El bebe del millonario
Capítulo 54

Capítulo 54:

Los ojos de su madre brillaban con amor. Tantos años de casados y ella aún se veía como una joven enamorada y su padre no se quedaba atrás. Su amor podía sentirse en el aire cada vez que ambos estaban en un mismo lugar. Esperaba que su relación con Piero fuera así de única.

Se escucharon algunas risas y Nerea vio al mismo tiempo que sus hermanas entraban en la cocina.

“¡Hermana! Es bueno ver que sigues con vida, ha pasado un tiempo desde la última vez que te vi. Aunque con el bombón que tienes de novio, entiendo porque te desapareces durante días e incluso semanas. Si tuviera un novio como ese tampoco desperdiciaría mi tiempo en cosas banales”.

Caterine se abanicó con las manos.

“Es una lástima que no tenga un hermano soltero”, terminó con un suspiró de decepción.

Nerea se limitó a sonreír. Estaba acostumbrada a las locuras de su hermana. Caterine era la segunda de las tres y la más arriesgada, además de bromista.

Cuando era pequeña era la que en más aprietos había puesto a sus padres con cada una de las locuras que se le ocurrían.

“No dejes que papá te escuche o se volverá loco”, intervino Gemma, la más pequeña de todas.

Ella se acercó con una sonrisa y le dio un abrazo. A diferencia de Caterine, ella era alguien que apreciaba el silencio y la soledad.

“Es bueno verte”, dijo Gemma dando un paso atrás.

“A ti también”.

“Por cierto, Alba es preciosa. Disfrute del poco tiempo que papá y mamá me dejaron cuidarla. Si alguna vez necesitas de una niñera no me importaría cuidarla”.

“Tendré que recuperarla primero, papá parece haberse adueñado de ella”.

Su hermana y ella compartieron una sonrisa.

Después de eso Caterine y Gemma se turnaron para acercarse a su madre y besarla en la mejilla.

“Vamos para la mesa, cada una agarre algo”, ordenó su madre.

“Y Caterine, trata de no sacarle más canas a tu padre durante la comida”.

“No prometo nada. Además, según la abuela, tú fuiste la causa de sus primeras canas. Ella me contó algunas historias bastante interesantes de los días que ambos estaban saliendo”.

Su hermana no se quedó para ver la reacción de su madre. Tomó el bol de ensalada y se escapó.

Nerea se rio y Gemma también.

“A tu abuela le encanta torturarme”.

“No es como si dijera algo que no es cierto”, dijo Gemma y desapareció tan rápido como Caterine.

“¿Y tú? ¿Tienes algo que acotar?”, preguntó su madre con una sonrisa bailando en los labios.

“¿Enserio la conservadora de papá tenía muchos cadáveres?”, preguntó y, al igual que sus dos hermanas huyeron, lo hizo su madre.

Escuchó la risa de su madre a lo lejos.

La hora de la comida transcurrió en medio de una charla trivial, saltando de un tema a otro. Las risas podían escucharse por todo el jardín. Todas sus comidas siempre eran así de alegres y ella disfrutaba de aquellos momentos.

“¿Y cuándo piensas casarte con mi hermana?”, preguntó de repente Caterine.

Nerea, que acababa de darle un sorbo a su agua, empezó a toser. No es que no hubiera pensado en casarse con Piero, pero ninguno de los dos había sacado el tema. Observó su expresión, él se veía tranquilo, para nada como un hombre que le molestara la idea de un matrimonio.

“¿Estás bien?”, preguntó Piero mientras le frotaba la espalda.

Asintió dirigiéndole una mirada fulminante a su hermana. Caterine no perdió su sonrisa.

Miró a sus padres en busca de ayuda. Descartó a su madre de inmediato; por la expresión de en su rostro, estaba conteniéndose para no reír. Su padre, aunque lo disimulaba mejor, también parecía estar pasando un buen momento, ´¿Es en serio? ¿Dónde estaba su padre sobreprotector cuando lo necesitaba?´.

Le dio una mirada acusadora a su padre y él se limitó a encogerse de hombros. Traidor.

“¿Entonces?”, insistió su hermana.

“Caterine”, le regañó Nerea.

“Solo tengo curiosidad, no puedes culparme por ello. ¿Puedo ser tu dama de honor?”

“Por supuesto”, aceptó Piero por ella.

Nerea le dio un codazo.

“No la alientes”.

Piero se inclinó y le dio un beso en la mejilla antes de sonreírle con inocencia. Encajaba a la perfección con su familia.

Su madre cambió de tema y ella le dio una mirada de agradecimiento. El resto de la comida Nerea no dejó de pensar en la pregunta de su hermana y lo tranquilo que había reaccionado Piero.

¿Quería casarse con Piero? La respuesta llegó a ella de inmediato. Sí. Es solo que con todo lo que estaba sucediendo en sus vidas, no parecía el momento adecuado.

“Pueden dejar a Alba cada vez que deseen”, ofreció su madre mientras se despedían de ellos algunas horas más tarde.

“Lo tendremos en cuenta”, dijo Piero.

“Es un hecho que ella los adora. Gracias por cuidarla”.

Después de abrazar a sus padres y hermanas se dirigieron hasta su auto. El viaje hasta casa transcurrió en un cómodo silencio, Alba se despertó en cuanto llegaron a la casa, así que pasaron el resto de la tarde jugando con ella.

Mientras veía a Piero jugar con su hija no pudo evitar pensar que estaban a punto de enfrentar algunos baches. Estaba segura que Vittoria no se iba a rendir sin dar lucha, pero lo que ella no sabía es que Nerea no se iba a quedar de brazos cruzados.

“Me puede mostrar ese, por favor”, dijo Piero señalando el anillo que quería.

En el pasado, jamás había pensado que querría pasar el resto de su vida con una mujer. Por supuesto que creía en el amor, bastaba ver a su padre y a Ava para saber que algunos tenían la suerte de encontrarlo. Sin embargo, él estaba seguro que eso no era para él… O al menos se había convencido de que así era.

Nerea había entrado en su vida para cambiarlo todo.

Quería despertar todos los días a su lado y que su rostro fuera lo último que viera después de un largo día. Podía no haber pasado mucho tiempo desde que estaban juntos, pero ya había desperdiciado bastante tiempo siendo un completo obstinado que se negaba a ver lo que tenía enfrente de él.

“¿Cuándo se lo piensas proponer?”, preguntó su hermano.

Fabrizio se había sorprendido cuando lo había llamado esa mañana para contarle sus planes. No había dicho nada por algunos segundos antes de soltar una carcajada y soltar algunas bromas. Un poco de su propia medicina, había dicho él.

“Aún no estoy seguro, pero quiero que sea algo especial”, respondió mientras tomaba el anillo y lo evaluaba.

Era hermoso, tenía dos pequeños diamantes, uno a cada lado del diamante en el medio que era difícil de pasar desapercibido, Era algo llamativo, pero sin llegar a ser exagerado.

Se imaginó a Nerea usándolo y sonrió. La idea de pedirle matrimonio había estado en su cabeza desde hace algún tiempo y se había solidificado más cuando la hermana de su novia lo mencionó en el almuerzo con su familia unas semanas atrás.

Nerea no se había mostrado aterrada.

“Es perfecto ¿No crees?”

Se giró hacia Fabrizio con una sonrisa.

Él miró el anillo y asintió con la cabeza.

“A ella le encantará”, acotó su hermano.

“Me llevaré este”.

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