El bebe del millonario -
Capítulo 49
Capítulo 49:
Nunca había sido más consciente de la edad de su rostro estaba marcado por pequeñas arrugas en las esquinas de los ojos y en la comisura de sus labios.
Por primera vez en mucho tiempo la vio como un ser frágil y deseó que las cosas fueran diferentes entre ellos. Él había hecho su esfuerzo para que así fuera, pero su madre había vuelto a arruinar las cosas. No quería ni pensar en el daño que podía haberle causado a su relación gracias a lo que ella llamaba “buscar su bien”.
“Mi manera de hacer las cosas puede no ser la correcta, pero solo buscó lo mejor para ti y tu hermano. Tal vez es tarde para mi, pero la madre de tu hija aún tiene la oportunidad de resarcir sus errores, no le niegues la oportunidad. Tu hija necesitará de sus dos padres”, continuó su madre.
El mesero apareció en ese instante y Piero pagó la cuenta. Esperó que él se marchara antes de hablar.
“Sé lo que mi hija necesita y es por eso que dejé que Vittoria se comenzara a integrar en su vida”.
Aunque empezaba a arrepentirse de esa decisión.
“Si ella es digna, no veo porque tendría que alejarla de Alba. Sin embargo, para mí nunca será más que la madre de mi hija”
Se levantó y se inclinó para besarla en la mejilla.
“Te amo, mamá”, dijo cerca de su oreja.
“Pero si vuelves a interferir en mi vida, me alejaré de ti para siempre”.
Enderezó la espalda.
“Hasta pronto”.
Piero se alejó rumbo a la puerta dejando a su madre sola. Esperaba que esta vez ella hubiera entendido el mensaje.
…
Nerea abrió los ojos y le tomó algunos segundos recordar dónde estaba. El sonido del mar se escuchaba a la distancia y su olor tan único se podía percibir aun a la distancia. Estaban en la casa de playa de los padres de Piero, habían llegado la noche anterior para pasar el fin de semana lejos de la ciudad.
Estaba sola en la cama y en la casa no se escuchaba ningún ruido. Piero y Alba debían de haber salido a dar un paseo.
Se incorporó sosteniendo la sábana delante de su pecho. Debajo estaba completamente desnuda. No había otra casa al menos hasta unos dos kilómetros de distancia, así que no tenía que preocuparse porque alguien pudiera verla por la ventana, pero aun así se mantuvo cubierta.
El reloj encima del velador marcaba las nueve de la mañana. ¿Cómo había dormido hasta tan tarde?
Mientras buscaba algo de ropa en su maleta, su mirada se dirigió hacia la cama desordenada y su rostro se sonrojó al recordar la pasión con la que Piero y ella habían hecho el amor. Siempre que se entregaba a él, se olvidaba de todas sus reservas.
Soltó un suspiro y se dirigió hacia el baño. No necesitaba ver su reflejo en el espejo para comprobar la cara de boba enamorada que debía tener.
No tardó demasiado en la ducha. Más fresca y vestida con un vestido estampado con flores se dirigió hacia la cocina para tomar algo rápido antes de buscar a Piero, se estaba muriendo de hambre.
Encontró una nota sobre la mesa y sonrió al leerla.
[Dejé fruta picada en la nevera y huevos revueltos en el microondas]
[Come, necesitas recuperar energía]
Sacudió la cabeza divertida y fue por su comida. Con el bol de frutas en su mano se acercó a la ventana. Vio a Piero algunos metros más allá sentado en la arena con Alba sobre sus piernas, Por las risas de ambos, era obvio que la estaban pasando bastante bien.
Se apresuró a terminar su desayuno para ir a reunirse con Piero y Alba. El calor abrasador la recibió afuera, dentro de la casa estaba un poco más fresco. Piero fue el primero en escucharla acercarse.
La miró sobre el hombro y le dedicó una sonrisa.
“Pensé que nunca recibiría refuerzos”, comentó él.
“Estaba punto de lanzar un grito de auxilio”.
“No entiendo cuál es el problema, ambos se ven ilesos”.
“¿Eso crees?”, Piero sujetó a Alba por las axilas y la giró para que pudiera verla.
Nerea soltó una carcajada a su pequeña traviesa.
Era el monstruo de arena en persona, el hermoso vestido celeste que su padre le había puesto estaba manchado con restos de arena al igual que sus delgados cabellos.
Alba le dio una sonrisa como si estuviera modelando para ella. Solo Dios sabía las travesuras que iba a hacer cuando aprendiera a caminar.
“¿Qué sucedió?”, preguntó inclinándose para cargar a Alba.
“Creí que sería buena idea armar castillos de arena ya que ella todavía no se siente segura de querer entrar al mar”.
Miró a Piero con diversión.
“¿Y ella te dijo eso o solo lo dedujiste?”
“Ese no es el punto”.
“Al menos la llevaste al mar para que sumergiera sus pies en el agua”.
Piero la miró con pánico, cualquiera diría que acababa de sugerirle la idea más loca en el universo.
“Asumo que no lo hiciste. Lo dejaré por ahora, continúa”.
“Luego de conseguir lo necesario, me senté y acomodé a Alba en mis piernas. Humedecí la arena y empecé a llenar el balde. Ella creyó que sería interesante hacerlo con las manos. La arena terminó en cualquier lugar menos en el balde. Estoy seguro que me metió un poco dentro de la camiseta”.
Piero se movió incómodo.
“Superado ese primer incidente, comencé a armar lo que imaginé sería el castillo más impresionante que se hubiera visto en la historia de los castillos de arena, pero mi pequeña Godzilla tenía planes más interesantes. No estoy seguro como lo hizo, solo sé que terminó tumbando los cimientos de mi incipiente construcción”.
“¿Es eso cierto que destruiste la obra de papá, pequeña Godzilla?”
Le hizo cosquillas en la barriguita y ella se rió.
“Sí, no es un argumento muy convincente. Yo creo que ni siquiera sabía cómo hacer un castillo y te está echando toda la culpa para no quedar en ridículo”.
“Eso no es cierto”, se quejó Piero siguiéndole la corriente.
“No puedo creer que se estén confabulando en mi contra”.
Se encogió de hombros.
“Las mujeres debemos estar unidas. ¿No es así, cariño?”
Alba hizo un ruido que ella tomó como una afirmación.
“Supongo que no hay nada que pueda hacer”.
Piero se levantó y se sacudió los shorts. Se acercó y le dio un beso corto.
“¿Cómo amaneciste?”
“Con hambre”.
“¿Desayunaste?”
Asintió.
“Bueno, será mejor que le demos un baño a esta pequeña traviesa”, dijo acariciando la mejilla de Alba. “Se pondrá irritable cuando descubra que la arena no siempre es divertida”.
Piero estuvo de acuerdo y regresaron al interior de la casa. Después de un buen baño, Alba cayó rendida. No le sorprendió, según Piero, se había levantado bastante temprano y había estado con más energía de la usual.
“Al parecer nos dará algunas horas para nosotros”, declaró Piero abrazándola por detrás.
Él le dio un beso en el cuello y como siempre su cuerpo respondió de inmediato hacia él.
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