El bebe del millonario
Capítulo 38

Capítulo 38:

“¿Así qué?”, preguntó con una tranquilidad que no sentía.

“Anoche, después de la reunión con los chicos de mi equipo, él… me besó”.

La última parte Nerea lo dijo casi en susurro y él no la escuchó bien.

“¿Qué él qué?”

“Me besó”.

Piero esta vez sí que lo escuchó y le tomó solo unos segundos asimilarlo. Furioso, intentó ponerse de pie, pero Nerea se sentó a horcajas sobre él en un segundo.

“Muévete, princesa”.

Colocó las manos en sus caderas para hacerla a un lado, pero ella cruzó los brazos detrás de su nuca y no fue a ningún lado.

“¿Estás molesto conmigo?”

“No, pero necesito que te muevas”.

“A mí me pareces muy molesto”.

“Claro que lo estoy, pero no contigo. Te conozco, eres fiel hasta la médula. Con el que estoy molesto es con ese hijo de p%ta por creer que podía besarte y no recibir un merecido. Voy a enseñarle a mantenerse lejos de ti”.

Por tercera vez intentó escapar del agarre de Nerea, pero ella se mantuvo firme. La única manera de lograr liberarse era haciéndole daño y eso no iba a pasar.

“No es necesario”.

“Oh, claro que lo es”.

“Piero, olvidas nuestro primer encuentro, sé cuidar muy bien de mí”.

Nerea le dio una sonrisa enorme.

“Ya me encargué de él”.

Eso lo tranquilizó solo un poco.

“¿Qué le hiciste?”

“Juró que solo recurrí a la violencia después de intentar alejarlo con un empujón. No funcionó. Pero si lo hizo un rodillazo en sus bolas”.

Hizo una mueca al imaginar la escena, pero no sintió ni un poco de compasión por Victor. Se merecía eso y más.

“¿Qué pasó después?”

“Regresé al hotel y lo dejé allí. Se veía bien esta mañana, así que no le causé daño permanente”.

“Es una lástima”.

Acarició su rostro y agradeció a Giovanni porque la había enseñado a defenderse bien. Aun así, él iba a hablar con Victor para cerciorarse de que había recibido el mensaje.

«Sigo queriendo matarlo. No me gusta pensar en ninguna parte tuya cerca de sus bolas”.

Nerea soltó una carcajada.

“Gracias”, musitó ella cuando dejó de reír.

“¿Por qué?”

“Por no saltar a una conclusión precipitada”.

“Confío en ti”.

Piero la sujetó de la nuca y la acercó para unir sus bocas en un beso desenfrenado. Necesitaba marcarla y que no quedara en ella el recuerdo de Victor. Con cuidado la recostó sobre la alfombra.

“Maldición”, susurró sobre sus labios.

“No tienes una idea de cuanto te extrañé”.

“Creo que si la tengo”.

Nerea le dio una sonrisa traviesa y esa fue su perdición.

Sus pensamientos se nublaron por el deseo. Una semana sin ella y estaba listo para tomarla allí mismo. Ella lo convertía en esclavo de sus más bajos instintos.

Volvió a cubrir sus labios mientras sus manos se deslizaban por debajo de su camiseta hasta llegar a sus senos. Se coló debajo de su sujetador y acarició sus pezones. Nerea soltó un jadeo y arqueó la espalada.

Desabrochó su sujetador para poder jugar con sus senos con mayor libertad y la besó en la curvatura

del cuello. Su olor lo embriagó.

Nerea llevó la mano hasta sus pantalones y le bajó el cierre. Introdujo una mano y la llevó hasta su miembro.

“Nerea, detente”, ordenó y hundió los dientes en su hombro.

“¿Estás seguro que eso es lo que quieres?”

Ella incrementó la velocidad de sus movimientos.

“Sí. No.”

¿De qué están hablando?

“Bueno si eso es lo que quieres”

Nerea dejó de acariciarlo.

“Nerea”, gruñó.

“Eso pensé”.

La diabla en la que se había convertido su novia, volvió a mover su mano.

Iba a hacerle pagar por eso cuando fuera capaz de pensar con claridad. Piero podía ver su final cerca. Entonces explotó con un fuerte gruñido. Tenía la respiración errática y no podía sentir nada más que las olas de placer yendo y viniendo por todo su cuerpo.

Pasaron algunos minutos antes de recuperar la consciencia.

“Espero que lo hayas disfrutado porque es mi turno y no seré benevolente”

Un quejido proveniente a través del monitor los sacó de su burbuja. Alba se había despertado y, aunque no estaba llorando, pronto se molestaría si la dejaban en su cuna por mucho tiempo.

“Creo que alguien tiene algo que decir al respecto”, comentó Nerea con una sonrisa.

“Lo siento”, dijo mirando a Nerea con decepción.

“No lo hagas, disfruté viéndote perder el control”.

Ella le dio un guiño.

Escucharon algunos balbuceos de su hija y Nerea lo empujó hacia atrás. Piero se levantó y le tendió una mano para ayudarle.

“Iré a atenderla mientras tú…”

Nerea miró hacia su pantalón y él captó el mensaje.

Estaba hecho un desastre.

“No te escaparás de mi esta noche”.

“Promesas, promesas”, dijo Nerea mientras pasaba a lado de él.

Piero le dio una palmada en el trasero, Se tomó algunos segundos para calmarse. Después de haberse corrido con la intensidad que lo hizo, el deseo debería haberse apaciguado, pero sentía como su cuerpo se preparaba para el siguiente encuentro.

Nerea sacó la lasaña del horno y la colocó a sobre la encimera. Sonrió con orgullo al ver lo bien que le había quedado. No era una experta en la cocina, pero había aprendido algunos de los muchos trucos de sus papás.

“Perfecto”, musitó mientras el delicioso aroma llegaba a ella.

“¿Crees que tarden mucho? Me muero de hambre”

.

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