El bebe del millonario
Capítulo 40

Capítulo 40:

“Como todo lo que hago”.

“Tienes razón”.

Piero se inclinó y le dio un beso en la mejilla, luego se volvió hacia Vittoria.

“Nerea y yo hablamos sobre tus visitas a Alba”.

Los ojos de Vittoria la miraron con curiosidad cuando Piero mencionó su nombre.

“Podrás verla un par de veces por semana, siempre cuando estemos uno de los dos presentes. Debido a que ambos trabajamos, la hora dependerá de nuestra disponibilidad de tiempo”.

La mujer asintió y sonrió.

“Gracias por eso. En serio me muero por pasar tiempo con ella y recuperar el tiempo perdido”.

“¿Cómo vas con del alojamiento?”

“He acudido a algunas entrevistas esta semana, pero no he encontrado nada aún. No quiero ser una molestia, pero me temo que no tengo el dinero para pagar un lugar ahora mismo”.

Piero asintió como si estuviera evaluando algunas opciones.

“Me encargaré de encontrar un lugar para ti y nos ocuparemos de los dos primeros meses de renta. Espero que ese sea tiempo suficiente para que encuentres algo”.

Piero y ella habían hablado al respecto, por segunda vez, esa mañana. Después de sopesar los pros y contras decidieron que era mejor si Vittoria vivía en su propio lugar.

Él no quería que la constante presencia de Vittoria afectara su relación y ella, aunque no desconfiaba de su novio, aceptó que era una situación complicada. Piero y Vittoria habían dormido juntos y ahora tenían una hija juntos. Había sido más fácil cuando la madre de Alba era alguien desconocida y no aquella mujer que ahora estaba sentada en la cocina de la casa que compartía con Piero.

Se asegurarían de poner a un hombre a vigilar sus movimientos hasta comprobar que sus intenciones eran buenas.

“¿En serio?”

Vittoria extendió la mano sobre la mesa y tomó la de Piero.

“Has sido bastante amable conmigo, más de lo que merezco”.

Nerea nunca se había caracterizado por ser alguien celosa, al menos no hasta que conoció a Piero, pero su lado más agresivo salía a la luz cada vez que una mujer se le acercaba demasiado y lo miraba de la misma manera en la que Vittoria lo estaba haciendo en ese momento.

Piero retiró su mano como si él contacto le quemara y se giró hacia ella. Nerea le dio una sonrisa para tranquilizarlo. No iba a saltar a la yugular de la mujer solo por algo como eso, aunque parecía muy tentador.

“Tu casa es muy hermosa”, halagó la mujer cambiando de tema.

“La mayoría es gracias a Nerea. Ella ha hecho algunos cambios desde que se mudó”.

“Tienes buen gusto”.

El halago de Vittoria no sonó como tal.

El resto de la comida Nerea se quedó en silencio analizando a Vittoria, solo participaba cuando su nombre era mencionado, la mayoría de veces debido a que Piero era quien lo hacía. En lo que a la mujer respectaba, podía no haber estado allí. Nunca fue descortés, por el contrario, en más de una ocasión le lanzó algún cumplido; pero eran de manera mecánica, como si fuera lo correcto.

“¿Puedo ver a Alba?”, preguntó Vittoria cuando terminaron de comer.

Piero miró a Nerea con la pregunta clara en el rostro. ¿Es que acaso no podía ser más perfecto? Era difícil sentirse excluida con él a su lado.

“Iré por ella”, anunció poniéndose de pie.

Una mueca se formó en el rostro de Vittoria y sus ojos se humedecieron. Se olvidó de su recelo y de inmediato se sintió mal por ella. No se había ofrecido con la intención de lastimarla. Se podía hacer una idea de lo difícil que debía ser ver que tu hija era cercana a otra mujer mientras tú tenías que esperar permiso para poder verla.

Piero soltó un suspiró después de cerrar la puerta.

Eso había sido… interesante, ¡Demonios! ¿A quién trataba de engañar? La última hora había sido, por decir poco, bastante incómoda.

Se había dado cuenta que, con cada segundo que pasaba, Nerea se iba poniendo más tensa. Podía entenderla. Estar junto a la mujer con la que había tenido una hija era una situación difícil de digerir.

“Eso no salió tan mal”, dijo Nerea cuando lo vio entrar a la sala. Estaba sentada en el sillón y el coche de su hija estaba cerca de ella.

Piero se acercó y le tendió la mano. Tiró de ella para ponerla de pie y, cuando lo logró, la sujetó de las caderas.

“Vamos, princesa, no necesitas mentirme. Di lo que tengas que decir, incluso si son algunos insultos dirigidos a mi”.

Prefería que fuera honesta con él y así poder buscar la manera de hacer que las cosas mejoraran al menos un poco. Piero estaba dispuesto a cualquier cosa, Nerea se lo merecía después de la paciencia que había exhibido esa noche cada vez que Vittoria la trataba con fría indiferencia.

Quería entender la actitud de Vittoria, pero no había justificación para su comportamiento. Se prometió hablar con ella para dejarle claro que, si quería seguir viendo a Alba, necesitaba tratar a Nerea con respeto.

Deseaba la felicidad de su hija, pero no estaba dispuesto a sacrificar su relación para que Vittoria fuera parte de la vida de Alba. Nerea soltó el aire contenido y habló.

“Ella no me agradó ni un poco y sí, en gran parte es porque no dejó de coquetear contigo durante la comida. Pero no es la única razón. Apenas pasó tiempo con Alba y se desesperó en cuanto se la dimos. En lugar de intentar calmarla, solo se rindió y nos la devolvió. No dejo de repetirme que es porque no tiene práctica, pero cuando nace su hijo qué madre no lo intenta”.

Piero asintió de acuerdo.

“Creí que era el único que lo había notado o que estaba en mi cabeza. Con eso de que no puedo dejar de ser precavido a su alrededor y que no puedo confiar en ella”.

“Supongo que solo queda ver cómo van las cosas en el futuro. Tal vez mejore, no estaría aquí si no estuviera dispuesta a acercarse a su hija ¿Verdad?”

A Piero se le ocurría un montón de diferentes razones por las que ella había aparecido, la principal: el dinero.

“Eso espero. No voy a dejar que Alba pase tiempo con alguien que no la quiere”.

Los dos miraron hacia el coche de su hija. Ella estaba entretenida golpeando su sonaja contra una de los soportes de plástico. Estaba tranquila y era su trabajo asegurarse de que eso continuara así.

Su celular comenzó a sonar y, de mal humor, soltó a Nerea. Al ver el número se alejó de ella lo suficiente para que no escuchara su conversación.

“Dime”.

“Acaba de llegar”. dijo la voz del otro lado del teléfono.

Piero observó el momento en que Alba comenzaba a aburrirse de estar en su coche. Nerea estuvo delante de ella de inmediato y la levantó. Su hija se calmó de inmediato y acomodó la cabeza en el pecho de Nerea. Pronto estaría dormida, su última siesta no había sido tan larga como otras.

“Está bien, estaré allí en media hora”, le dijo al hombre el otro lado del teléfono.

Colgó sin esperar respuesta.

“¿Buenas noticias?”, preguntó Nerea.

“Así es. Saldré un rato, espero que no te moleste”.

“Para nada. No es como si tuviera que limpiar”.

Nerea sonrió divertida.

Piero acortó la distancia, la tomó del rostro con ambas manos y le dio un beso. Se alejó antes de lo que le habría gustado cuando su hija se quejó.

“Me encargaré de todo cuando regrese. Tú relájate. Pon tu película favorita y lánzale a la pantalla algunos de esos insultos tan buenos que te sabes”.

Nerea soltó una carcajada, pero se calló para no molestar a Alba.

“Solo estaba bromeando, puedo hacer un poco de limpieza”.

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