El bebe del millonario -
Capítulo 24
Capítulo 24:
Nerea aun dormía cuando llegó a la habitación de invitados, la destapó y le colocó la camiseta que había conseguido para ella. Debía estar bastante agotada porque ni siquiera se inmutó. La levantó en brazos y la llevó hasta su habitación donde la acomodó a lado de Alba.
Se recostó del otro lado de su hija, estiró su brazo para abrazar a su pequeña y a Nerea. Una sensación de tranquilidad lo invadió y se quedó dormido.
Despertó con la luz del día. Nerea ya se había despertado y lo miraba con una sonrisa. Se veía como sacada de una de sus mejores fantasías… No, mejor.
“Buenos días”, saludó.
“Hola, tú”.
Piero se acercó a Nerea por encima de su hija y le dio un beso fugaz. Alejó la mirada de ella antes de decidir que quería más que eso.
“Me extraña que esté dormida”, comentó mirando a su hija algo preocupado.
“Tranquilo, se despertó hace un par de horas, Le di de comer y volvió a caer rendida en cuanto terminó”.
Piero no se había dado cuenta de que alguna de las dos se había despertado. Desde que tenía a Alba siempre estaba alerta, pero con Nerea a su alrededor se relajaba un poco.
“Debiste despertarme”.
“Te veías demasiado lindo mientras dormías y no quise molestarte. Además, estoy segura que también te despertaste en algún momento de la noche, porque no creo haber llegado aquí por arte de magia”.
“¿Quién dice que no? Podría haberte traído aquí mientras te hacia el amor y no te habrías dado cuenta de nada. Eso es lo que llamo magia”.
Movió las cejas de arriba hacia abajo.
Nerea sacudió la cabeza.
“Eres insoportable”.
Días mas tarde…
Piero invitó a Santiago a sentarse. Él era el investigador privado que su padre le había recomendado para encargarse de encontrar a la madre de Alba. Sus antecedentes demostraban que era uno de los mejores en lo que hacía, pero hasta ahora no le había dado una información útil.
“¿Hay alguna novedad?”
“No, es como si la mujer hubiera desaparecido de la faz de la tierra después de dejar a la bebé. He revisado las cámaras cercanas a la zona y aunque logré identificarla en un par de ellas, se mezcló entre la multitud y la perdí”
El hombre estaba frustrado, aunque lo disimulaba muy bien.
“¿Cómo alguien puede desaparecer sin dejar rastro?”
Piero pasó una de sus manos por su cabello.
Encontrar a la madre de Alba era una prioridad. Era consciente de lo que algunas personas podían hacer por dinero. La mujer podría haberle entregado a su bebé, pero nada le aseguraba que no iba a aparecer en el futuro vendiendo farsas a quien estuviera dispuesto a escucharla.
No estaba preocupado por las repercusiones en su vida. Él podía lidiar con mentiras y chantajes. Era su hija quien le preocupaba, así como Nerea.
“He estado haciendo seguimiento a las madres que dieron a luz en las semanas previas a que encontrara a su bebé, Es una lista larga, pero es la única pista que podemos seguir por el momento. Lamentablemente no servirá de mucho si no dio a luz en la ciudad o en un hospital. Puede que ni siquiera haya un acta de nacimiento”.
Asintió porque, ¿Qué más podía hacer?
“Haz lo necesario para encontrarla, no me importa el costo. Contrata más personal si es necesario y pide los favores que quieras”.
“Está bien”
Santiago se puso de pie y le tendió la mano.
“Estamos en contacto”.
El hombre se dio la vuelta y se marchó.
Piero soltó un suspiro. Giró su sillón de oficina para mirar más allá de la ventana.
¿Y si nunca encontraban a la madre de Alba? ¿Seria tan malo?
Si la prueba de ADN era positiva, podría iniciar con el papeleo necesario para que Alba lleve su apellido y nadie nunca pueda arrebatársela, ni siquiera su madre. Por otro lado, si no lo era… Bueno lo iba a solucionar.
No estaba seguro de cuánto tiempo estuvo perdido en sus pensamientos cuando escuchó a Nerea.
“¿Qué te dijo?”
Piero sonrió al escuchar la voz de Nerea. Desde que su noviazgo había empezado, ella había estado en su casa todas las tardes y la mayoría de noches. Todavía no había podido convencerla de mudarse con él, pero cada vez más cosas suyas estaban en su casa.
Se dio la vuelta y le tendió una mano. Ella avanzó y cuando se detuvo frente a él, Piero la sentó en sus piernas. Acomodó el mentón en su hombro y tomó una respiración profunda.
“Aún no hay ninguna pista de la madre, ni de su paradero”
“¿Estás seguro que no la recuerdas? ¿El color de su cabello, ojos, nombre?”
“Probablemente lo haría, si la veo. Sin embargo, ahora solo tengo en la cabeza rostros borrosos sin nombre”
Nerea hizo una mueca.
“Así de mal ¿Eh?”
“¡Carajo! Debes creer que soy un completo imbécil”
“No por completo, quizás solo un noventa y nueve por ciento” dijo Nerea y sonrió.
“Escucha, yo…”
“No necesitas darme explicaciones”.
“Pero quiero hacerlo”
Colocó un mechón de cabello de Nerea detrás de su oreja y acarició su mejilla.
“No soy un santo. Salí con varias mujeres, seguro que no tantos como muchos asumen, pero eso no hace ninguna diferencia. Eran mujeres que estaban dispuestas a conformarse con lo que yo estaba dispuesto a ofrecer. Una noche, sin ataduras. No había nombres y nunca me quedaba más allá de lo necesario”.
“¿Estás seguro que ninguna significó nada para ti?”
“No”, dijo sin dudar.
“Hasta que tú y yo estuvimos juntos, no tenía idea de lo que era compartir algo más que solo se%o.”
“Sé lo que tratas de decir, tampoco me sentí tan conectada a nadie antes”
Nerea le dio un suave beso en los labios.
“Puede que no me agrade el pensar en ti con otras mujeres, con varias mujeres”, acotó Nerea con una sonrisa burlona.
“Pero es parte de tu pasado”
Ella se puso seria antes de continuar.
“Ahora, si me engañas, eso sí que sería un problema”.
“Jamás. Odio la idea de hacerte daño”.
Nerea apoyó la cabeza en su hombro y nadie dijo nada por un buen rato. No había necesidad de palabras para llenar el silencio.
“¿Y Alba?”, preguntó Piero.
“Está tomando su siesta”.
“Qué sorpresa, cada vez duerme menos”.
“Y solo se pondrá mejor”, bromeó Nerea.
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