El bebe del millonario
Capítulo 27

Capítulo 27:

“Oh, no es ninguna molestia. Acompáñanos”.

Victor asintió.

El comedor de la empresa estaba en la primera planta del edificio y no tardaron en llegar. La mayoría de las personas que comía allí, eran los que trabajaban desde las oficinas, pero también podías encontrar algunos de los que trabajaban en campo, en especial los que salían de turnos largos.

Se encontraron con Claudia cuando estaban buscando un lugar para sentarse. Ella ya había comenzado a comer, pero los llamó para unirse a ella. Nerea se acercó primero y luego hizo las presentaciones correspondientes.

“Bienvenido a bordo”, dijo ella con una sonrisa.

Se giró para mirar a Piero.

“Pero miren quién es”

Claudia se fijó en el canguro y arqueó una ceja

“¿Y de dónde salió esa preciosura?”

“Es nuestra”, declaró Piero sin dar más explicaciones.

A excepción de la familia de Piero y la suya, nadie más sabía del origen de Alba.

Claudia le lanzó una mirada llena de interrogantes, pero no hizo ningún comentario.

“¿Y cómo va el trabajo?”, preguntó Piero.

“Ya sabes, cuidando los traseros de hombres arrogantes que creen que pueden cuidarse solos. Son muy pocos los que están dispuestos a recibir órdenes de una mujer”

Claudia la miró y después a Victor.

“Ustedes dos sí que se divierten. Las máquinas no te dicen cómo hacer tu trabajo. Si no odiara tanto estar encerrada en una oficina detrás de un escritorio, me habría postulado para vuestro puesto”.

“Tienes que saber de computadoras para ello”.

“Buen punto”.

“¿Un mal día?”, intervino Victor.

“Una mala semana diría yo. No podía esperar a terminar mi turno. Es bueno que tengo un par de días libres para recuperarme antes de volver a mi triste realidad. ¿Y qué me dices tú? Cómo te va hasta ahora”.

“Bastante bien”.

“Maldito afortunado, no me sorprende. Tienes a Nerea en tu piso, eso ya es ganarse la lotería”.

“Deja de ser una aduladora”, comentó Nerea con una sonrisa.

“Solo soy sincera. Eres inigualable ¿No es cierto, Piero?”

“Es extraño que coincidamos en algo, pero sí”.

“Dejen de alabarme o se me subirá a la cabeza”.

Todos empezaron a reír. El ambiente se volvió ameno, pronto se encontraron bromeando y riendo. Alba se despertó a mitad de la comida para exigir su fórmula. Piero fue a conseguir agua tibia y Nerea se encargó de distraer a la pequeña hasta que su padre regresó.

“Lo haré yo”, se ofreció tomando el biberón.

“Es bastante hermosa y diminuta”, comentó Claudia.

“Era aún más pequeña”, dijo Piero.

El resto de la comida pasaron a hablar de los bebés, sus necesidades y lo rápido que crecían.

“No me agrada”, soltó de repente Piero mientras arrancaba el auto rumbo a la clínica.

“¿Quién?”, preguntó fingiendo ignorancia.

Sabía muy bien de quien hablaba. Piero podía haberse comportado con educación, pero no le había engañado ni por un instante.

“Ese tal Victor”.

Soltó una carcajada.

“¿Cómo puedes decirlo después de tan solo una hora?”

“Solo lo sé”.

“¿Estás celoso?”

“Si”.

Su respuesta le sorprendió. Había esperado que él lo negara.

“Eres hermosa e inteligente, cualquier hombre puede verlo.”

“Bueno, no estoy interesada en cualquier hombre”.

«Lo sé, y es por eso me esforcé en soportarlo en lugar de amenazarlo para que se mantuviera lejos de ti. Seguirá sin agradarme, al igual que cualquier hombre que esté cerca de ti”.

Sonrió. Era bastante tierno.

“Señor, señora, buenas tardes”, saludó la mujer de recepción cuando entraron a la clínica

“¿En qué puedo ayudarlos?”

“Soy Piero De Luca. Estamos aquí para recoger los resultados de una prueba”.

La mujer asintió.

“Pasen a la sala de espera, por favor, los llamaré en un momento”.

Ambos asintieron y se fueron a sentar.

“¿Cuánto crees que tarden?”, preguntó haciendo su mayor esfuerzo porque su nerviosismo no fuera tan obvio. Se suponía que estaba allí para apoyar a Piero.

“Espero que no demasiado”.

Diez minutos más tarde la recepcionista les indicó que entraran a uno de los consultorios. Una doctora los recibió en el interior del mismo.

“Tengo aquí los resultados de su prueba, señor De Luca”, informó ella después de saludarlos.

Piero apretó su mano.

El tiempo parecía haberse detenido en el preciso momento que la doctora leyó los resultados de la prueba de ADN.

Piero tragó el nudo que se le formó en la garganta y bajó la mirada hasta Alba que descansaba en su pecho ajena a todo. Levantó su mano y acarició su rostro con delicadeza. Había crecido bastante en el mes que estaba con él, pero seguía pareciendo una cosita diminuta y frágil. Algunas noches aún se despertaba aterrado por la idea de haberla aplastado mientras dormía solo para encontrar que ella ocupaba gran parte de la cama.

Sonrió al recordar lo poco indefensa que se veía cuando estaba con hambre o quería algo. Estaba seguro que sus gritos podrían dejar sordo a alguien, si se esforzaba un poco más. De todas formas, no estaba en sus planes averiguarlo, siempre se aseguraba de atenderla de inmediato.

El último mes se sentía casi como un sueño. Todo había sucedido demasiado rápido. Las noches en vela, la ansiedad al no saber lo que le sucedía cada vez que Alba lloraba, la preocupación al verla enferma.

La noche anterior apenas había logrado dormir un par de horas. Sentía que, si dejaba de mirarla, ella desaparecería.

“¿Está segura?”, preguntó arreglándoselas para hablar.

“Sí. Los resultados son confiables”.

Se giró hacia Nerea que lo miraba con cautela.

“¿Estás bien?”, preguntó ella.

“Mejor que bien”

Estaba feliz.

“Alba es mía”.

Soltó una carcajada mientras su visión se volvía algo borrosa por las lágrimas.

Nerea sonrió.

Su hija se despertó con todo el alboroto y le dio una mirada molesta. Eso hizo que él se riera más.

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