El bebe del millonario -
Capítulo 55
Capítulo 55:
Devolvió el anillo y entregó además un anillo de Nerea para que lo usaran como referencia de su medida.
El dependiente asintió y le dijo el monto, pero Piero no se inmutó. Sacó su tarjeta y pagó.
“Estará listo para mañana por la tarde”, informó el dependiente.
Asintió.
Salió de la tienda con una sonrisa enorme y permaneció en su rostro incluso cuando, junto a su hermano, entró al café que había a una cuadra de distancia.
“Me alegra que sacaras la cabeza de tu trasero”, comentó Fabrizio después de que ambos ordenaron.
“Nerea y tú hacen la pareja perfecta. Es difícil no darse cuenta de la conexión que hay entre ustedes, incluso un ciego podría notarlo”.
Soltó una carcajada.
“Es bueno ver que has encontrado tu sentido del humor desde que te casaste con Cloe”.
Su hermano sonrió ante la mención del nombre de su esposa y sus ojos brillaron con lo que solo podía ser amor. Había visto la misma mirada cada vez que se observaba en el espejo.
Los dos se pasaron el resto de la siguiente hora hablando sobre muchas cosas. Había pasado un tiempo desde que se habían sentado a hablar.
Siempre habían sido cercanos, pero con tantas cosas sucediendo en sus vidas, a veces era difícil encontrar un tiempo para platicar.
“Creo que es hora de irnos”, dijo cuando vio que su hermano comenzaba a ver la hora cada cinco minutos.
“Gracias por acompañarme”.
“Es parte del trabajo, ya sabes en letras pequeñas. Ayudar a tu fastidioso hermano menor, incluso si la mayoría del tiempo solo te hace renegar. Lo bueno es que pronto serás problema de alguien más”.
“No te preocupes, aun tendré tiempo para molestarte de vez en cuando”.
Su hermano soltó un resoplido.
Llegaron a la casa de su hermano bastante rápido.
Cloe estaba en la sala con Alba y Leandro. Este último parecía bastante encantado de pasar el tiempo con su prima, incluso si ella todavía era muy joven para jugar con él.
Su hija se giró hacia él en cuanto escuchó su voz. Él la levantó y le dio un sonoro beso en la frente, lo cual le arrancó una carcajada a la pequeña.
“Espero no te diera ningún problema”
“Para nada, es todo un encanto”.
Cloe miró a Fabrizio antes de continuar.
“Quizás no quiero esperar tanto para tener otro hijo”.
Una conversación silenciosa ocurrió entre la pareja y Piero se sintió como si sobrara en esa habitación.
“Me iré antes de que se arranquen la ropa delante de mío”, comentó.
Fabrizio le dio una mirada que habría asustado a cualquier otro, pero a él solo le hizo sonreír.
“Muchas gracias por cuidarla”, le dijo a su cuñada y se acercó para darle un abrazo.
“Eres por mucho mi cuñada favorita”
“Manos”, advirtió Fabrizio con voz severa, pero al verlo notó el brillo de diversión en sus ojos.
Cloe se limitó a rodar los ojos al escuchar a su esposo, más que acostumbrada a su territorialidad. Piero se despidió de su hermano y del pequeño Leandro, luego se marchó. Su auto estaba estacionado afuera.
“Conseguí el anillo perfecto”, le contó a su hija mientras arrancaba para salir de la propiedad de su hermano.
“Estoy seguro que a tu mamá le gustara, pero no vendría mal tu opinión primero”.
Piero se quedó en silencio al darse cuenta que había llamado a Nerea, la mamá de Alba. Era la primera vez que se refería a ella de esa manera, pero se sentía correcto. Ambas compartían un vínculo innegable. Nerea era la madre de Alba incluso si no estaba escrito en ningún papel… aun. Esperaba que eso también cambie.
Alba cayó rendida a mitad de viaje y no despertó ni cuando la dejó en su cuna al llegar a casa. Debía de haber tenido un día bastante agitado. Era muy probable que después de su siesta estaría lista para volver a hacer de las suyas.
Piero aprovechó el tiempo libre para revelar algunas fotos que había tomado los días anteriores.
Las primeras imágenes que empezaron a vislumbrarse eran de Nerea y Alba. En la primera, su novia estaba jugando con su hija recostada en la alfombra de la sala y ambas estaban sonriendo. La segunda foto era de las dos tomando una siesta, la manera en la que Nerea abrazaba a su hija le conmovió.
Cuando escuchó la voz de Nerea llamándolo proveniente del exterior, se limpió las manos y salió a saludarla. La encontró recostada en el sofá de la sala.
“¿Un día largo?”, preguntó.
“Ni que lo digas, no quiero ver una computadora por el resto del día y si es posible el fin de semana”.
“Eso dices ahora, pero pasarás encima mío si me interpongo entre tú y tu computadora si es que algo se te ocurre”.
Caminó hasta llegar frente al sofá y se inclinó hasta que sus rostros estuvieron a solo unos centímetros de distancia.
“A veces siento que quieres más a esa cosa”, se quejó.
“Eso no es cierto”, respondió Nerea divertida.
“Pruébalo”.
Nerea pareció pensarlo un segundo y luego levantó la cabeza para besarlo. Soltó un gruñido. Nunca se iba a acostumbrar a la sensación cálida y suave de sus labios.
“¿Qué dices ahora?”
Nerea tenía la respiración entrecortada y los ojos brillosos.
“Te creo”.
“Me alegra porque tengo mucha hambre como para seguir intentando convencerte”.
“¿Qué te parece si pido una pizza?”
“Me leíste la mente”.
Piero llamó a la pizzería que estaba cerca de su casa y le dijeron que estarían allí en unos quince minutos.
“Ve a cambiarte, la comida llegará pronto”.
Piero y ella se acomodaron en la sala y disfrutaron de su cena mientras veían una serie. Alba se despertó cuando casi habían terminado, Nerea fue a traerla mientras Piero se encargaba de alistar su fórmula.
Nerea se encargó de alimentar a la pequeña a la que le hablaba. Era un ritual de todas las noches en el que él nunca se interponía, por el contrario, disfrutaba quedarse a observarlas en silencio. El sonido de su celular interrumpió sus pensamientos. Vio el número de su abogado en la pantalla y tuvo un mal presentimiento. Se disculpó de Nerea con la mirada antes de alejarse un poco para contestar.
“Buenas noches”.
“Piero”, saludó el hombre.
“Tengo algunas noticias para usted”.
“¿De qué se trata?”
“Esta tarde me llegó una notificación, no la vi hasta hace poco porque estaba ocupado con algunos casos. En fin… la madre de tu hija presentó una demanda para que se le reconozca sus derechos como madre”.
Una maldición se le escapó de los labios y miró sobre su hombro. Nerea lo miraba con curiosidad.
Piero salió de la sala y se dirigió hasta su oficina. No quería perturbar la tranquilidad de su hija.
“¿Cuáles son sus probabilidades de ganar?”
“Debido a sus antecedentes, el juzgado se lo pensará antes de concederle la custodia. Pese a eso, ella sigue siendo la madre biológica y en nuestro país eso tiene relevancia. Es muy probable que le otorguen horarios de visita”.
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