El bebe del millonario -
Capítulo 23
Capítulo 23:
La besó mientras sus manos se metían debajo de su blusa para acariciarla. Su piel era tersa y cálida.
Levantó su blusa por el bordillo y se alejó un poco para poder pasársela por la cabeza. Nerea quedó con su sujetador, hecho de encaje color melón que realzaba el color de su piel.
Con sus ojos clavados en los de ella, se inclinó y depositó un beso en la parte descubierta de cada seno. Eso no fue suficiente para saciar su hambre de ella. Deslizó su mano hacia la espalda de Nerea, soltó el sujetador y se lo retiró. Intentó ser un caballero y no quedarse mirando su pecho, pero falló miserablemente.
Subió sus manos hasta sus senos y acarició sus pezones con los pulgares. Nerea se mordió el labio inferior y su respiración se tornó errática.
“Eres hermosa”, susurró inclinándose cerca de su oreja.
Le dio un suave mordisco en el lóbulo, quería cada parte de ella en contacto con su cuerpo.
Arrastró los labios desde su cuello hasta su vientre.
Dejó de acariciarla para retirarle el pantalón.
Desabrochó el botón y arrastró la prenda por sus piernas antes de dejarla caer al suelo junto a su pantalón.
Volvió a acomodarse sobre ella, pero dejó una de las manos entre sus muslos.
“Piero”, g!mió Nerea cuando la acarició en su centro húmedo.
Ella lo sujetó por la nuca y lo atrajo para darle un beso.
“Si supieras todas las veces que he fantaseado contigo…”, susurró sobre sus labios.
Incremento la intensidad de sus caricias, no iba a detenerse hasta llevarla al clímax. Quería verla perder el control antes de poseerla.
“Por favor”, suplicó ella con la voz ahogada.
Nerea comenzó a retorcerse de placer bajo él.
“Córrete, princesa”, ordenó con la voz ronca.
Eso pareció ser suficiente estímulo para Nerea. Ella soltó un grito que Piero se aseguró de silenciar apoderándose de su boca.
“Después de todo, no creo que odies que te llame princesa tanto como dices”.
“Tonto”, musitó Nerea devolviéndole la sonrisa.
Apoyó la frente en la de ella intentando encontrar algo de control. Había planeado tomarse su tiempo para adorar cada parte de su cuerpo, pero sentía que cada segundo que pasaba sin entrar en ella era una tortura. Era como una represa que al fin encontraba liberación.
No tenía por qué seguir tratando de contenerse.
“Piero… te necesito, ahora”.
Incluso en un momento como aquel, ella seguía siendo tan demandante y, maldita sea, si eso no lo excitaba. Cada cosa de ella le encantaba, incluso cuando le daba pelea.
Con prisa se retiró la única prenda que lo separaba de ella y terminó de desnudarla. Apoyó las manos sobre la cama a ambos lados de ella y acomodó su miembro en su entrada.
“¿Estás segura?”
La comprensión brillo en los ojos de Nerea y asintió.
No habría sido fácil detenerse si ella decía que no, pero lo habría hecho.
“Jamás he estado con nadie sin usar preservativo”, le dijo.
Era difícil de creer, con una hija en su historial, pero no era más que la verdad.
“Y me hago pruebas periódicas”.
“Confío en ti”.
Esas palabras le apretaron el corazón.
Sin dejar de mirarla directo a los ojos, se fue introduciendo lentamente en ella. Sus músculos se tensaron y arrugó las sábanas entre sus manos al sentir su calidez envolviéndolo. Era diferente a cualquier cosa que hubiera experimentado antes.
Nerea tenía los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás. Sus manos se aferraban a él como si fuera su salvavidas, las uñas clavadas en su espalda.
Podía sentir la dureza con la que lo agarraba, llevaría con orgullo sus marcas.
Se retiró con suavidad y volvió a embestirla. Nerea g!mió y a ese sonido le siguieron muchos más mientras la tomaba con movimientos lentos y profundos.
Posesión, lujuria, deseo, amor. Piero se sentía desbordado por todas las sensaciones.
“Eres tan perfecta”, musitó entre dientes.
“No puedo aguantar mucho más”.
“Piero…”
No pudo contenerse por mucho tiempo más. Se arrodillo y tomó a Nerea de las caderas dejándola con el cuerpo en el aire.
Se inclinó a besar sus senos mientras empezaba embestirla con rapidez, en cada golpe intentando llegar más profundo. El sonido de sus cuerpos al chocar apenas era silenciado por el de sus g$midos.
Los dos estaban fueran de control.
“¡Piero!”, gritó Nerea y segundos después llegó al climax.
Eso fue lo único que necesito para dejar que su propio placer llegara a la cúspide. Su visión se tornó borrosa y perdió su fuerza. Dejó a Nerea caer sobre la cama y terminó encima de ella.
Cerró los ojos y se quedó allí mientras se recuperaba. Segundos después rodó hacia el lado y se llevó a Nerea con él.
“Eso fue…”
“Impresionante”, terminó por ella.
Los dos aún estaban con las respiraciones agitadas.
Nerea sonrió y acomodó la mejilla en su pecho. Él colocó una mano en su espalda y la movió de arriba hacia abajo.
La respiración de Nerea se ralentizó poco a poco y algún tiempo después se quedó dormida.
Se preguntó si era normal seguirla deseando tanto aun cuando acababan de hacer el amor. La respuesta encontró su camino bastante rápido. No creía que hubiera algún momento en el que no deseara a Nerea.
Se había mantenido alejado por el miedo de algún día marcharse y lastimarla, pero ahora esos pensamientos parecían irrisorios. La sola idea de dejar a Nerea, dolía. Ella iba a tener que hacerse a la idea de que estaba en su vida para quedarse.
Sonrió y con cuidado se puso de pie para ir al baño. Se limpió y luego volvió a la habitación con un paño húmedo tibio y se encargó de limpiar a Nerea. Ella se movió un poco, pero no despertó. Al terminar la cubrió con el cobertor y se dirigió a su habitación para conseguir un pantalón para dormir.
Estaba terminando de vestirse cuando escuchó a su hija quejarse. Se acercó con prisa, no quería que su pequeña bulliciosa despertara a Nerea.
“Tranquila, cariño, ya estoy aquí”, dijo levantándola.
No es que tuviera mucho sentido, ella no se iba a calmar hasta que solucionara lo que le había despertado. Su pequeña mandona necesita un cambio de pañal.
Llevó a Alba a su cambiador y se puso a trabajar mientras tarareaba una canción. De rato en rato se inclinaba y le daba besos en sus mejillas regordetas. Su hija se quedó quieta el tiempo suficiente para que le pusiera un pañal limpio. Al terminar le hizo cosquillas en el vientre a su hija y ella rio.
“Listo, ahora que estás limpia vamos a preparar tu fórmula”.
Alba podía no estar llorando por comida en ese momento, pero lo haría en poco. Estaba aprendiendo a anticipar sus necesidades.
Una hora después, dejó a Alba en medio de su cama con algunas almohadas a sus costados para evitar que algo le sucediera y fue a traer a Nerea. Había pasado de no querer quedarse a dormir con una mujer, a hacer lo posible para que estuviera a su lado al despertar.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar