El bebe del millonario -
Capítulo 42
Capítulo 42:
“Por cierto”, dijo Piero
“¿Esta vez también me darás un beso cuando acabé la película? Porque aquí
entre nos esa es una de las razones por la que estoy sentado aquí viéndola por millonésima vez”.
Nerea se giró ligeramente para poder observarlo mejor.
“No entiendo”.
“No sé si dejarte con la duda o contártelo. Sería divertido verte tratando de descubrirlo”.
“O podría atarte a una silla y sacarte la verdad mediante tortura”.
“¿Es esa una propuesta indecente? ¿Puedo dar algunas sugerencias?”
Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no echarse a reír. En su lugar, le lanzó una mirada mordaz.
“Está bien, princesa. ¿Recuerdas la última vez que me obligaste a ver esta película?”
“Jamás te obligué a nada”, dijo dándole un ligero codazo.
“Tienes razón, estoy demasiado loco por ti, tanto que no me importa ver la misma película una y otra vez”.
Piero se inclinó y besó su cabeza.
“Como iba diciendo, la última vez que vimos está película, tú te quedaste dormida. Este sillón no parecía el mejor lugar para pasar la noche, así que decidí llevarte a la cama. Cuando me acerqué a ti, despertaste y te abalanzaste sobre mí suplicando que te hiciera el amor. Entonces, sin que pudiera evitarlo, me diste un beso”.
Frunció el ceño y lo miró incrédula.
“Bueno, está bien, puede que haya exagerado un poco. Pero la última parte es cierta”.
Piero le guiñó un ojo y le dio una sonrisa coqueta.
Nerea lo evaluó con la mirada intentando ver si estaba jugando con ella. Entonces recordó lo que creía haber soñado aquella noche y abrió los ojos con sorpresa.
“Veo que ya lo recordaste”, comentó su novio con humor.
“Yo…”
Lo señaló
“Tú…”
Se apuntó a ella misma.
“¿Eso sí paso?”
“Sí y vaya que lo disfruté”.
“¿Por qué no dijiste nada al día siguiente?”
“No mostrabas signos de recordarlo y no quería que te sintieras incómoda”.
“Creí que era un sueño”.
“¿Así que soñabas conmigo muy a menudo?”
Una enorme sonrisa se extendió en el rostro de Piero.
“¿Y qué es lo que solía hacer en esos sueños tuyos?”
Piero la tumbó sobre el sillón en un movimiento ágil
“¿Quizás algo como esto?”
Él se inclinó y la besó.
Nerea soltó un g$mido al sentir sus labios cálidos y dominantes. Su calor cubriéndola como si se tratara de una manta.
“¿O era algo así?”
Piero deslizó las manos por debajo de su sudadera hasta llegar a sus senos que se encontraban libres. Se había puesto cómoda poco después de que Piero se había marchado.
Recordó vagamente que no había obtenido una respuesta sobre a dónde había ido, pero se olvidó de ello bastante rápido. Era difícil enfocarse en algo cuando él la estaba besando.
“La pe… película”, tartamudeó en el momento en que Piero deslizó sus labios hacia su mentón y luego a lo largo de su cuello.
“Podemos verla otro día… estoy seguro que lo haremos”.
Piero se incorporó, alcanzó el mando de la televisión y la apagó. Luego colocó las manos en sus nalgas y la levantó en sus brazos. Nerea envolvió las piernas en torno a su cintura y se sujetó a sus hombros.
Piero comenzó a avanzar mientras la besaba aquí y allá.
“Deseo tenerte en mi cama”, musitó Piero mientras se detenían en su camino a la habitación de invitados.
Él la apoyó contra la pared y se restregó contra ella mientras mantenía sus frentes unidas.
“Pero más deseo escucharte gritar mi nombre”, terminó sobre sus labios.
Después de algunos minutos por fin llegaron a la habitación. Piero la sentó en la cama y la observó con deseo.
“Ropa fuera”, ordenó él con la voz gruesa.
Había algo en la manera que lo dijo que hizo que su excitación creciera.
Nerea se retiró la sudadera y se puso de pie para terminar de desnudarse. A su vez Piero se desvistió con la misma prisa. Ambos se tomaron su tiempo para apreciarse un par de segundo. Entonces él la recostó en la cama y se apresuró a ponerse sobre ella.
Los labios de Piero entraron en contacto con su abdomen y subieron hasta sus senos para llevarse uno de sus pezones a la boca, Nerea se mordió el labio inferior y lo apretó contra ella.
“Yo también soñé contigo desde el día que te conocí”, musitó Piero repartiendo besos en medio de sus senos.
“Tantas veces que no tienes idea. Te imaginé justo como estás ahora, pero mis sueños no te hicieron justicia”.
Nerea se sorprendió al escuchar su confesión. Creía que él nunca la había visto como más que una amiga hasta mucho tiempo después de que se conocieron.
Piero deslizó sus manos por su torso y llevó una de ellas hasta el lugar entre sus muslos. Introdujo un dedo dentro de ella y soltó un gruñido.
“Siempre estás lista, si supieras lo que eso me hace”
Piero se acomodó mejor y le devoró la boca mientras su miembro entraba de un solo golpe en su interior.
Arqueó la espalda y soltó un grito apenas acallado por la boca de Piero.
“Tan perfecta”, gruñó Piero alejando sus labios.
“Piero”, dijo su nombre en una súplica.
Deseaba tanto que se moviera.
Él le dio una sonrisa y comenzó a embestirla con movimientos certeros y profundos.
Nerea se abrazó en a su torso y se dejó llevar por el placer que ocupaba cada célula de su cuerpo.
Recibió cada golpe y suplicó por más.
“Casi”, g!mió al sentirse cerca del borde.
“Puedo sentirlo”, declaró él antes de morder su hombro.
Piero la tomó detrás de las rodillas y la hizo llevar sus piernas hasta el pecho mientras sus movimientos adquirían brutalidad.
Los dos estaban fuera de control y a Nerea le gustaba. A veces hacían el amor lenta y calmadamente, y otras, como en esa ocasión, dejaban que sus más bajos instintos se apoderen de ellos.
Cuando el orgasmo la alcanzó, Nerea se dejó ir con un grito ahogado y perdió la noción del tiempo. Piero no se detuvo y con unas cuantas estocadas más alcanzó su propio clímax. Él soltó un gruñido mientras se descargaba en su interior.
Piero se movió hacia el costado y la atrajo sobre su pecho. Nerea soltó un bostezo y cerró los ojos.
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