El bebe del millonario -
Capítulo 52
Capítulo 52:
“Sé que no puedo llegar a intentar cambiar tu vida”, continuó de todas formas.
“Pero no es en nosotros en quien tenemos que pensar. Alba es aun pequeña para darse cuenta de lo que sucede, pero cuando crezca empezará a tener preguntas”.
“¿Por qué su madre no vive con ella? ¿Por qué alguien más debe cuidarla? Será confuso y la lastimará ver la diferencia entre ella y los demás niños. Aprecio lo que Nerea hizo por ustedes, pero no es su madre. Dame una oportunidad para demostrarte que podemos ser una familia para nuestra hija”.
Vittoria se acercó a él e intentó besarlo. De inmediato dio un paso hacia atrás casi empujándola.
“i¿Qué demonios?!”, reclamó entre dientes, asqueado.
“Jamás en tu p%ta vida vuelvas a hacer algo parecido”.
Si minutos atrás no había estado seguro sobre qué debía hacer, ahora sí que lo sabía.
“A partir de ahora si quieres tener algún contacto con Alba, será mejor que lo hagas a través de un abogado. Veremos si algún juez te deja acercarte a ella cuando se entere que la dejaste tirada”.
“No, Piero. Escucha…”
“¡Ya escuché suficiente! Te acepté por Alba, pero es obvio que ella a ti no te importa”.
Los ojos de Vittoria se llenaron de lágrimas, pero él no sintió compasión.
Nerea salió de la habitación al escuchar los gritos de Piero. No recordaba si alguna vez lo había escuchado alzarle la voz a alguien, ni siquiera en los peores momentos. Algo realmente grave debía de haber sucedido para que él estuviera tan furioso.
“Márchate”, ordenó Piero justo al mismo tiempo que ella llegaba a la sala. Él estaba señalando en dirección a la salida.
Vittoria no hizo ningún amago de moverse, tan solo se quedó de pie allí mirando a Piero con los ojos húmedos.
Nerea se acercó a Piero y se sujetó a su brazo mientras apoyaba la otra en su pecho. Él se relajó un poco al sentirla.
La madre de Alba posó sus ojos en ella e hizo una mueca de disgusto.
“¿Estás feliz?”, preguntó la mujer con desdén.
“Gracias a ti perderé a mi hija y cualquier posibilidad de darle una familia”.
Unos días atrás Nerea se habría sentido culpable al escucharla, pero ahora solo sentía asco. Vittoria había abandonado a su hija, un ser incapaz de valerse por sí mismo, sin ninguna razón válida aparente como había tratado de hacerles creer al inicio. Había tenido la opción de contactar a Piero y había decidido no hacerlo. No se imaginaba haciendo lo mismo, amaba a Alba tanto que la sola idea de hacer algo que la pusiera en riesgo la ponía enferma.
“No soy responsable de las consecuencias de tu decisión”.
“Eso es lo que…”
“Te dije que te vayas, ya has dicho suficiente”, interrumpió Piero.
“No me obligues a sacarte a la fuerza”.
Vittoria los miró a ambos y luego soltó un suspiro.
“Hablemos cuando estés más calmado. Piensa en Alba. No puedes apartarme de su lado, ella me necesita”.
A su lado Piero volvió a tensarse. Lo conocía bien para saber que estaba conteniéndose para no empezar a gritar otra vez. Nerea también se sentía cerca del borde de su paciencia.
Vittoria se dio la vuelta para marcharse. Cuando casi la había perdido de vista, Piero la llamó y ella se detuvo.
“Tienes una semana para encontrar un lugar donde vivir o encargarte de tu propia renta”, informó él.
“De ahora en adelante no recibirás ningún apoyo de nuestra parte”.
Esperó que ella reclamara algo, pero solo continuó alejándose. Tal vez fue lo único inteligente que había hecho en su vida. Piero se veía tan molesto que habría sido capaz de sacarla del departamento que habían alquilado para ella si esta decía algo mas.
Nerea tomó a Piero de la mano y lo llevó hasta el sofá. Él parecía perdido en sus pensamientos, pero la siguió sin resistencia. Lo empujó para que se sentara y se acomodó a horcajadas sobre él. Entrelazó los dedos de la mano detrás de su cuello y acomodó la mejilla en su hombro. Se quedó en silencio mientras esperaba que él se relajara.
“Eso fue… interesante”, comentó minutos después.
“Temía llegar aquí y encontrarla muerta. ¿Qué sucedió?”
Piero no respondió de inmediato, de hecho, se tardó tanto tiempo que ella comenzó a creer que no le diría nada. Entonces el empezó a hablar sobre lo que Vittoria le había contado. Nerea sintió que su molestia solo se agravaba con cada palabra, pero vio rojo cuando él le dijo que ella había intentado besarlo. Lo amaba por confiar en ella y no ocultarle lo sucedido.
Colocó las palmas de las manos en su pecho para tratar de levantarse.
Las manos de Piero la mantuvieron en su lugar.
“Suéltame, voy a ir a buscarla y le daré una paliza que no olvidara. Me cansé de ser la civilizada”.
Desde que apareció no había hecho más que compadecerla, debería haberse dado cuenta desde el principio que Vittoria tenía segundas intenciones.
“Nada me encantaría más que verte hacerlo, pero es mejor que mantengamos las distancias a partir de ahora, Las probabilidades están a nuestro favor si ella decide llevarnos a juicio, pero las cosas podrían cambiar si la agredes”.
Nerea consideró sus palabras y respiró profundo. Él estaba en lo cierto y no iba a hacer nada que les llevara a perder a Alba, incluso si se lo merecía.
“No es digna de llamarse madre de Alba”, comentó resignada y algunas lágrimas se formaron en sus ojos al pensar en la pequeña.
“Dejarla no fue lo peor que hizo, pero volver y fingir que se preocupa por ella si lo es. Jamás debí estar de acuerdo con que la viera…”
“Solo querías hacer lo que te parecía mejor para Alba. Es por eso por lo que te amo tanto”.
Piero la sujetó del rostro con ambas manos y unió sus labios en un beso que empezó como una suave caricia, pero pronto se volvió demandante.
Nerea quería olvidarse de lo que acababa de suceder, quería olvidarse de la existencia de Vittoria. Y aparentemente no era la única que buscaba lo mismo. A través de los ojos de Piero pudo ver que una tormenta se había desatado en su interior y necesitaba aplacarla, Piero metió las manos por debajo de su camiseta y las llevó hasta su espalda. Alcanzó el broche de su sujetador y lo soltó. Después se dedicó a explorar sus senos con total libertad.
“Nerea, te necesito”, suplicó él sobre sus labios.
No estaba en posición de negarse, no cuando sentía la misma necesidad consumidora.
Prácticamente se arrancaron la ropa el uno al otro en un tiempo récord y la lanzaron sin molestarse en ver donde iba a parar. Desnudos y ansiosos, volvieron a su posición inicial, ella sentada sobre él.
Nerea tomó su miembro y lo acarició. Sonrió satisfecha cuando él soltó un quejido y le habría gustado seguirlo torturando, pero no en ese momento. Necesitaba sentirlo dentro de ella pronto.
Al parecer, Piero le leyó los pensamientos. Él la sujetó de la cintura y acomodó su miembro en su entrada antes de dejarla caer. Debido a la posición él llegó muy profundo dentro de ella,
“Piero”, g!mió mientras se aferraba a sus hombros.
“¡Maldición!”
Piero apoyó la frente en la suya y permaneció inmóvil unos segundos. Fue ella quien empezó a moverse. Arriba y abajo. En movimientos necesitados y desordenados, Sus g$midos resonaban por toda la sala.
Piero bajó la cabeza para arrastrar sus labios sobre su piel expuesta desde su cuello hasta su pecho.
Nerea sintió que sus fuerza empezaron a flaquear y sus movimientos se hicieron más lentos, fue cuando Piero se hizo cargo. Él la tomó con firmeza de las caderas y la movió una y luego otra vez.
El final estaba cerca, ella podía presentirlo. Sus respiraciones se aceleraron más, sí es que acaso era posible. Ambos llegaron al clímax acallando sus gritos con un beso. Cuando se miraron a los ojos eran un lio sudoroso.
Nerea se abrazó a Piero y él comenzó a pasar una mano por su espalda en movimientos distraídos que iban de arriba hacia abajo. Los minutos pasaron, sus respiraciones se escuchaban más acompasadas y ella ya no se sentía como si fuera a derrumbarse si se ponía de pie.
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