. A medida que hablaba, Piero apretaba la mandíbula.

Vittoria le daba asco. No entendía como le era tan fácil desentenderse de su hija.

“Es…”, se le ocurrían tantos nombres por los que llamarla, pero qué sentido tendría insultarla.

Solo quería olvidarse de su existencia.

Algún día, en el futuro, tendría que responder preguntas sobre ella. No esperaba ansioso ese momento, pero encontraría la forma de que su hija no se sintiera rechazada. Era culpa de su madre biológica no haber podido darle el amor y la protección que se merecía.

“Mi papá grabó todo. Él guardará la grabación en caso la llegáramos a necesitar… A menos que quieras escucharla”.

Sacudió la cabeza. Si lo hacía, no estaba seguro de poder actuar con tanta mesura. Incluso sin haberlo hecho, tenía ganas de encontrar a Vittoria y destrozarla.

“Llamaré a mi abogado para que se reúna con ella mañana a primera hora, cuanto antes la saquemos de nuestras vidas será mucho mejor”, dijo, ahora sin una pizca de compasión o remordimiento.

Aquella mujer no se lo merecía.

“Alba será por fin toda nuestra”.

Nerea se mordió el labio inferior.

“Lo siento, no quise decirlo de esa forma. Ella es tu hija y yo no…”

Se acercó a ella y la silenció con un beso,

“Alba es tanto hija mía como tuya… por supuesto, solo si así lo quieres”.

Los ojos de Nerea se llenaron de lágrimas.

“Por supuesto que sí. Ella es una de las personas más importantes en mi vida y la amo con todo mi ser”.

Piero sonrió satisfecho al escucharla. Ahora solo faltaba una cosa más por hacer y él se encargaría de que sucediera pronto, ya no iba esperar más. El fin de semana le pediría matrimonio y esperaba que ella dijera sí.

“¿Qué te sucedió?”, preguntó acariciando sus nudillos.

“Golpeé a Vittoria”, dijo Nerea con total naturalidad.

‘Y antes de que digas nada, sé que fue imprudente. Usualmente soy alguien que piensa antes de actuar, pero después de todo lo que ella dijo no pude resistirme. Se lo merecía y no me arrepiento de haberlo hecho”.

La miró tratando de asimilar sus palabras que iban demasiado rápido, apenas lograba seguirle el hilo.

Cuando ella terminó se quedó en silencio mirándolo expectante.

Piero soltó una carcajada y la sujetó de las mejillas.

Unió sus frentes y la miró directo a los ojos.

“¿Tienes idea de cuánto te amo?”

“Tanto como yo te amo a ti”.

Cerró el espacio entre ellos y la besó con fervor. Eran un equipo increíble y juntos seguro podrían contra todos los obstáculos que se les fueran a presentar más adelante.

“Por cierto”, musitó Nerea cuando se alejaron un poco.

“Hay algo más de lo que quiero hablar contigo”.

“¿De qué se trata?”

“De los padres de Vittoria”.

Piero miró el comedor con ansiedad. Por tercera o quizás cuarta vez hizo una lista mental para asegurarse de que tenía todo listo.

“¿Tú qué dices?”, le preguntó a Alba. Su hija parecía más entretenida en lograr meter su puño completo en la boca.

Alba balbuceó algunas palabras incomprensibles antes de volver a lo suyo. Piero decidió tomarlo como su visto bueno.

Su celular comenzó a sonar y Piero lo levantó de la mesa. En el identificador se mostraba el nombre de Caterine.

“Ella va para tu casa”, avisó Caterine.

“La detuve tanto como pude”.

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