El bebe del millonario
Capítulo 22

Capítulo 22:

“Di lo que tengas que decir”.

Piero llevó su mano libre para acariciarle la mejilla con los nudillos de sus dedos.

“Me encanta cuando te sonrojas, aunque no es la única cosa que adoro sobre ti”

Piero tomó una bocanada de aire antes de continuar.

“Esta tarde, cuando te besé en la oficina, estaba arrepentido, pero no por los motivos que crees. Sabía que estarías en la empresa de mi familia y fui porque quería hablar contigo. Te contaría sobre mis sentimientos y te invitaría a comer”

Piero sacudió la cabeza.

“En cuanto te vi, me olvidé de todo. Lo único que podía pensar era lo hermosa que te veías. Resistí lo más que pude, pero es difícil luchar contra los sentimientos cuando quieres a alguien”.

“¿Tú… me quieres?”, preguntó tratando de confirmar si había entendido bien.

“Eso es lo que acabo de decir”.

Nerea se tomó su tiempo para procesar sus palabras, aunque se había imaginado un escenario como ese más de una vez, no podía creer que estaba pasando en verdad.

“Estoy confundida. De pronto sientes que me quieres”.

“Nerea, eres la primera persona a la que llamo cuando tengo buenas o malas noticias. Adoro pasar tiempo contigo y te extraño cuando no te tengo cerca. Pienso en ti más veces de las que debería. Hace ya un tiempo que me gustas, pero encerré mis sentimientos y decidí actuar como si no existieran. No quiero hacerlo más”.

Los ojos de Piero estaban llenos de promesas que quería creer.

“Di algo”, musitó Piero.

“Déjame ir”.

Piero la miró con tristeza y se dio cuenta que él había malinterpretado sus palabras.

“Me refiero a que me sueltes. Necesito que me des algo de espacio para poder pensar con claridad. Prometo que no saldré corriendo”, sonrió escuetamente.

“No importa si lo haces, de todas formas, iré tras de ti”.

Piero se hizo para atrás. Se sentó en el extremo opuesto al que ella se acomodó.

El silencio entre ellos se prolongó durante algunos minutos mientras Nerea ponía sus pensamientos en orden, sin saber por dónde comenzar.

“Yo también te quiero”, dijo por fin.

“Lo he hecho por un tiempo”.

“Nerea…”

Alzó la mano para que le dejara continuar.

“Aun así, eso no cambia nada. Tu no crees en las relaciones serias, lo has dicho más de una vez, y yo no podría conformarme con nada menos que eso. El se%o sin compromiso no es lo mío. Terminaría destruida al igual que nuestra amistad”

Nerea hizo una mueca.

“No podría verte con otra mujer después de haber estado contigo y actuar como si nada… Ya es difícil verlo ahora”.

“Lo siento”, se disculpó el en el acto.

“No tienes que disculparte. Eres un hombre soltero y no me debes nada”

Se preparó para lo que iba a decir a continuación porque no era nada fácil

“Tal vez lo mejor es que hagamos de cuenta que nada de esto sucedió”.

“¿Podrías hacerlo?”, preguntó Piero.

“Porque yo no. Tienes razón, siempre he insistido en que no quería estar con nadie, pero no sé si alguna vez fue por completo cierto”

Él se inclinó hacia adelante para poder alcanzar su mano.

“Eres mi mejor amiga y no quiero perderte, es por eso que nunca te habría hablado de mis sentimientos si no estuviera dispuesto a darte más que algunas noches de diversión”.

Sus palabras eran tan claras, pero todavía se resistía a aceptar que él le estuviera proponiendo lo que creía.

“¿Qué tratas de decir?”

“Quiero poder besarte cada vez que se me antoje”

Acarició sus labios con el pulgar.

“Quiero recorrer mis manos por tu cuerpo y llevarte al éxtasis. Quiero decirte lo mucho que te quiero. Si no he sido claro aún, quiero que seas mi novia”.

“¿Y si no funciona?”

Ese era su lado pesimista hablando por ella.

“No sabemos qué pasará en el futuro, pero ambos somos bastante obstinados y seguro podemos hacer que funcione. Entonces, ¿Qué dices?”

Nerea pensó en lo que tenía que perder y era mucho, pero ya había quedado claro que olvidarlo no era una opción. Quería todo lo que él había dicho y más.

“Me gustaría intentarlo”.

Esperaba no arrepentirse después. No, no lo haría. Incluso si no resultaba, tendría recuerdos buenos.

Piero sonrió de oreja a oreja. Tiró de ella hasta que la acomodó a horcajadas sobre él.

“Es un alivio. No me habría sorprendido que me mandaras al diablo”

Él la tomó del rostro y la besó.

“Te quiero, princesa”.

“Yo también te quiero, pero aún no me gusta ese apodo”.

“Seguro que puedes hacer algo para convencerme de no usarlo”

Soltó una carcajada que se convirtió en un chillido cuando él la tumbó de nuevo sobre el sofá. Piero ocultó el rostro en su cuello mientras sus manos la acariciaban por debajo de su camiseta. Un estremecimiento la recorría allá donde sus manos la tocaban.

De pronto, Piero se alejó y se puso de pie. Le tendió la mano y la ayudó a ponerse de pie, luego la tomó de las nalgas y la levantó. Ella se aferró a su cuello y envolvió las piernas en torno a su cintura. Su cuerpo ardió con necesidad la evidente excitación de Piero.

Esa no era la manera que había imaginado que terminaría su noche, pero seguro que no iba a quejarse.

Piero recostó a Nerea sobre la cama y la observó.

Espero que lo invadiera el pánico, que aquella voz insidiosa a la que le gustaba decirle que tarde o temprano la iba a lastimar hiciera acto de presencia; pero eso nunca sucedió.

Nerea consumía todos sus pensamientos. La había deseado desde hace mucho tiempo y al fin ella iba a ser suya.

“¿Piensas quedarte allí toda la noche?”, preguntó Nerea con la misma insolencia que lo había tratado el día que la conoció.

Devoró sus labios y se alejó con una sonrisa presumida.

“¿Decías algo?”

“Creo que estás demasiado vestido”.

Soltó una carcajada. Esa mujer lo volvía loco con sus ocurrencias.

“Tienes razón, pero lo solucionaré en este instante”

Se retiró la camiseta y la lanzó sin fijarse donde iba a parar

“¿Ves algo que te guste?”

Los ojos de Nerea estaban clavados en su pecho.

Se retiró el pantalón y volvió a colocarse sobre ella.

Se sentía como una eternidad desde que había probado sus labios.

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