El bebe del millonario
Capítulo 46

Capítulo 46:

“Está bien”.

Vittoria se acercó a Alba y la besó en la mejilla.

“Adiós, hija mía”.

Sus palabras se sintieron como un golpe en el estómago. Vittoria le dio una sonrisa arrogante que solo empeoró las cosas.

“Nos vemos, Nerea”.

“Adiós”, dijo.

Piero acompañó a Vittoria a la salida mientras ella permanecía allí viéndolos alejarse: En cuanto estuvieron fuera del alcance de su vista, se marchó al baño de la habitación principal para bañar a Alba.

Piero entró a la habitación con el biberón en la mano cuando ella estaba comenzando a vestir a Alba.

“Justo a tiempo, ella está cansada y lista para dormir. Iba a hacer una huelga si te tardabas demasiado”, bromeó.

“Es igual de mandona que tú”.

“Mira quien lo dice, si lo único que sabes es dar órdenes”.

En cuanto terminó, se acomodó en la mecedora y él le entregó el biberón. Alba se quedó dormida tan pronto terminó de comer.

“¿Estás segura que todo está bien?”, preguntó Piero mientras salían de la habitación.

“Sí, solo estoy un poco cansada”.

“¿Mi madre no te ha dado problemas? ¿Verdad?”

“Nada que no pueda manejar”.

“Eso no es un no”.

Piero la acorraló contra la pared sujetándola por la cintura.

“Hablaré con ella, no me gusta verte desanimada”.

“No es necesario. Tengo experiencia con clientes difíciles. Además, espero terminar mañana y no verla por un tiempo. Lo siento, no debí decirlo así es tu madre”.

“No te disculpes, te entiendo, Si cambias de opinión dímelo y hablaré con ella”.

Él llevó las manos hasta sus mejillas y la sujetó.

“Te extrañé durante el día, siento que cuanto más tiempo estamos juntos menos soporto estar lejos de ti”.

Terminó y la besó con fiereza.

“Te amo”, susurró con la respiración entrecortada.

Envolvió las manos en su cintura y apoyó la mejilla en su pecho. Él no tardó en envolverla en un abrazo y apoyó el mentón en su cabeza.

“Y yo a ti”.

Durante el tiempo que permanecieron allí, todas sus preocupaciones dejaron de existir. Deseó tanto poder quedarse en sus brazos porque se sentía segura.

Se separaron después de un rato y fueron hasta la cocina para prepararla cena juntos, o al menos esa era su intención. Piero la cargó de la cintura y la sentó en una de las sillas.

“Te ves cansada, yo me encargaré de la cena”.

“No estoy tan cansada, puedo ayudar”.

“Déjame consentirte, por favor”.

Asintió con la cabeza y se dedicó a observarlo.

“Veo que Alba pasó un buen día con su madre”, comentó después de un rato con tono casual.

Piero estaba de espaldas a ella así que él no podía ver las emociones que pasaban por su rostro.

“Creo que ambas comienzan a entenderse”.

“Lo noté y también que tú comenzaste a llevarte mejor con ella”.

“Aún no me agrada, pero intentó no ser grosero o maleducado por el bien de Alba”.

Piero estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario por su hija y aunque le parecía admirable, eso trajo de regreso sus dudas. ¿Estaría él dispuesto a considerar a Vittoria como algo más que la madre de su hija por el bien de Alba?

Piero trataba de mantener la calma mientras leía el informe que su investigador le acababa de entregar cuando lo quería era soltar una rastra de maldiciones.

“¿Estás seguro?”, preguntó aun cuando él mismo había visto las pruebas que corroboraban todo lo que se detallaba en el informe.

Cerró la carpeta y la colocó sobre su escritorio con más fuerza de la necesaria.

“Sí, señor”.

“¿Y por qué te tomó tanto tiempo averiguar esto?”

“Tuve que corroborar la información”.

“Estaremos en contacto. Si encuentras algo más, no dudes en informármelo”.

“Así lo haré”, El hombre se puso de pie y lo dejó a solas en el despacho.

Piero se pasó una mano por el cabello y volvió a tomar el informe para leerlo por segunda vez.

´Eso no cambiará lo que dice´, se burló su consciencia.

Al parecer Vittoria había mentido en muchas cosas.

Para comenzar sus padres nunca habían dejado de apoyarla, por el contrario, le habían enviado dinero cada mes durante todo el embarazo, había extractos bancarios para probarlos.

Vittoria había decidido quedarse en la ciudad en lugar de en la casa que sus padres tenían en un pueblo a unas cuantas horas lejos de la ciudad. Los padres de Vittoria no eran ricos, pero tenían una solvencia económica bastante buena. De haberse quedado en casa habría recibido los cuidados adecuados. Sin embargo, no era raro que ella hubiera preferido vivir sola.

Vittoria no había abandonado su estilo de vida.

Salidas nocturnas, bebidas alcohólicas y, muy probable, también hombres habían seguido siendo parte de su vida, al menos hasta que su embarazo había comenzado a notarse.

Como si eso no fuera suficiente, Vittoria les había dicho a sus padres que había perdido a su bebé durante el parto.

La única cosa sobre la que Vittoria no había mentido era la foto de ella junto a Alba y el lugar dónde había dado a luz. Así que estaba seguro que sí era su madre, incluso si aún no tenía los resultados de ADN.

¿Qué es lo que estaba tramando Vittoria? ¿En realidad estaba arrepentida de haber abandonado a su hija y ahora quería ser parte de su vida?

Si no había confiado antes en la mujer, ahora lo hacía mucho menos. Necesitaba confrontarla y obtener algunas respuestas, pero esperaría un poco.

Quería ver si era capaz de seguir sosteniendo la mentira y por cuánto tiempo.

Piero guardó la carpeta en el primer cajón de su escritorio al escuchar el llanto de Alba a través del monitor. Respiró profundo tratando de calmarse y fue en busca de su hija.

Eran alrededor de las tres y solo estaban los dos.

Nerea estaba en el departamento de Marena, era su último día trabajando allí y Piero estaba aliviado de que fuera así. Su novia no le había comentado mucho sobre cómo iban las cosas con Marena, pero era obvio que le estaba afectando mucho, su estado de humor era una señal obvia.

“Tranquila, preciosa”.

Levantó a su hija de la cuna y la pegó a su pecho.

“Papá está aquí”.

Su hija soltó algunos balbuceos como si le estuviera regañando por tardarse demasiado. Era tan parecida a su novia cuando no se salía con la suya.

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