El bebe del millonario -
Capítulo 32
Capítulo 32:
“Estas celoso porque tu novia está lejos”.
Se detuvo y miró a su padre sobre el hombro.
“Golpe bajo”.
Su papá sonrió divertido.
Su mamá sacudió la cabeza y pasó por su costado.
“Iré a prepararle la fórmula mientras le das un baño”.
Asintió.
“Espero no te hayan traumado”, comentó lo suficientemente fuerte para que su padre lo escuchara mientras se ponía en marcha rumbo a su habitación.
“Tal vez no debería dejarte con ellos otra vez”.
“Piero De Luca, voy a dejarte sin postre si sigues diciendo cosas como esas”.
“¡Lo siento, mamá!”
Escuchó el eco de la risa de su papá.
Llevó a Alba a su habitación y le dio un baño rápido.
Después de vestirla llamó a Nerea, al igual que todas las noches.
“Hola, tú”, saludó ella sonriente.
“Hola, princesa”.
“¿Cómo estás?”
“Te extrañamos”.
“Y yo a ustedes. ¿Cómo está Alba?”
“Está perfecta. Acabo de bañarla”.
Movió el celular para que la cámara pudiera enfocar a su hija.
“Hola, cariño”, saludó Nerea viendo a Alba.
“¿Cómo estás? ¿Papá te está tratando bien?”
Cada vez que escuchaba a Nerea hablarle a su hija en aquel tono tan dulce y amoroso algo todo su interior se llenaba de calor.
Su hija hizo algunos ruidos y luego soltó un bostezo.
“Está cansada. Hoy pasó el día con mis papás mientras yo salí a tomar algunas fotos”.
“Me gustaría ver tus fotos cuando regrese”.
“No todas son tan buenas, pero hay algunas que ya sé que serán parte de mi colección”.
Escuchó un golpe en la puerta justo cuando terminó de hablar.
“Adelante”.
Su mamá entró con el biberón de Alba y se lo entregó.
“Aquí tienes. Hola, hija”, saludó su mamá.
Ella y Nerea se llevaban bastante bien.
“Hola Ava. ¿Cómo estás?”
“Bien, cariño. Gracias por preguntar. ¿Y tú?
“Cansada, pero todo marcha bien”.
“Me alegro”.
Su mamá acarició el cabello de Alba
“Los dejaré a solas”.
Ella se marchó después de despedirse de Nerea y cerró la puerta al salir.
“Deberías darle su leche a Alba, parece a punto de dormirse y sabes lo gruñona que puede ponerse después sino come”.
“Tienes razón, te llamaré más tarde. Te amo”.
“Y yo los amo a ustedes”.
Terminó la llamada y se sentó en la cama con la espalda en la pared antes de alimentar a su hija. Ella se durmió tan pronto terminó su fórmula, pero Piero se quedó con ella hasta un poco más tarde solo para asegurarse de que no se despertaba.
Acomodó a Alba en su cuna. Sus padres habían trasladado algunos muebles para ella desde la guardería que había en casa.
“Buenas noches, hija”.
Encendió el monitor y abandonó la habitación.
En la sala encontró a su padre hablando con su jefe de seguridad. Ambos se giraron hacia él en cuanto lo escucharon. Ninguno dijo nada por unos segundos y presintió que algo estaba pasando.
“¿Sucede algo?”, preguntó cauteloso.
“Alguien vino a buscarte… Dice que es la madre de Alba”.
Un solo pensamiento pasó por su cabeza: ¿Por qué ahora?
…
Nerea miró su celular mientras se debatía entre llamar o no a Piero. Había pasado más de un par de horas desde que habían hablado y él no había llamado otra vez. Tal vez se había quedado dormido y lo menos que quería era despertarlo. Era consciente de lo poco que dormía por cuidar de Alba. Si estuviera con él, al menos se aseguraría de que durmiera un poco más.
Soltó un suspiro y dejó su celular sobre el velador.
Apagó la luz de la lámpara y se acomodó para dormir. Dio algunas vueltas en la cama hasta que el sueño la venció.
La mañana siguiente despertó gracias al sonido insistente de su alarma. Presiono la pantalla de su celular para detener el sonido y casi cedió a la tentación de permanecer en cama un poco más. Se sentía como si no hubiera dormido nada.
Tomó su celular y envió un mensaje a Piero.
[¿Estás despierto?]
En lugar de una respuesta su celular comenzó a sonar.
“Buenos días”, saludó con una sonrisa.
“Buenos días. ¿Cómo dormiste?”
“Diría que bien, pero sería una mentira. Extraño dormir en casa”
“Y extraño tenerte a mi lado”.
“Solo unos días más”
“Nerea…”
“¿Qué sucede?”, preguntó cuándo él no continuó.
“Ten un buen día”.
Frunció el ceño. Tenía el presentimiento de que no era eso lo que él quería decirle.
“¿Está todo bien?”
“Sí, no te preocupes”.
“Bueno, hablamos en la noche, tengo que alistarme. Te amo”.
“Y yo a ti”.
Nerea salió de la cama y se alistó para ir al trabajo.
Debía darse prisa porque su movilidad pasaría a recogerlos a ella y todo su equipo a las siete y media de la mañana.
“¿Cómo vas con eso?” le preguntó a Victor que estaba a cargo de la seguridad del perímetro que rodeaba la casa.
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