El bebe del millonario
Capítulo 44

Capítulo 44:

Cuando algo se le metía en la cabeza a Nerea era difícil hacerle cambiar de opinión. Solo podía esperar y ver que todo resultara bien.

“Sí. Descuida no soy una chiquilla a la que ella puede asustar con facilidad”.

Nerea envolvió los brazos en su cuello y se puso de puntillas para darle un beso.

“¿Cuándo empiezas?”

“Pasado mañana”.

Piero y Nerea permanecieron abrazados durante algunos minutos, de pronto, ella se hizo para atrás como si acabara de recordar algo. La expresión que vio en su rostro no le dio un buen presentimiento.

“Por cierto, creí que habíamos acordado que no buscarías a Victor”.

“Jamás estuve de acuerdo con eso”, soltó sin pensar y tarde se dio cuenta que se acababa de delatar.

“Estaba segura que habías sido tú quien le partió el labio, no fue difícil llegar a esa conclusión”.

“Podría haber sido tu padre”.

“No, él le habría dejado al menos un par de huesos rotos. No lo vi llevando un yeso, así que no fue él”.

“Debería haberle partido algunos huesos entonces… solo para estar a la altura”.

“Esto no es una competencia y, solo por si no te has dado cuenta aún, estoy molesta contigo”.

“Los dos sabíamos que lo haría. Él te besó, no podía dejarlo así. Al menos no lleve un arma conmigo o lo que sería lo mismo, a tu padre”.

Nerea sacudió la cabeza y se alejó rumbo a la cocina. Piero caminó detrás de ella. Odiaba que hubieran pasado de abrazarse a discutir.

Nerea se lavó las manos y empezó a sacar los ingredientes para la cena de la despensa. Ella no dijo una sola palabra mientras lo hacía y tampoco lo hizo mientras cocinaba.

Piero le dio algo de tiempo y se mantuvo ocupado ayudando. Pero nunca había sido el más paciente de sus hermanos, ese era Fabrizio. Cuando la cena estaba casi lista, apagó la cocina y, sujetando a Nerea de las caderas, le dio la vuelta.

“Si sirve de algo, mi intención no era golpearlo”, fue lo primero que dijo.

Nerea lo miró con incredulidad.

“Su rostro cuenta una historia diferente”.

Se contuvo para no sonreír. No era momento de regodearse.

“No es como si no se lo mereciera”.

“Aun así, no debiste buscarlo. ¿Cómo sabes si quiera dónde vive? No, no es necesario que me lo digas, me hago una idea.”

“¿Estás preocupada por él?”, preguntó medio en broma, medio en serio.

Los celos era algo que solo había experimentado con Nerea y aún estaba aprendiendo a manejarlos.

“¿Estás bromeando?”

Nerea se veía indignada.

“Bueno, no se qué pensar. Actúas como si te molestara que le haya hecho daño”.

“Eso no podría importarme menos, tonto. Me preocupas tú y lo que pudo haberte pasado. Ya me había encargado de él, no tenías que ir a defender mi honor”.

Una sonrisa se extendió por su rostro y sus celos se esfumaron.

“No se te ocurra sonreír”.

Nerea le dio una mirada amenazante.

“Piero”, regañó ella cuando él no le hizo caso.

La acercó aún más y ocultó el rostro en la curvatura de su cuello.

“Nada me pasó y nada me habría sucedido. Soy bueno para defenderme, puedes preguntárselo a mi hermano. Y como dije antes, no era mi intención golpearlo. Claro que me moría por hacerlo, pero no fui hasta allí para eso. Solo quería dejarle claro que era mejor si se mantenía lejos de ti. Lo golpee cuando me dijo que no lo haría”.

Nerea soltó un suspiro y supo que ya no estaba molesta con él.

“Está bien, cenemos”.

Piero se alejó un poco, la tomó de la mejilla y se inclinó para besarla.

“Te amo”, musitó sobre sus labios.

“Y yo a ti, hombre de las cavernas”.

Piero soltó una carcajada.

Tres días después Piero recibió en su departamento a la madre de Alba. Solo serían él, su hija y Vittoria.

Nerea estaba aún en el trabajo. No había escuchado quejas sobre Marena, aunque el día anterior apenas había sido su primer día trabajando para ella. Debía pensar que era un buen presagio que no hubiera renunciado a la hora de empezar.

“Hola”, dijo ella y se acercó a darle un beso en la mejilla

“¿Cómo estás?”, preguntó por cortesía.

“Bien, pasa por favor”.

Ambos se dirigieron hacia la sala donde les esperaba Alba.

“Gracias por el lugar que conseguiste para mi”

Piero no aclaró que no había tenido nada que ver, Le había pedido al guardaespaldas que la cuidaba que buscara un lugar seguro y no tan lejos de donde estaba y él se había encargado. Solo había dado el visto bueno cuando su hombre le mostró lo que había encontrado.

Sacó a Alba de su coche y se la entregó a Vittoria con cuidado. Esta vez su hija parecía de mejor humor y no se lanzó a llorar en cuanto estuvo en manos de la mujer. Eso lo dejó más tranquilo. Su hija necesitaba pasar tiempo con su madre biológica, incluso si a él no le gustaba mucho la idea.

“¿Cómo ha estado ella?”, preguntó Vittoria sacudiendo una de las sonajas delante de Alba.

Debía tener al menos una docena de ellas de diferentes colores y tamaños.

Regalos de su familia como siempre le sucedía cuando se trataba de su hija empezó a hablar sin parar sobre todo lo que se le vino a la mente. Al terminar Vittoria lo estaba mirando con una sonrisa divertida.

“¿Eso fue mucho? ¿Verdad?”

“Para nada. Quiero aprender tanto como pueda, ya me he perdido demasiado y tú eres el mejor para enseñármelo. Te he visto con ella, eres el padre que todo niño podría desear. Nada más mira este lugar, es como si hubieras hecho muchos cambios pensados en ella”.

“Nerea sugirió la mayoría. Sin ella no habría tenido idea de que hacer”

“Creo que lo habrías descubierto por ti mismo en algún punto, No te quites crédito”.

“Estaré justo aquí trabajando”, informó cambiando de tema.

Piero se sentó en el sillón y acomodó su laptop sobre las piernas. Tenía algunas cosas que revisar y, aunque su oficina parecía un mejor lugar para trabajar, no iba a dejar a su hija a solas con Vittoria. Iba a pasar mucho tiempo antes de que pudiera sentirse seguro de dejarla a solas con ella.

Se concentró en la pantalla de su computadora y trabajo en silencio por los siguientes minutos. Revisó sus proyectos y eligió los que más le gustaron. Además, buscó algunos lugares donde podría tomar fotos y pasar el fin de semana con Nerea y su hija.

El sonido de la risa de Alba le hizo alejar la cabeza de la pantalla. Vittoria estaba soplando en la barriga de su hija, esa era una de las cosas que más le gustaban a la niña, mientras su pequeña se movía de lado a lado. Sonrió al ver a su hija relajada y pasándola bien.

Alba estaba creciendo a una velocidad vertiginosa.

Cada día parecía aprender algo nuevo. Su última misión era permanecer sentada tanto como pudiera, aunque aún necesitaba del apoyo de almohadas para hacerlo.

Piero estaba empecinado en creer que su hija era la bebé más hábil del mundo sin importar que el médico que la revisaba todos los meses le había dicho que estaba yendo al ritmo adecuado. ¿Qué clase de padre sería si no creyera que su hija era la más hábil e inteligente?

Estaba demasiado distraído con sus pensamientos que no se dio cuenta que ya no estaban solo ellos.

“Lamento llegar tarde”, dijo Nerea.

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