El bebe del millonario -
Capítulo 57
Capítulo 57:
La vacilación en sus ojos fue fugaz, pero Nerea lo notó. Casi podría apostar que Vittoria no estaba segura de quién era el padre de su hija cuando la dejó en la puerta de la casa de Alessandro y Ava.
Quizás solo se había arriesgado con su mejor opción y había resultado mejor de lo que esperaba, hasta que su ambición le ganó.
“Vamos, Vittoria. ¿Esperas que crea que Piero fue el único hombre con el que te acostaste durante el tiempo que concebiste a Alba?”
“¡No te atrevas a hablarme así!”
“No digo nada que no sea cierto. Pero no estoy aquí para discutir sobre tu vida. Piero está dispuesto a firmar los papeles que sean necesarios para entregarte a tu hija. Después de eso no volverás a saber más de él. Si quieres a Alba tendrás que encargarte por tu cuenta de ella. Ya sabes, comida, pañales, ropa, educación. No verás ni un centavo de parte de Piero, sus abogados se encargarán de eso”.
“Yo… yo…”
“Jamás fue nuestra intención alejar a Alba de una madre tan devota”, continuó.
“Al fin puedes ser feliz. Tendrás lo que querías. A tu hija de regreso. Los abogados de Piero te contactaran pronto, solo tienes que firmar unos papeles y todo habrá terminado”, terminó e hizo el ademán de levantarse.
“¡No! Piero no se deshará de mí tan fácil”.
«Tiene el dinero para hacerlo. Te convertirás en un vago recuerdo”.
“Esa escuincla ni siquiera me importa”.
Nerea tuvo que apretar los puños para no abalanzarse sobre Vittoria, Era sobre su hija de la que estaba hablando y no parecía importarle. Tomó una inhalación profunda para calmarse antes de hacer algo que arruinara su plan. Solo debía aguantar un poco más.
“Ni siquiera estaba en mis planes tenerla, solo llevé mi embarazo al final porque pensé que podía sacarle provecho”.
Vittoria estaba soltando todo, por fin la verdadera historia. Se había comenzado a mover como una maniática.
“Investigué a Piero. Tenía dinero y estatus. El día que dejé a la mocosa en su puerta, no tenía certeza de que fuera su hija”.
“Así que decidiste aparecer como una madre arrepentida”.
“Esperé el tiempo suficiente y cuando no se deshizo de ella, supuse que después de todo si era su hija. Mi plan era enamorarlo, creí que sería más fácil debido a nuestra hija en común; pero no estaba solo. Si no fuera por ti…”
Podría tomarse todo el día en decirle todo lo que pensaba de ella, pero así bastaría. Había obtenido parte de lo que quería, ahora solo tenía que terminar y largarse de allí.
“Alba es una niña increíble, pero eso jamás podrás verlo y no me interesa tratar de convencerte. ¿Sabes lo fácil que sería desaparecerte?”, preguntó entre dientes.
“Las personas desaparecen a diario. Según el archivo que descansa en el escritorio de Piero, no has contactado a tus padres en un buen tiempo. Ellos dejarían de tratar de contactarte con el tiempo y aceptarían que no vales la pena o el sufrimiento”.
Vittoria se veía atemorizada y hacía bien en tenerle miedo.
“Te propondré algo. Estoy dispuesta a darte un cheque con dinero suficiente para vivir casi toda tu vida”.
Si lo administraba bien, lo cual dudaba, sin embargo, no iba a decir eso en voz alta.
“Lo único que tienes que hacer es salir de nuestras vidas”.
“Una pensión alimenticia suena mucho mejor”.
“Este no es un juego que quieras jugar conmigo. Vas a perderlo todo al final. Toma tu oportunidad ahora antes de que me arrepienta y decida destruirte de todas formas”.
Vittoria miró de Nerea a su padre y al final soltó un suspiro.
“Está bien, acepto”.
“Inteligente decisión”.
Nerea sacó su cartera y escribió el monto antes de entregárselo.
“Podrás cobrarlo tan pronto firmes los documentos que te traerá nuestro abogado y no intentes ningún truco.
Los ojos de Vittoria miraron con codicia el cheque.
Se sentía mal por dárselo a cambio de la felicidad de Alba, era como si la estuviera comprando, pero tampoco podía arrepentirse si así se libraba de esa mujer para siempre.
“Y una cosa más”, dijo antes de darle un puñetazo en el rostro.
Nunca se sintió más satisfecha que cuando vio sangre brotar de la nariz de Vittoria. Ella se llevó una mano para limpiarse y la miró con odio.
“Maldita pe…”
“Vigila lo que dices”, dijo su padre con una voz que asustaría a cualquier mortal.
Vittoria se quedó en silencio y se mantuvo así hasta que dejaron su apartamento.
Piero golpeaba los dedos, ansioso, sobre el volante de su auto mientras esperaba que Nerea regresara.
Odiaba estar sentado allí sin hacer nada más que observar. Debería haberla acompañado al departamento de Vittoria, pero entendía que su presencia sólo podía interferir en el comportamiento de la madre de Alba.
Cuando Nerea le había contado su plan, Piero no se había mostrado de acuerdo. Ir a ver a Vittoria sonaba arriesgado. No la conocían de verdad y mucho menos tenían certeza de lo que era capaz.
Incluso si Nerea era capaz de defenderse, era imposible no preocuparse por su seguridad.
Debió sospechar que ella ya había considerado todo, cuando algo se le metía en la cabeza, no había poder humano que le hiciera cambiar de opinión. Nerea había contactado a su padre y Piero no había podido rebatir más una vez que Giovanni aceptó acompañarla.
Después de lo que le pareció una eternidad, vio a Nerea abandonar el edificio junto a su padre. Ambos se dirigieron al auto de este último y hablaron durante un tiempo antes de despedirse con un abrazo.
Nerea se dio la vuelta y caminó hacia donde él estaba estacionado. Era difícil saber lo que había pasado dentro solo por su expresión. ¿Y si Vittoria quería seguir con su demanda?
Nerea se subió al coche y lo miró directo a los ojos.
Podía sentir su nerviosismo creciendo con cada segundo que pasaban en silencio. Entonces una sonrisa se extendió por el rostro de su novia y él casi soltó un suspiro de alivio.
“Funcionó. Ella aceptó el dinero a cambio de firmar los papeles”.
“¿Lo hará?”, preguntó aún incrédulo de que las cosas hubieran resultado como esperaban.
Pese a que estaba feliz porque Vittoria al fin saldría de sus vidas, también estaba furioso con ella. Había renunciado tan rápido a su hija. No había ninguna cantidad de dinero en el mundo por la que él entregaría a Alba.
“Así es”.
Nerea hizo una mueca.
“¿Qué es?”
“Vamos a casa, te contaré todo cuando lleguemos”.
Asintió de acuerdo y arrancó el coche. Ninguno de los dos mencionó a Vittoria durante el viaje.
Las risas y chillidos alegres los recibieron en cuanto abrieron la puerta principal de su casa. Su ánimo mejoró bastante y una sonrisa se instaló en su rostro. Al parecer sucedió lo mismo con Nerea, quien casi corrió hasta la sala.
“¡Hola a todos!”, saludó ella.
Alba, que estaba en brazos de su abuelo, empezó a moverse con desesperación.
“Está bien, cariño. Ya entendí”, musitó él y la entregó a Nerea.
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