El bebe del millonario
Capítulo 35

Capítulo 35:

Vittoria sonrió

“Es muy bonito. Tranquilo, no es mi intención arrebatártela. Me conformo con que me permitas ser parte de su vida”.

Su primer instinto fue decirle que no. No confiaba en sus intenciones, ni sabía si creer la historia que le había contado. Pero no era una decisión que pudiera tomarse a la ligera.

“Lo pensaré”, dijo por fin.

“¿Tienes dónde quedarte?”

Piero no tenía idea de por qué le había preguntado aquello.

“Estoy quedándome en un motel a media hora de aquí”.

Soltó un suspiro, esperando no arrepentirse de lo que iba a decir a continuación.

“Hay algunas cabañas que se utiliza para los invitados aquí, les preguntaré a mis padres si puedes quedarte en una de ellas”.

“No es necesario, lo menos que quiero es causar molestias”.

“Esto no lo hago por ti, sino por Alba. Eres su madre, me guste o no”.

Además, podía mantenerla vigilada si la tenía cerca.

Piero habló con sus padres esa misma noche. Les dio un resumen de todo lo que Vittoria le había contado y de su situación actual. Ellos estuvieron de acuerdo en darle alojamiento y su padre le ordenó a uno de sus hombres que acompañara a Vittoria por sus cosas.

“¿Estás seguro de esto?”, preguntó su mamá cuando se quedaron a solas.

“No, aún tengo mucho que pensar”.

Su mamá le dio un abrazo y algo de su tensión se esfumó.

“Me iré a descansar”.

“Hasta mañana, cariño”.

Entró a su habitación y caminó directo a la cuna de Alba, la sacó de su cuna y se acomodó con ella en la cama. Necesitaba cerciorarse de que ella seguía con él y que estaba bien. Su calor y aroma lo reconfortaron.

“¿Qué deseas?”, preguntó regresando al presente.

“Escuché que te marcharás hoy. Creí que vivías aquí”.

“Tengo mi propia casa”.

“¿Qué sucederá conmigo?”

“Puedes quedarte aquí por un tiempo”.

“¿Y cuándo podré ver a Alba?”

Los dos primeros días que Vittoria había estado en casa de sus padres, mantuvo a Alba lejos de ella. Recién el día anterior le había permitido verla una vez durante la mañana y otra vez por la tarde, en ambas ocasiones él había estado presente.

“Te avisaré”.

Todavía tenía que hablar con Nerea. No se sentía bien ocultándole la verdad, pero aquello no era algo de lo que se pudiera hablar por teléfono. No cuando ella estaba a horas de viaje y lo único que haría sería preocuparse.

Vittoria se acercó con vacilación y tomó una de sus manos.

“Gracias por darme una oportunidad”.

Piero miró sus manos unidas y retiró la suya sin importarle parecer grosero.

“Si eso es todo, será mejor que salgamos y por favor no vuelvas a venir a esta habitación”.

Piero tomó su maleta pequeña y la pañalera de su hija. Esperó que Vittoria saliera y la siguió.

Su hija estaba en la sala pasando el tiempo con sus abuelos. Sus carcajadas se escuchaban por toda la habitación.

“¿Ya te vas?”, preguntó su madre al verlo.

“Si”.

“Voy a extrañar a mi nieta”.

Su madre depositó besos en toda la cara de su hija.

“Promete que la traerás seguido”.

“Está bien”.

“Saluda a Nerea de mi parte. Espero que todo resulte bien”.

Piero no se molestó en actuar como si no la entendiera. La aparición de Vittoria podía cambiar las cosas entre él y Nerea.

“Lo haré”.

Piero miró a su padre pidiéndole con la mirada que vigilara a Vittoria, él asintió en señal de que había entendido.

“Cuídate, cariño”, dijo Vittoria mientras besaba la frente de su hija.

Piero resistió el impulso de dar un paso atrás para ponerla fuera de su alcance.

“Adiós”, dijo ella mirándolo a los ojos.

Él se limitó a mover la cabeza.

“Te acompañaré”, se ofreció su papá y tomó sus cosas.

Su papá acomodó la maleta y la pañalera en el maletero y Piero colocó a Alba en su asiento para bebé.

“Cuida de esta hermosura”, dijo su padre frotando la cabeza de Alba con cariño.

“Y cuídate”.

El viaje hasta el aeropuerto fue bastante rápido.

“¿Estás emocionada por ver a Nerea?”, le preguntó a su hija a través del espejo retrovisor.

No estaba seguro de sí ella entendió lo que le había preguntado, pero sonrió feliz. Tomó eso como un sí, por supuesto que la había extrañado, Alba y Nerea habían creado una conexión fuerte.

“Yo también. Esta fue una semana demasiado larga, me alegra que aún seas pequeña como para no entenderlo”

Nerea se sentía nerviosa mientras bajaba del avión.

En el vuelo lo único que había podido pensar era en Piero y cómo sería su encuentro con él después de su cambio de actitud durante los últimos días. Su lado fatalista se estaba preparando para lo peor.

Habría deseado que al menos él fuera a recibirla al aeropuerto, eso sí que la habría ayudado a tranquilizarla. Pero él le había escrito temprano esa misma mañana para decirle que no podía ir. ¿Debía tomarlo como una señal más de que él estaba poniendo distancia entre ellos antes de romperle el corazón?

Las carcajadas de los muchachos de su equipo la sacaron de sus cavilaciones. Ellos iban delante de ella hablando lo suficientemente alto para ser escuchados a varios metros de distancia sin importarles si llamaban demasiado la atención.

Eran buenos chicos y le gustaba trabajar con ellos… al menos con la mayoría.

Se dirigieron hacia la zona de equipaje y uno a uno los chicos se despidieron de ella cuando consiguieron sus maletas.

Su equipaje fue el último en aparecer. Colocó su maleta en el suelo y empezó a moverse.

“¿Nerea?”

Se detuvo al escuchar la voz de Victor. Había estado demasiada distraída para darse cuenta que él aún seguía allí. Pasó por su costado sin prestarle atención, no estaba de humor para conversar con él.

Victor logró retenerla por la muñeca impidiéndole alejarse.

Tomó una profunda respiración y giró la cabeza.

Miró la mano de Victor y luego directo a sus ojos.

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