El bebe del millonario -
Capítulo 28
Capítulo 28:
Su hija.
Ahora podía decirlo con toda certeza.
Sacó a Alba de su canguro y la abrazó. Como siempre, encontró su olor reconfortante.
“Eres mía”, musitó.
“Eres mía y siempre te amaré”.
Se giró hacia Nerea al sentir su pulgar limpiándole la mejilla. Piero se acercó para darle un beso fugaz y mantuvo sus frentes unidas.
“Alba De Luca, suena muy bien”, comentó ella y él rió.
“Suena perfecto”.
Tomó una respiración profunda y se giró hacia la doctora.
“Muchas gracias por todo”.
Se levantó y le tendió la mano.
Nerea también se puso de pie y ambos se dirigieron hasta la puerta. Piero mantuvo su enorme sonrisa mientras caminaban hacía el estacionamiento. Lo que tanto había deseado, se acababa de cumplir.
¿Qué más podía pedir?
“Me pondré en contacto con el abogado de mi familia para que realice los trámites. Necesito tener los papeles de Alba pronto”.
Sabía que todavía tomaría un tiempo que Alba fuera reconocida como su hija, pero ahora que tenía la seguridad de que ella era suya, nadie la alejaría de él… ni siquiera la mujer que la había dado a luz.
“Tranquilo muchacho”, dijo Nerea divertida
“Un paso a la vez. Disfruta de este momento”.
Asintió y miró a su hija. Levantó la mirada y vio a Nerea con el celular en mano.
“¿Qué haces?”
“Tomo una foto para el recuerdo. Ustedes dos se ven muy tiernos. Las mujeres se volverían locas si te vieran en este momento”.
“Tú eres la única mujer que quiero que esté loca por mí… y espero nos hayas tomado en nuestro mejor ángulo”.
Sus palabras provocaron la risa de Nerea.
Se detuvieron frente a su auto y Nerea abrió la puerta. Piero se inclinó y acomodó a su hija en su silla. Depositó un beso en sus mejillas regordetas y se alejó.
Rodeó el auto para ir al lado del piloto. Apenas se había acomodado en su asiento cuando su celular comenzó a sonar. El identificador le mostró el nombre su papá.
Sus padres estaban al tanto de que ese día iba a recibir las pruebas de ADN y de haber estado en la ciudad lo habrían acompañado a la clínica.
“Ella es mi hija”, dijo tan pronto contestó. No tenía ganas de mantener el suspenso.
Escuchó un grito del otro lado que identifico como el de su mamá Ava y rio por su entusiasmo.
“Felicidades”, dijo su padre con la serenidad que lo caracterizaba, aunque casi podía verlo sonriendo.
“Nuestro avión aterrizó hace poco”, informó su mamá
“Iremos directo a tu casa”.
“Creí que no llegarían hasta dentro de dos días”.
“Cambiamos de planes. Extraño a mi familia, pero nos veremos en breve”.
“No es necesario que vengan hoy, deben estar cansados después de vuestro vuelo”.
“Ni hablar. No he visto a mi nieta desde hace casi un mes”
La voz de su mamá dejaba claro que no iba ceder.
“¿Qué les parece si mejor la llevó a vuestra casa?”, ofreció
“Alba disfrutará pasar un tiempo al aire libre”.
“Perfecto, nos vemos dentro de poco”.
Su madre dio por terminada la llamada y su celular comenzó a sonar casi de inmediato. Esta vez era su hermana.
“¿Crees que tu celular deje de sonar?”, comentó Nerea divertida justo antes de que su propio celular comenzara a sonar.
“¿Decías algo?”
“Es mamá”, dijo Nerea
“Debe saber cómo resultaron las cosas, me sorprende que no llamara antes. Mi papá debió de mantenerla distraída”.
Los dos atendieron sus celulares al mismo tiempo. Piero fue el primero en colgar, a Nerea le tomó al menos unos cinco minutos más despedirse de su mamá.
“Mi mamá quería vernos”, comentó Nerea
“En cuanto se enteró que vamos para la casa de tus padres, me dijo que se pondría en contacto con tu mamá”.
“Mi hermana también irá y le avisará a Fabrizio de nuestra reunión improvisada”.
Piero había estado nervioso mientras estaba sentado en la sala de espera de la clínica, pero no había sido el único. Su familia había compartido su sentimiento desde donde estaban.
Miró a su hija a través del espejo retrovisor pensando que se había quedado dormida. No lo estaba. Alba tenía los ojos bien abiertos e intentaba con bastante empeño meterse su puño completo en la boca.
“Es extraño verla tan tranquila”, comentó.
“Incluso siendo tan pequeña, debe darse cuenta de que algo especial pasó hoy”.
Piero arrancó el auto y condujo rumbo a la casa de sus padres. Ellos ya estaban allí para cuando llegaron.
Su madre se acercó, casi corriendo, a saludarlos mientras su padre venía un poco más lento.
Después de abrazarlo a él y a Nerea, su mamá le pidió a Alba.
Su padre también le dio un abrazo y luego saludó a Nerea de la misma forma.
“Deberías ver todo lo que te compré”, dijo su mamá mirando a su nieta.
“¿Vamos?”, estiró una mano hacia Nerea.
Ella lo miró un segundo antes de irse con su madre.
“Es única. Tiene una tarjeta sin límite, pero casi nunca la había usado hasta que Leandro y la pequeña Alba nacieron. Con Alba parece aún más emocionada visitando tiendas para niños. Me arrastró al menos a unas diez de ellas mientras estábamos de viaje”.
Su papá no se estaba quejando, por el contrario, se veía feliz de que su mamá gastara su dinero.
“La única vez que le sugerí que podía comprar lo mismo aquí, me dio una mirada severa. Me guardé mis opiniones después de eso”.
“No actúes como si no hubieras sido un participe activo de sus compras. Estoy seguro que si mamá elegía un conjunto de ropa, tú sugerías que compre al menos en dos colores diferentes más”.
Su papá se encogió de hombros sin molestarse en negar nada.
“Me gusta verla feliz”
Los dos compartieron una sonrisa, su padre le dio una palmada en la espalda.
“Estoy feliz por ti. Sé lo mucho que deseabas que Alba fuera tu hija. ¿Cómo llevas lo de ser padre soltero?”
“Es todo un reto, en especial cuando ella llora y no sé por qué”.
Tener un hijo ponía todo en perspectiva. Nunca había admirado más a su padre hasta que le tocó hacerse cargo de su propia bebé. Entonces comprendió mejor lo difícil que debería haber sido para él criar dos hijos solo durante un tiempo.
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