El bebe del millonario -
Capítulo 21
Capítulo 21:
Durante la comida, Nerea mantuvo una charla amena sobre su trabajo y las nuevas locuras de Claudia, su amiga del trabajo. Sabía que solo trataba de distraerlo.
Nerea se hizo cargo de Alba cuando despertó. La llevó al baño para cambiarla y a su regreso Piero ya se había encargado de que alguien le trajera un poco de agua tibia para preparar la leche de su hija. Ella insistió en alimentarla y no pudo negarse al ver el cariño con el que miraba a Alba.
“¿Y si no lo hago?”, preguntó sin dejar de mirar a su hija.
Nerea entendió a lo que se refería sin necesidad de más explicaciones.
“No hay ningún documento que certifique que es tu hija y no podrás tramitarlo a menos que tengas una prueba de ADN. Si lo prolongas más, podrías meterte en problemas legales”.
Piero lo sabía. Su papá le había dicho algo parecido.
“Bueno acabemos con esto”.
Llamó al mesero para pagar la cuenta y después se dirigieron hacia la clínica, había elegido la mejor de la ciudad. Quería que todo se hiciera en estricta confidencialidad y con discreción. No necesitaba que las noticias de la existencia de su hija se filtraran a la prensa. Lo harían en algún momento, pero esperaba que tardaran un poco más.
Ser hijo de uno de los hombres más ricos del país y de una de las mujeres más solicitadas en los eventos de moda, hacía que de vez en cuando la prensa posara su atención en ti para ver si había algo bueno de qué hablar. Una hija sorpresa, era un chisme jugoso.
No esperaron demasiado antes de que una enfermera se acerqué a ellos.
“Señor De Luca, señora”, saludó la mujer
“Pasen por aquí, por favor”.
Los dos asintieron y siguieron a la mujer a través de un pasillo hasta la sala de exámenes. La enfermera los invitó a sentarse y les explicó el procedimiento, aunque Piero ya había sido informado previamente cuando reservó su cita.
La enfermera frotó un hisopo en la parte interior de su mejilla, luego lo colocó dentro de una bolsa que selló. Después repitió el procedimiento con Alba, que se quejó al sentir el hisopo en su boca.
“Tendrán el resultado dentro de dos semanas”.
Nerea había cumplido con su misión. Piero y Alba se habían realizado su prueba de ADN y ella no tenía nada más que hacer allí. Necesitaba marcharse a su departamento para lamerse sus heridas en privado, pero primero debía encontrar la manera de escapar de Piero.
Él la había tomado de la mano en cuanto salieron de la sala de exámenes y no la había soltado desde entonces. No iba a aceptar lo mucho que le gustaba ese simple gesto.
“Tomaré un taxi”.
Piero continuó caminando.
“Piero, por favor”
Se sentía débil emocionalmente.
“Te escuche, pero creo que se te olvidó que acordamos hablar”.
“Jamás accedí”.
Piero se quedó en silencio.
“Si tienes algo que decirme algo, puedes hacerlo aquí”.
Se convenció de que sería más fácil si la rechazaba de una vez.
Piero se detuvo junto a su auto y soltó su mano para abrir la puerta del copiloto.
“Sube”, ordenó él.
“No.”
Nerea se cruzó de brazos.
Él sonrió.
“Nerea, tienes dos opciones: O subes por ti misma o te cargaré dentro; pero no te irás sin que hayamos aclarado las cosas primero”.
Vio la determinación en sus ojos y supo enseguida que estaba hablando muy en serio. Debía haber algo malo en ella porque se sintió muy tentada de llevarle la contraria solo para ver de lo que era capaz. Sin embargo, soltó un suspiro y le hizo caso.
“Buena chica”.
Acomodó la cabeza en la ventana y se dejó llevar por sus pensamientos. Era difícil entender que es lo que Piero tenía en mente. Sus acciones eran contradictorias. Se había molestado después de besarla y luego se había mostrado más que encantado ante la idea de que ella estuviera celosa justo antes de volverla a besar y sonreír como idiota.
¿Qué es lo que se suponía que debía pensar?
Cerró los ojos e intentó calmar el tomento que estaba sucediendo en su cabeza. Para bien o para mal, Piero le diría que es lo que le sucedía.
Nerea se acurrucó contra su almohada. Frunció el ceño al darse cuenta que su almohada era demasiado cálida y tenía músculos definidos. Abrió los ojos confundida y se encontró con la mirada divertida de Piero.
“¿Estás cómoda?”
Debía haberse quedado dormida en algún momento durante su viaje. Ahora ya no estaba en el auto, sino en el departamento de Piero.
“¿Qué haces? Bájame”.
Nerea se removió para que él la dejara en el suelo. No llegó a ningún lado.
El agarre de Piero era firme.
“En unos segundos”
No pasó mucho tiempo antes de que Piero la depositara en el sofá largo.
“¿Dónde está Alba?”, preguntó tratando de no pensar en lo mucho que deseaba quedarse cerca de él.
“En su cuna, durmiendo. Estuvo despierta casi todo el viaje”.
En lugar de hacerse hacia atrás, Piero se acomodó sobre ella con una rodilla sobre el sofá y la otra pierna en el suelo. Tomó sus muñecas y las llevó por encima de su cabeza donde las sujetó con una mano,
“¿Qué… qué estás haciendo?”
“¿Acaso no es obvio? Asegurándome de mantenerte aquí para que podamos hablar”.
“Esto es ridículo. No podemos tener una conversación en esta posición”.
“¿Quién lo dice? Esta me parece la única forma de que me escuches hasta el final, no es como si tuviera esposas para esposarte a mí. Aunque es una tortura estar tan cerca de ti…”
“Si es tan difícil, hazte a un lado”, rechinó entre dientes.
“Me aseguraré de poner suficiente distancia entre nosotros”.
La ira parecía la única manera de salir ilesa de aquello. Jamás había esperado que Piero pudiera romperle el corazón a propósito.
“¡Diablos! Eso no es lo que quise decir. Deja de malinterpretar mis palabras”
Piero se escuchaba frustrado.
“No quiero que vayas a ningún lado”.
Soltó un resoplido.
“Lo que tú digas”.
Podría haber sacado una pierna para engancharla en su cintura y darle la vuelta, pero ambos caerían por el borde del sofá. Aunque estaba furiosa, no tenía ninguna intención de dañar a Piero. Y tal vez, solo tal vez, era demasiado masoquista. Disfrutaba tenerlo sobre ella.
Era consciente cada respiración que daba, sus labios bastante cerca de los suyos, la intensidad de su mirada. Le estaba tomando todo su esfuerzo no suplicarle que la besara.
“Deja de mirarme así o me olvidaré de porque estamos aquí. Y por mucho que deseo besarte, no lo haré hasta que todo este aclarado”.
Se sonrojó avergonzada al verse descubierta. Había pensado que era buena disimulando sus sentimientos.
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