El bebe del millonario -
Capítulo 39
Capítulo 39:
Su mirada aun seguía clavada en la deliciosa lasaña.
Se suponía que la madre de Alba llegaría dentro de unos minutos y ya tenía todo listo para recibirla.
Podía no ser una visita amistosa, pero no por eso iba a tratarla mal. Además, era otra forma de conseguir información sobre ella. Su madre siempre había dicho que podías averiguar mucho, si eras amable. Su padre, por otro lado, pensaba que un par de amenazas funcionaban mucho mejor.
“¿Estás segura de que quieres hacer esto?”, preguntó Piero en lugar de responder.
Se giró hacia él y sonrió al verlo. Estaba dando de comer a Alba mientras la balanceaba. Se veía completamente adorable.
“Hablamos de esto.”
“Sí, el día de ayer y hoy ella vendrá a nuestra casa. Eso es demasiado rápido”.
“¿Qué caso tiene prolongarlo? Quiero saber si es de fiar”.
Bueno, también se moría de curiosidad por saber cómo era… Pero era solo una pequeña parte de ella.
“Soy feliz con Alba y contigo. A veces creo que tal vez habrías sido mejor si no hubiera aparecido”.
“Claro que no piensas eso. Contrataste un investigador para encontrarla”.
“Era lo que se sentía correcto en ese momento”.
“Ahora… no lo sé”.
El timbre sonó en ese momento. Había llegado la hora.
“Supongo que ya es tarde para cancelar”, bromeó tratando de aligerar el ambiente. Se acercó a él y se puso de puntillas para darle un beso.
“Iré a abrir la puerta y tú déjala en su cuna”.
“Sí, señora”.
Piero se fue primero, luego ella se dirigió hacia la puerta principal. Se detuvo frente a la puerta y se armó de valor.
“Señorita Nerea”, saludó Darío en cuanto abrió la puerta. Él era uno de los tantos hombres de BSecurity que trabajaban para Alessandro.
Rodó los ojos. No importaba cuantas veces le había dicho que podía llamarla por su nombre o que él hombre le doblaba la edad, él seguía llamándole “señorita”.
“Solo Nerea, Dario. ¿Cuántas veces debo repetírtelo?”
“Está bien, señorita”.
Esa era su manera educada de decirle que iba a hacer lo que le daba la gana. Era un tipo divertido a su manera.
Sonrió divertida.
Nerea desvió su mirada hacia la mujer parada a lado de Darío. Era un poco más alta que ella. Su cabello era castaño, tenía la piel clara, los ojos verdes y pecas adornaban sus mejillas y nariz. Una sola palabra bastaba para describirla, hermosa. No era difícil entender porque había llamado la atención Piero.
Ella forma parte del pasado, se recordó.
“Tú debes ser Vittoria Marino”, preguntó ofreciéndole la mano.
“Yo soy Nerea Vitale”.
La mujer miró su mano y tardó un tiempo antes de tomarla.
“Pasa, por favor”.
Nerea se hizo hacia un lado para dejar pasar a Vittoria.
“Estaré en el coche”, informó Darío y se alejó.
Cerró la puerta y le indicó el camino a la mujer.
“Preparé lasaña, espero te guste”.
“Gracias”.
La mujer le dio una sonrisa que no llegó a sus ojos.
“No esperaba ver a nadie más aquí. ¿Tú y Piero…”
No le gustó la manera como dijo el nombre de Piero, como si fueran cercanos.
Vittoria dejó su pregunta abierta, pero Nerea no necesitaba que ella la terminara para saber qué quería decir.
“¿Estamos juntos? Sí”.
“Disculpa mi indiscreción. Es solo que él nunca te mencionó”.
Se quedó de pie observándola mientras intentaba descubrir si se trataba de un comentario al azar o si había alguna otra intención oculta detrás de sus palabras.
Vittoria le sostuvo la mirada y le dio una sonrisa de lado que duró apenas una fracción de segundo.
“¿Por qué no te sientas mientras sirvo la comida?”, invitó optando por no darle demasiada importancia.
Al igual que ella, Vittoria también debía tener muchas cosas en la cabeza.
“¿Deseas algo de beber mientras esperas? Piero vendrá en breve”.
“Agua estaría bien”.
Nerea sirvió agua en un par de vasos y le alcanzó uno a Vittoria. Bebió el contenido del otro de un solo trago.
“Entonces ¿Tú vives aquí?”
Alejó el vaso y lo colocó sobre la mesa.
Entendía que Vittoria estaba preocupada por las personas que estaban alrededor de su hija, pero no encajaba con el perfil de alguien que se había arriesgado a dejar a su hija en manos de personas que podrían no haberla cuidado como lo hicieron. Sin embargo, no estaba allí para juzgarla. Solo Vittoria sabía por todo lo que había pasado.
“Así es”, respondió. No se molestó en decirle que su mudanza aún no se había hecho oficial.
“Lamento la demora”, dijo Piero entrando a la cocina y Nerea estuvo cerca de soltar un suspiro de alivio.
“No te preocupes”, dijo Vittoria
“¿Todo bien?”, preguntó.
“Alba se despertó cuando la puse en su cuna, pero logré volverla a dormir”.
Piero se acercó a la encimera.
“Eso huelo delicioso”, acotó acercando su mano a la lasaña con claras intenciones de querer robar un pedazo.
“Inténtalo y perderás la mano”.
“Mensaje recibido”, dijo Piero levantando ambas manos al aire y dio un par de pasos atrás.
“Gracias por permitirme venir a ver a Alba”, musitó Vittoria con una voz más dulce que la que había usado con ella.
Extraño.
Piero pareció recordar que no estaban solos y se giró hacia la mujer.
“Umm… ¿De nada?”
Él le devolvió la atención
“¿Te ayudo en algo?”
“Coloca los platos”.
“También puedo ayudar”, ofreció Vittoria.
“Eres nuestra invitada, no te preocupes”.
Nerea se dio vuelta, pero logró captar un vistazo a la mueca que la mujer hizo. Se dijo que debían ser imaginaciones suyas y tomó la bandeja de vidrio y la llevó hasta la mesa.
Sirvió una porción de lasaña en cada uno de los platos y se sentó a lado de Piero.
“Esto es perfecto”, alabó Piero soltando un g$mido al probar de la comida en su plato y se llevó otro pedazo enorme a la boca.
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