El bebe del millonario -
Capítulo 41
Capítulo 41:
“No. Tú cocinaste, yo me encargo del resto”.
“No me moles…”
“A mi regreso espero encontrar todo tal como está”, interrumpió.
“Sí, señor”, musitó Nerea con voz gruesa.
“Me encanta escuchar eso, en especial cuando estás debajo o encima de mí”.
“Piero”, dijo Nerea dándole un golpe en el pecho.
Recorrió su cuerpo con la mirada y sonrió.
“Definitivamente encima”, musitó y Nerea se sonrojó.
Unió sus labios en un beso una última vez.
“Regresaré pronto”.
“Está bien. Veré algo para pasar el rato y veremos mi película favorita cuando regreses. No me gustaría que te la perdieras”.
Soltó un g$mido lastimero y abandonó la sala con una sonrisa de bobo enamorado.
El departamento de Victor estaba del lado opuesto de la ciudad a la de él y debido al tráfico le tomó casi una hora llegar allí.
Su hombre lo estaba esperando en su auto a una cuadra de distancia para evitar levantar sospechas.
“¿Está solo?”, preguntó llamándolo al celular tan pronto bajó del auto. Miró el edificio de cinco pisos delante de él.
“Sí. ¿Desea que lo acompañe?”
“Descuida, me encargaré solo”.
Piero habría querido hacer aquello por la mañana, pero debido al encuentro con la madre de Alba, había tenido que postergar sus planes. Además, Victor había salido temprano. El guardaespaldas que había pedido prestado de su padre, lo había estado siguiendo toda la mañana.
Se acercó al intercomunicador y presionó el botón que lo comunicaba con otro de los departamentos.
Dio el nombre falso que le daría el acceso al edificio. Había desembolsado una gran cantidad de dinero solo para lograrlo. Podría haber enfrentado a Victor en público, pero eso habría llamado la atención y era lo que menos quería.
Subió por las escaleras y se dirigió a uno de los dos departamentos que ocupaban la planta. Llamó a la puerta y esperó lejos de la mirilla, no iba a correr el riesgo de que el cobarde no le abriera al darse cuenta que era él.
“¿Quién es?”, preguntó Victor.
Su furia creció al escuchar su voz.
“El vecino de la 12”, dijo modificando un poco su voz.
Su mentira funcionó.
Victor apareció en el umbral de la puerta. Sus ojos se abrieron con sorpresa al verlo.
Sin esperar un solo segundo, lo tomó del cuello de su camiseta con una mano y lo empujó dentro de su departamento. Lanzó al hombre con fuerza y él trastabilló hacia atrás.
Cerró la puerta sin dejar de mirarlo.
“Victor”, saludó con una sonrisa nada amistosa.
“¿Qué haces aquí?”, preguntó el hombre con valentía.
“¿Es que acaso no lo adivinas? Te doy una pista, esta no es una visita social”.
“Cualquiera que sea el motivo que te trajo, no te quiero aquí”
“Es horrible que los demás actúen sin importar tus deseos. Como tú cuando besaste a Nerea. Ella no lo quería”.
“¿Cómo estás tan seguro?”
Bajó su mirada hasta su entrepierna.
“¿Aún te duele?”, preguntó con sorna.
El hombre hizo una mueca.
“Eso pensé. Mantente alejado de ella”.
Se dio la vuelta dispuesto a marcharse. Quería golpear al infeliz, pero no era por eso que estaba allí. Si Nerea se enteraba que había ido a verlo y que encima le había golpeado, tendría mucho que decir al respecto. Si estaba allí, era para dar su mensaje.
Victor tenía que entender que ella no estaba sola, que había personas cuidándola.
“¿O si no qué?”
Las palabras de Victor llegaron antes de que alcanzara la puerta.
Se detuvo y lo miró sobre el hombro. El maldito desgraciado estaba más cerca y lo estaba retando con la mirada. Imbécil con poco sentido de conservación.
“Tú jamás serás suficiente para ella. Nerea merece a alguien mejor, no a un bastardo que se acostó con toda mujer que se le pusiera delante”.
Sus palabras no le afectaron en lo más mínimo, podía decir lo que se le apeteciera sobre él mientras no atacara a Nerea de ningún modo.
“¿Alguien como tú?”
“Sí, yo puedo darle lo que tú no”.
“Es una lástima para ti que ella no piense igual”.
“Eres tan arrogante que no puedes ver más allá de tus narices. Deberías ver la química que compartimos, la manera en la que ella me mira”.
Él bastardo tuvo el descaro de sonreír.
“Y no importa lo que diga o lo que haya hecho al final movida por la culpa, respondió a mi beso con pasión, no pareció recordarte hasta…”
Victor se calló cuando el puño de Piero estrelló contra su mentón. A la m!erda sus intenciones. Había tenido suficiente de sus estupideces. Lidiaría después con la furia de Nerea.
Victor cayó al suelo y Piero se sintió bien al darle su merecido.
“No volveré a repetirlo”, dijo con voz mortal.
“Mantente lejos de ella. Si escucho que vuelves a intentar algo como lo de esa noche o si solo das una mirada en su dirección, me aseguraré que nadie te vuelva a contratar… si es que sigues vivo para trabajar”.
“¿Es eso una amenaza?”, preguntó él limpiándose con el pulgar la sangre que se deslizaba por la comisura de sus labios.
“No, es una promesa. Y créeme, desearás que yo te encuentre antes que Giovanni”.
“¿Me dirás a dónde fuiste?”, preguntó Nerea mirando a Piero de reojo.
Él había llegado unos quince minutos atrás y no se había quejado ni una sola vez desde que comenzó la película, parecía demasiado distraído como para hacerlo.
Nerea no sabía a dónde había ido o lo que había hecho y, bueno, se podría decir que había heredado la curiosidad de su madre.
“¿Piero?”, llamó cuando él no respondió a su pregunta, era como si no la hubiera escuchado.
Su novio salió de su letargo y la miró confundido.
En definitiva, no había escuchado su pregunta.
“¿Qué sucede?”
Sonrió divertida.
“¿A dónde fuiste antes? Se veía como si tuvieras que hacer algo importante”.
“Era un asunto que tenía que solucionar cuanto antes”.
Su respuesta no le dijo nada, era casi como si intentara ocultarle algo. Sin embargo, no tuvo
tiempo de indagar un poco más.
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