El bebe del millonario -
Capítulo 45
Capítulo 45:
Nerea había perdido la cuenta de las veces que se había preguntado si había tomado una buena decisión al aceptar trabajar para Marena. Nerea no era de las personas que se rendían, pero apenas dos días con ella y estaba a punto de hacerlo.
Desde que trabajaba para su padre había lidiado con todo tipo de clientes. Algunos de ellos con peticiones extravagantes, otros demasiados desconfiados hasta que les mostraba sus resultados. E incluso así, nada se podía comparar con las exigencias de Marena.
Ella le había explicado todo lo que quería y luego, en lugar de dejarla sola, se había mantenido cerca como si de su sombra se tratara. A veces desaparecía por algunos minutos, pero siempre volvía y en la mayoría de ocasiones para solicitar algún cambio o adición para después empezar a hacerle preguntas sobre su vida.
Habría considerado eso último algo bueno, después de todo su propósito de estar allí era que se conocieran mejor y así llevarse bien, pero Marena siempre tenía una crítica que soltar.
Que si pasaba mucho tiempo en el trabajo, que su elección de carrera quizás no había sido la mejor y otras estupideces más que no estaba dispuesta a tomarse en serio.
Ni siquiera era necesario estar en casa de Marena para llevar a cabo su trabajo, podría haber hecho la mayoría desde su oficina. Pero había aceptado hacerlo allí cuando la madre de Piero insistió. Había pensado ingenuamente que quizás ella buscaba hacer las paces. No había que ser adivinos para darse cuenta que no era su intención.
“¿Terminaste?”
Nerea rodó los ojos al escuchar la voz de Marena, en solo dos días le había llegado a resultar tan irritante. Si seguía escuchándola por más tiempo terminaría dándole una jaqueca.
Soltó un suspiro y giró la cabeza para mirar a la mujer. No hizo el mínimo intento por sonreír. Era un poco más de las cinco y estaba demasiado agotada como para intentar fingir.
Odiaba que su trabajo se estuviera convirtiendo en una pesadilla cuando por lo usual era algo desafiante y divertido.
“Me tomará al menos un día más”.
“Creí que terminarías hoy”.
“Habría sido así de no ser por todas las cosas que cambió. Mucho de eso requirió empezar el trabajo de nuevo. No todos nuestros sistemas de seguridad manejan el mismo sistema operativo”.
Marena hizo una mueca.
“Sí, como sea”, dijo ella agitando una mano con su manicura perfecta
“Me gustaría que te dieras prisa, saldré de viaje pronto y no pienso aplazarlo”.
“Trabajaré tan rápido como pueda”, comentó.
Se puso de pie, apagó la computadora y se colocó su abrigo.
“Debería irme, volveré mañana a primera hora”.
No tenía mucho sentido permanecer allí, su cerebro estaba frito.
“Escuche que ella apareció”, comentó Marena.
Nerea la miró confundida. ¿De qué demonios estaba hablando ahora?
“¿Quién?”
“La madre de Alba”.
“Así es”.
“¿Están seguros de que es ella?”
“Tiene pruebas que la respaldan, la foto que le había mostrado de una recién nacida Alba era bastante convincente. Además, Piero solicitó una prueba de ADN. Los resultados deberían llegar pronto”.
Piero había tenido que pagar un monto adicional para que alguien fuera a verlos en casa de sus padres al día siguiente de la aparición de Vittoria y le tomara una muestra de saliva.
Tenían suficiente con algunos medios de comunicación comentando sobre la bebé que estaba bajo el cuidado de Piero. No era necesario que salieran más detalles a la luz, en especial el que Alba había sido abandonada.
“Entonces la prueba es solo mera formalidad. ¿Qué es lo que piensas hacer?”
“¿A qué se refiere?”
“Esa mujer, como sea que se llame, es la madre de mi nieta. Piero y ella estarán unidos para siempre, eso es algo que no puedes ignorar. ¿No crees que ellos merecen la oportunidad de ver si podrían ser algo más? Alba necesita una familia completa y tú te estás interponiendo en el camino”.
Quería decirle tantas cosas, la mayoría de ella eran desagradables, pero al final solo le dio una sonrisa cortés.
“Hasta mañana, señora Marena”, dijo y pasó por su costado.
Se alejó antes de que ella se diera cuenta de lo mucho que sus palabras le habían afectado. No es que ella misma no hubiera pensado lo mismo en un par de ocasiones. En el exterior dejó que el aire de la tarde enfriara sus mejillas. Alzó la mirada al cielo y soltó un suspiro. Era difícil evitar preguntarse si es que Marena no tenía razón.
Amaba a Alba tanto como amaba a Piero. Alejarse de ellos le partiría el corazón, pero… ¿Estaba siendo egoísta al pensar solo en ella?
Las palabras de Marena aun rondaban su cabeza cuando llegó a casa. La escena que la recibió solo la hizo sentir peor. Vittoria estaba sentada y tenía a Alba en brazos. La pequeña no estaba inquieta como en otras ocasiones, por lo contrario, se veía relajada. Y Piero las miraba con una sonrisa soñadora en el rostro. Eran como una familia perfecta y ella parecía sobrar en la ecuación.
Sacudió esos pensamientos. No tenían ninguna lógica. Estaba dejando que las palabras de Marena influenciaran en su manera de ver las cosas.
“Lamento llegar tarde”, dijo arreglándoselas para sonreír.
Piero se dio la vuelta y su sonrisa creció al verla. De inmediato, se levantó y caminó hasta ella.
“Hola, cariño”.
Él se inclinó y le dio un beso rápido.
“¿Qué tal tu día?”
“Bien”.
No quería mentir, pero tampoco era su intención dañar la relación entre Piero y Marena. Ambos ya tenían mucho con lo que lidiar sin que ella interfiriera.
Piero entrecerró los ojos dejando entrever que no estaba convencido con su respuesta.
Agradeció a Alba cuando empezó a balbucear. La observó moverse desesperada en los brazos de Vittoria tratando de llamar su atención.
“Alguien te extrañó”, comentó Piero con una sonrisa.
Nerea se acercó a la bebé, pero se detuvo antes de levantarla. Por primera vez no se sentía cómoda tomándola sin permiso.
“¿Puedo?”, preguntó mirando a Vittoria.
Ella le dio una sonrisa y se la entregó.
“Hola, hermosa. ¿Cómo estuvo tu día?”, preguntó mientras la abrazaba.
“Te extrañé mucho”, susurró sobre su cabeza y le dio un beso.
Tenerla en brazos ayudó a disipar algunas de sus preocupaciones, al menos por el momento. Su calidez y aroma la hacían sentir en casa. La acomodó recostada en sus brazos y con una mano le acarició la mejilla.
“Es hora de su baño”, comentó Piero.
“¿Quieres que lo haga yo?”
“No”.
Necesitaba tiempo con ella.
“Prepararé su fórmula”.
Asintió de acuerdo sin dejar de mirar embelesada a Alba.
“Nos vemos en unos días, Vittoria”, continuó Piero.
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