El bebe del millonario -
Capítulo 34
Capítulo 34:
“Tienes razón, aunque nadie habría lidiado tan bien con nuestro cliente”.
“En el trabajo siempre te encuentras con ese tipo de personas. Aprendes a tolerarlos… aunque debo admitir que no fui nada profesional cuando pensé en darle una paliza”.
Victor soltó una carcajada.
“Nadie te habría juzgado”.
Durante unos minutos ambos caminaron en completo silencio hasta que Victor volvió a hablar.
“¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Piero?”
El cambio de tema la tomó por sorpresa, pero no vio nada malo en responder.
“Algunos meses”.
“Debe ser difícil salir con alguien como él”.
Dejó de caminar y se giró hacia él. No le había gustado ni un poco su comentario y mucho menos el tono de crítica que había utilizado. Su relación no era asunto de nadie y menos de alguien que no los conocía muy bien.
“¿A qué te refieres?”
“Ya sabes. Él tiene una hija”.
“Estoy al tanto”.
“No quería ofenderte. Solo que es claro que su prioridad siempre será ella”.
“Y no esperaría que fuera de otra manera. Esto no es una competencia entre una niña y yo”.
“Sé que no. Aun así, podrías encontrar algo mejor. Alguien que te ponga a ti en primer lugar y que te dedique el tiempo que mereces. Si yo estuviera con una mujer tan hermosa e inteligente como tú, no la daría por sentado.
Estaba punto de responderle cuando él la tomó del rostro y la besó.
…
Piero cerró la pañalera de Alba y revisó la habitación para cerciorarse de que no se había olvidado de nada.
Nerea iba a regresar ese día y él iba a ir a recogerla al aeropuerto. Su vuelo debía aterrizar a las tres de la tarde, así que aún estaba a tiempo. Debía admitir que estaba nervioso. Los últimos días sus llamadas habían sido cortas. Piero había estado demasiado distraído a causa la aparición de la madre de Alba.
Le preocupaba como Nerea se iba a tomar la noticia cuando se lo dijera.
“¿Estás ocupado?”
Piero se dio la vuelta y se encontró a Vittoria parada debajo del umbral de la puerta. Se veía más tranquila en comparación al día que había llegado.
…
Piero podía escuchar la llovizna que había comenzado a caer. Sus ojos estaban fijo a través de la ventana mientras esperaba que la supuesta madre biológica de Alba llegara. Miles de pensamientos pasaban por su cabeza.
“Es ella, señor”, informó el mismo hombre que antes había estado con su padre.
Se dio la vuelta sin ninguna prisa, asegurándose de no mostrar ninguna emoción. Tal y como había pensado tantas veces, reconoció a la mujer en cuanto la vio. Podía recordar algunos detalles de la noche que la conoció.
Ella se había acercado a él y le había pedido que le invitara un trago. En el transcurso de la noche, ella no había disimulado su interés en él y una cosa había llevado a la otra.
“Estaré con tu mamá en la cocina”, dijo su padre.
Incluso después de que él se marchó, no dejó salir una sola palabra. Primero necesitaba poner bajo control su furia. Su hija dormía en el piso de arriba y no necesitaba despertarla con gritos.
“Soy Vittoria”, se presentó la mujer en voz baja después de un par de minutos, su mirada clavada en el suelo.
“Yo… yo soy…”
El llanto impidió que ella terminara de decir lo que quería.
Piero sintió algo de compasión por la mujer. Él solo había estado pensando en él y lo mucho que temía perder a su hija, que no había considerado que Vittoria tal vez no lo había tenido fácil.
“Ten”, dijo acercándose y entregándole un pañuelo.
“Deberías sentarte antes de que te caigas”.
Vittoria parecía demasiado frágil y sus piernas no parecían capaces de soportar su peso por mucho más.
Se sentó en el sillón frente a ella y espero en silencio a que ella se tranquilizara.
“Lo siento por esto”, dijo Vittoria e intentó sonreír, sin éxito.
“Llorar es el menor de tus pecados”.
“Lo…”
“Dejaste a una bebé indefensa abandonada en la intemperie”, continuó sin escucharla.
“¿Sabes lo que pudo haberle pasado si nadie la encontraba? No habría pasado de la noche”.
El solo pensar en ello, lo ponía tenso. Su pequeña bebé indefensa. Los ojos de la mujer se llenaron de más lágrimas.
“Estaba desesperada, no sabía que más hacer”.
“Pudiste llamar a la puerta y entregármela”.
“¿Y si te negabas a aceptarla?”
“No lo habría hecho”.
“Es solo que yo no lo sabía, Se supone que lo que pasó entre nosotros era algo de una noche, pero luego me vi embarazada. Apenas sabía tu nombre y no fue hasta meses después que supe quien eras”.
Vittoria se limpió el rostro.
“Sabía que debía contactarte, pero lo seguí postergando”.
“¿Por qué la abandonaste?”
“¿Tienes idea de lo caro que es mantener a una bebé?”
“Me hago una idea”, respondió con ironía.
Vittoria hizo una mueca y frotó sus manos con nerviosismo.
“No tenía los medios para cuidarla. Mis padres dejaron de apoyarme en cuanto se enteraron que estaba embarazada y no pude mantener mi trabajo por mucho tiempo. Gasté casi todo el dinero que tenía ahorrado mientras trataba de mantenerme durante el embarazo.”.
Vittoria soltó un suspiro.
“Las cosas se pusieron peor hacia el último mes. El día que día a luz estaba lejos de un hospital, mi bebé nació en un hotel con ayuda de una mujer. Supliqué que no llamara a nadie, ya entonces tenía dudas de si me quedaría con ella. Era mejor si no había registros que la vincularan conmigo”.
“Piero no creía que era posible estar más furioso, pero así era. No cabía duda de que Vittoria no la había tenido fácil. Sin embargo, ella había tenido la opción de contactarlo antes, incluso si era para recibir una negativa… Lo cual no habría sucedido”.
“El dinero se acabó cuando ella llevaba algunos días de nacida y no me sentía capaz de cuidarla. Algo sucedió conmigo después del parto, lo único que hacía era llorar, ni siquiera me molestaba en levantarme de la cama. Una noche solo me rendí, ya no podía más”.
Piero guardó silencio asimilando lo que ella acababa de contarle. Deseaba tanto tener a su hija en brazos para decirle que estaba a salvo y que nunca dejaría que nada le pasara.
“¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué estás aquí?”
“Solo quiero ser parte de la vida de mi bebé”.
“No la tendrás de regreso. Según los registros, Alba es mía”.
Y estaba dispuesto a usar todos sus recursos para mantenerlo así.
“¿Alba? ¿Es ese su nombre?”
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