El bebe del millonario
Capítulo 30

Capítulo 30:

El olor de la cena recibió a Nerea al llegar a casa y se dirigió directo hacia la cocina. Sonrió al ver a Piero.

Él estaba usando un delantal que desde su posición era difícil saber de qué color era, pero cualquiera que fuera seguro estaba lleno de dibujos divertidos.

A Alba le llamaban la atención los objetos coloridos y su padre parecía empeñado en creer que usar ese tipo de mandiles era bueno para estimular su cerebro. No iba a contradecirlo. Se veía muy tierno y al menos no había decidido cambiar su ropa habitual por alguna extravagante.

Alba empezó a hacer sonidos al verla y estiró los brazos dejando en el olvido el par de sonajas que hasta unos segundos atrás había estado golpeando contra los fierros de su coche. Aquellas cosas parecían indestructibles.

“Hola, princesa”, saludó Piero sin dejar de revolver lo que sea que estuviera preparando.

“Hola, tú”, devolvió mientras sacaba a Alba de su coche.

“Y hola a ti también, cariño”

“¿Qué estás preparando? Parecías muy concentrado, ni siquiera me escuchaste llegar”

“Tu plato favorito. Es la primera vez que hago algo tan elaborado y la receta dice que no puedo dejar de revolver la salsa hasta que empiece a hervir”.

Él giró el rostro.

“Ahora acércate”, ordenó con ese tono mandón que le gustaba.

“¿Para qué?”, preguntó ya caminando en su dirección.

“Más cerca”, volvió a ordenar Piero cuando se detuvo a un par de pasos lejos de él.

Nerea dio un paso.

“Un poco más”.

En cuanto quedaron lo suficientemente cerca para que sus cuerpos se toquen él se inclinó y le dio un beso.

Nerea sonrió en sus labios y se dejó llevar.

“Así está mejor”, musitó Piero cuando la soltó.

“¿Te ayudo en algo?”

“Ya casi termino. Ve a lavarte las manos y no dejes que Alba te engañe con su sonrisa para acercarse al agua. Acabo de cambiarla después de que decidiera darse un baño por su cuenta”.

Piero le dio una mirada a su hija que trataba de ser severa.

Nerea soltó una carcajada.

“¿Qué le hiciste a papá esta vez?”, preguntó jugando con la barriga de la bebé y ella rompió a reír.

Salió rumbo a la habitación que compartía con Piero y acomodó a Alba sobre la cama para empezar a cambiarse por algo más cómodo. En todo momento mantuvo un ojo en la pequeña traviesa.

Aunque todavía no podía gatear, seguro que podía arrastrarse hasta el borde de la cama y caerse.

“¿Qué es lo que hizo esta hermosura?”, preguntó de regreso en la cocina. Colocó a Alba en su brazo y le dio de comer la fórmula que Piero ya tenía lista.

“Cuando comencé a cocinar ella empezó a llorar, así que la levanté para distraerla. Me acerqué al caño con ella en brazos para cerrar el grifo. Eso pareció ponerla de peor humor, así que volví a encenderlo.

Nerea apretó los labios para no soltar una carcajada.

“Ella parecía feliz con eso”, continuó Piero

“Pero luego se inclinó en dirección al lavado. Pensé que no hacía daño si tocaba un poco de agua, pero en cuanto lo hizo quiso más. No sé cómo pasó, pero unos minutos después estaba toda mojada”

“Juro que intente detenerla”.

Nerea empezó a reír sin poder contenerse más y Piero le dio una mala cara, aunque luego una sonrisa se coló en su expresión.

Alba terminó de tomar su fórmula y se quedó dormida casi de inmediato. El agua debería haberla cansado. Nerea la colocó en su coche y se sentó en su lugar al mismo tiempo que Piero colocaba su plato en la mesa.

“¿Cómo va el trabajo?”, preguntó dando un primer bocado a su comida y soltó un g$mido.

“Esto está estupendo”.

“Gracias”, dijo Piero.

“Durante la siesta de Alba revelé alguna de las fotografías que tomé en los últimos meses. Recibí una llamada de la galería en la que trabaja Bianca y me ofrecieron exponer mis colecciones”.

Nerea estaba feliz cuando Piero retomó la fotografía. Aunque nunca lo había dejado del todo. Él siempre estaba tomando fotos de Alba o de ella.

Pero ahora quería volver a dedicarse a eso de manera profesional. Sabía cuánto lo había extrañado, aun cuando tenía a su hija para mantenerlo ocupado.

“Eso es genial. ¿Qué les dijiste?”

“Que tardaría un tiempo en tener una colección completa. Están dispuestos a esperar”.

Estiró su mano libre sobre la mesa y tomó la de él.

“¿No extrañarás viajar?”

“Aquí también hay muchas cosas que fotografiar. Me encantaba viajar y conocer nuevos lugares, pero me encanta más ser parte de la vida de Alba. Siento que cada vez que me doy la vuelta ella ha aprendido algo nuevo. No me imagino al otro lado del mundo lejos de ella durante semanas”.

“Alba es muy afortunada de tenerte”.

“No, ella es afortunada de tenernos a los dos”.

Asintió con una sonrisa, se giró para ver a la bebé.

“Tendrás que estar más alerta si no quieres que te haga jugarretas”.

Los dos compartieron una sonrisa y continuaron comiendo.

“¿Y qué tal tu trabajo? ¿Terminaste de colocar la seguridad de la que me hablaste?”, preguntó Piero después de un rato.

“Ujum… y si todo sale bien, deberíamos poder ofrecerlo a nuestros clientes dentro de algunos meses”.

“Funcionará, tú lo hiciste”.

Nerea se sonrojó al escuchar su halago.

“¿Así que… tu viaje sigue en pie?”

“Sí. No es una opción cancelarlo con tan poca antelación”.

“Y no quiero que lo hagas, es tu trabajo. Aun así, te voy a extrañar”.

“Será solo una semana”, dijo tratando de ser positiva.

“No es eso lo quería escuchar”.

Sonrió.

“Yo también te extrañaré”.

Piero observó el amanecer a través de la lente de su cámara y captó el preciso momento en el que un pájaro, sentado en una de las ramas de un árbol, extendía sus alas y saludaba al sol. Una mezcla perfecta de colores. El sol acarició al animal como si le estuviera regalando parte de su brillo. Había algo mágico en captar momentos irrepetibles.

Un disparo tras otro. Luego podría elegir la mejor fotografía entre todas.

El ave salió volando algunos segundos después y Piero tomó última foto antes de ponerse a revisar las imágenes obtenidas.

“Perfecto”, comentó con una sonrisa.

“¿No lo crees?”, preguntó girándose hacia su hija que descansaba en su hamaca para bebé unos metros más allá.

Ella dormía pacíficamente indiferente a lo que pasaba en el mundo.

Sacudió la cabeza.

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