El bebe del millonario
Capítulo 47

Capítulo 47:

“¿Tienes hambre?”

De haber podido rodar los ojos, Alba lo habría hecho. Ella siempre tenía hambre. El médico que la revisaba cada mes, le había dicho en su último control que su peso estaba más que bien. Un escalofrío lo atravesó al recordar en todas las vacunas que su pequeña había tenido que recibir hasta el momento.

“Lo siento, pregunta ridícula. Puedo ser un poco tonto a veces, primero te cambiaré el pañal”.

Colocó a Alba encima de su cambiador y se puso manos a la obra.

Estaba terminando de ponerle un pañal limpio cuando escuchó la puerta principal cerrarse y luego unas pisadas fuertes.

“Alguien parece muy molesta”, comentó.

Su hija sonreía ahora que estaba seca y casi desnuda. De ser por ella, andaría solo con pañal todo el día. En ese mismo momento estaba pataleando como si su misión fuera evitar que le colocara su mono. Sin embargo, sus meses de experiencia le habían enseñado algunos trucos para distraerla el tiempo suficiente para volver a vestirla.

Terminó justo cuando escuchó los pasos detenerse en la puerta. Alzó a Alba y se dio la vuelta. Nerea estaba en el umbral de la puerta con una mirada furiosa.

Su expresión cambió en cuanto sus ojos se encontraron con los de él y una sonrisa apareció al ver a su hija estirándose para llegar a ella.

Él podía ser el padre de Alba, pero a veces dudaba que fuera su favorito. No es que eso lo molestara.

Nerea se acercó a ellos y tomó a su pequeña en brazos sin decir ni una sola palabra. Piero no dudó en entregársela y después la abrazó con su hija en medio. Se quedaron así durante unos segundos, luego Alba se removió inquieta y él dio un paso atrás.

“No te esperaba en casa tan temprano”, comentó dando un paso hacia atrás.

Nerea torció la boca.

“Terminé mi trabajo… o algo así”.

“Vamos a la cocina a prepararle la fórmula a Alba y me contarás lo que sucedió”.

Nerea asintió y salieron de la habitación. En la cocina, ella se sentó en una de las sillas y se encargó de distraer a su hija mientras él preparaba la fórmula.

“¿Entonces?”, preguntó entregándole el biberón con la fórmula de su hija.

Nerea se tomó su tiempo antes de responder.

“Bueno, prácticamente mandé a tu madre al demonio, aunque no con esas palabras. Le dejé claro donde podía meterse sus sugerencias”.

Ella se mordió el labio inferior y desvió la mirada.

“Me habría gustado verlo”, comentó con una sonrisa.

“¿No estás molesto porque le falté el respeto a tu madre?”.

“Sé que no me hace buen hijo decir que lo más seguro es que se lo merecía y aun así lo acabo de decir. Me sorprende que aguantarás tres días completos en su compañía, en especial cuando no aguantas estupideces de nadie”.

“Es tu madre, tenía la esperanza de que nos lleváramos mejor. No quiero ser un motivo por el cual se alejen aún más”.

“Sabes que no me importa que es lo que ella piensa de ti ¿Verdad?”

“Sí, pero…”

“Sin peros. Te amo y mi madre tendrá que entenderlo en algún momento”.

Se inclinó hacia ella y le dio un corto beso en los labios.

“¿Qué te parece si este fin de semana salimos de la ciudad para un fin de semana solo para nosotros? Podríamos ir a la playa”.

Necesitaban alejarse del mundo solo ellos tres, relajarse y pasar tiempo de calidad juntos.

“Me gusta cómo suena eso. Necesito distraerme”.

Nerea miró a Alba que estaba terminado su leche y le dio una sonrisa.

“¿Tú qué opinas, pequeña?”

“¿Quieres conocer la playa? Seguro te gustará”.

De pronto ella dejó de sonreír.

“¿Qué es? ¿Qué puso esa mirada en tu rostro?”

“A veces me siento mal por Vittoria y los momentos que le estoy robando con su hija”.

Piero se abstuvo de hacer una mueca al escuchar el nombre de la mujer. Quería decirle a Nerea sobre lo que había descubierto, pero no parecía el mejor momento, no después del día que había tenido.

“Bueno ella también es nuestra y no le estás robando nada”.

Nerea soltó un suspiro.

“¿Puedo preguntarte algo?”

“Por supuesto que sí, siempre puedes preguntarme lo que sea”.

“Si fuera lo mejor para Alba que tú y su madre biológica estén juntos, ¿lo considerarías?”

“No”, dijo sin dudar y no tenía nada que ver con lo que sabía de Vittoria.

Su respuesta habría sido la misma esa mañana y el día anterior y el día antes de ese.

“Ni por un segundo podría pensar que estar con Vittoria sería lo mejor para Alba”.

“Los niños necesitan que sus padres estén juntos para crecer en un ambiente seguro”.

“No siempre es así. En retrospectiva, fui más feliz después del divorcio de mis padres que cuando estaban juntos. Podría lastimar a Alba si me caso con una mujer con la absurda esperanza de que nuestra relación vaya a funcionar, menos cuando no compartimos nada en común”.

“Pero no la conoces y no te has dado el tiempo de hacerlo. Tal vez si lo hicieras, ella podría agradarte y hasta llegaría a gustarte”.

“¿Estás pensando en terminar conmigo?”, preguntó entre asustado y molesto.

“No, por supuesto que no”.

“Bueno, eso es lo que parece. ¿Por qué sino me hablarías de darle una oportunidad a Vittoria cuando estoy contigo y he sido más que claro con mis sentimientos?”

Tomó a su hija para sacarle los gases, luego la llevó al coche y le dio sus juguetes.

Regresó junto a Nerea y esperó una respuesta.

“Solo pienso en lo que podría ser mejor para Alba. Vittoria es la madre de tu hija y…”

“Y ese es el único motivo por el que llevo una relación educada con ella”, aclaró porque al parecer no era obvio.

“¿Es eso lo que te ha tenido preocupada estos días?

“Sí, es que todo está yendo demasiado rápido. La aparición de Vittoria, verla aquí con frecuencia pasando tiempo contigo y Alba. Eso me molesta, aunque estuve de acuerdo desde el principio. Tampoco me gustó la manera en la que la estabas mirando ayer y las ideas que han estado dando vueltas en mi cabeza desde que tu madre me dijo que quizás debería hacerme a un la…”

Nerea se quedó callada a media frase, pero no era necesario que terminara de hablar para que él adivinara lo que iba a decir. No sabía cómo Marena se había enterado que la madre de Alba había aparecido. Iba a hablar con ella sobre eso y sobre mantenerse al margen de su vida privada.

“Si estuviera en tu lugar lo más seguro es que me sentiría igual, pero confía en mí cuando te digo que no siento nada por Vittoria y que es a ti a quien quiero a mi lado”.

Piero vio a su madre tan pronto cruzó la puerta del restaurante. Iba igual de elegante que siempre. No podía recordar si es que alguna vez la había visto usar algo casual. Sin importar el lugar Marena siempre se arreglaba como si estuviera lista para aparecer en la portada de alguna revista.

Algunas miradas se desviaron hacia ella con disimulo. Era algo muy común cuando se trataba de su madre. Sin importar donde estuviera, siempre llamaba la atención y a ella le encantaba que fuera así… Vivía para aquellos momentos.

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