El bebe del millonario
Capítulo 48

Capítulo 48:

“Madre”, saludó inclinándose para recibir un beso en la mejilla, luego le indicó con la mano el asiento frente a él.

“Piero, cariño, me alegro que me llamarás”, dijo su madre con una sonrisa enorme mientras se

sentaba.

“Saldré de viaje por la tarde, así que fue en el momento preciso. ¿Ordenaste algo?”

“Aún no, llegué unos minutos antes que tú”.

Su madre asintió y alzó la mano para llamar al camarero. Un hombre se acercó a ellos y les entregó la carta.

“Un café expreso para mí”, dijo sin molestarse en mirar el contenido de la misma. Esperaba que aquella reunión no se prolongara demasiado.

Aquella no era una reunión casual, estaba allí para aclarar las cosas con su madre de una vez por todas. No solo por el bien de Nerea sino también por el de él. Si Marena no le ponía fin a su actitud, tarde o temprano le ocasionaría problemas con su novia y no estaba dispuesto a dejar que eso pasara. Amaba demasiado a Nerea como para permitirlo.

“Yo tomaré un capuchino con leche descremada”.

El hombre asintió y se marchó con las cartas.

“¿Cómo va todo en casa?”, preguntó su madre cuando se quedaron a solas.

“Bien”, respondió escueto mientras la analizaba con la mirada.

Su madre era alguien difícil de comprender. Los días anteriores había estado atormentando a Nerea con quién sabe qué cosas y ahora estaba allí actuando como si no hubiera hecho nada malo.

La sonrisa de su madre vaciló un instante.

“¿Y mi nieta?”

“Está bien. Nerea también lo está, por si te lo preguntas, aún después de haber pasado algunos días trabajando para ti”.

Los labios de su madre se apretaron en una fina linea.

“Así que es por eso que me llamaste. No sé qué te estuvo contando…”

“Ella no me dijo casi nada. Sin embargo, no fue difícil hacerme una idea de lo que sucedía al verla llegar a casa desanimada y tu reacción a la defensiva solo confirma lo que ya suponía.”

Su madre abrió la boca para responderle, pero no dijo nada debido a la llegada del mesero, en su lugar sonrió. Si había algo que le importaba a su madre, eran las apariencias.

“No puedes hablarme de esa forma”. dijo ella al fin cuando volvieron a quedarse a solas.

“Soy tu madre”.

“Y Nerea es la mujer que amo. Estoy seguro que te lo he dicho más de una vez y aun así pareces empeñada en dañar lo que tenemos”.

“Es difícil ver que solo quiero lo mejor para ti y para tu hermano. Fabrizio se casó con la hija de un arquitecto salido de la nada y tú quieres atarte a la hija de un militar de dudosa procedencia que tuvo algo de suerte en los negocios. El dinero no es suficiente en nuestro mundo, tienes que provenir de una familia importante si quieres que te respeten. ¿Por qué están tan empeñados en arruinar nuestra imagen?”

“¿La nuestra o la tuya? ¿Te has olvidado de tus orígenes?”

Su madre miró a los lados como si quisiera asegurarse que nadie los estaba escuchando. Mantuvo una sonrisa falsa en todo momento, aunque sus ojos brillaban con molestia. Tomó su taza con delicadeza y bebió un sorbo de su café.

“Es difícil para ti ver que Nerea no te conviene. Es una muchachita sin clase, Si hubieras visto la manera que me trató, a mí que soy tu madre”.

“Debiste hacer algo para merecértelo”.

Nerea no era alguien impulsiva o agresiva. Debías provocarla bastante para sacar su peor lado.

“No puedo creerlo. ¿Te estás poniendo de su lado?”

“Esto no se trata de estar de lado de alguien, nunca lo hizo. Ni cuando era un niño que prefería quedarse en casa con papá y mamá”, dijo lo último haciendo referencia a Ava.

“Ni…”

“Yo soy tu mamá”, le interrumpió

“Ni ahora”, Piero continuó como si ella no hubiera dicho nada

“Tu quieres que te apoye a ti sobre la mujer que amo. No debería tener que elegir entre las dos para ser feliz, pero si me vas a obligar a hacerlo, no te gustará mi decisión”

“Piero…”

“No es mi intención lastimarte, pero amo a Nerea y si no puedes ver lo feliz que soy con ella, entonces te importo aún menos de lo que creía. Dices que lo único que quieres es lo mejor para mí, pero no me conoces, no te tomaste el tiempo de hacerlo”.

Respiró profundo para calmarse.

“Debo irme, pero quiero saber algo más. ¿Cómo te enteraste que la madre de Alba había aparecido?”

“¿Qué importancia tiene como lo supe?”

“Madre”, advirtió.

Estaba irritado y cansado, solo quería ir por su hija a casa de sus padres y regresar a su casa para esperar a Nerea. Verlas le haría olvidar aquel desastre.

“¿Entonces?”, insistió cuando ella no dijo nada.

“Tu hermano y su esposa soltaron un comentario sin querer cuando fui a verlos hace algunos días atrás”.

“Mentira”.

Conocía bien a su madre, era muy buena para mentir. Ni un solo gesto que la delatara y aun así él sabía que no era sincera. Y no solo debido a que la conocía bastante bien, sino también porque su hermano lo habría puesto en alerta de haber sucedido como ella acababa de decir.

“Es la verdad”, musitó su madre menos confiada.

“Supongo entonces que no tenemos nada más de qué hablar. No me contactes, ni vengas a mi casa hasta que estés dispuesta a hablar con honestidad”.

Piero levantó la mano para llamar al camarero. Su café todavía estaba intacto en su taza y se iba a quedar así.

“Me trae la cuenta, por favor”, pidió en cuanto el hombre se detuvo junto a su mesa.

“Sí, señor”.

El mesero se alejó rápido.

Su madre soltó un suspiro.

“Está bien. Ella me llamó hace unos días y me pidió mi ayuda”.

“¿Ella? ¿Te refieres a Vittoria?”

“SÍ.”

Se contuvo de soltar una maldición, ¿Qué demonios estaba tramando Vittoria? Por el bien de Alba esperaba que no fuera nada malo, aunque su instinto le decía todo lo contrario.

“¿Qué te dijo exactamente?”

“Me contó todo por lo que había pasado. Ella quiere ser parte permanente de la vida de su hija y se oía muy arrepentida por lo que había hecho”.

No le dijo que la historia de Vittoria era una completa mentira porque no quería arriesgarse a que su madre confrontara a la mujer, alertándola para inventar una nueva historia.

“Puedo entenderla, sé lo que es cometer un error”.

Su madre estiró su mano sobre la mesa y tomó la suya.

“Yo cometí uno detrás de otro mientras tú y tu hermano estaban creciendo y al parecer lo sigo haciendo”

Piero la miró directo a los ojos tratando de determinar cuánto del arrepentimiento que escuchaba en su voz era real.

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