El bebe del millonario -
Capítulo 20
Capítulo 20:
La conocía muy bien para saber que su amiga estaba buscando una manera de esquivarlo y así evitar hablar con él, pese a que le había dejado claro que tenían que hacerlo. Nadie le daba órdenes, al final del día ella hacía lo que le daba la gana. Y si desaparecía, quién sabe cuándo seria la próxima vez que podría verla. Aunque esta vez no estaba lejos de usar a Alba como excusa para atraerla.
“No me sorprende que, con tu reputación, intentara algo contigo”.
“Pues no es así”, declaró comenzando a molestarse porque creyera que alguna vez le haría algo como eso.
“Jamás saldría con ella después de lo que pasó entre nosotros”.
Vio el rubor extenderse por el rostro de Nerea.
“Como si fuera la primera vez”, dijo ella con sarcasmo.
“¿A qué te refieres?”
La puerta del ascensor se abrió antes de que pudiera recibir una respuesta. Ella salió apresurada y no tuvo más remedio que seguirla. No dijo nada porque no quería llamar la atención de nadie.
Salieron al estacionamiento y caminaron directo a su auto.
“¿Nerea?”, insistió cuando se detuvieron junto a su vehículo.
Ella se dio la vuelta y lo miró con la ira ardiendo en los ojos. Si las miradas mataran…
“No actúes como si no supieras de lo que hablo. ¿O tienes algún tiempo de espera antes pasar de una mujer a otra?”
Tal vez se lo merecía. Él que Nerea conociera su historial con las mujeres no ayudaba para nada.
“Olvídalo”.
Nerea tomó la manilla de la puerta del auto, pero la puerta estaba bloqueada.
“Pareces tener admiradoras a donde sea que vayamos”, la escuchó susurrar.
Frunció el ceño y reparó en el hecho de que en toda su discusión Nerea no había mencionado el beso o lo dijo él después. Estaba molesta, pero en aquel momento ninguna de esas cosas parecía ser la causa.
¿Podría ser que…?
Una sonrisa se extendió por su rostro.
“Espera, ahora lo entiendo, Estás celosa”
Si antes había pensado que Nerea quería matarlo, ahora estaba seguro. Tal vez no debía de haberlo dicho así. Necesitaba aprender a expresarse mejor.
Nerea lo confrontó. Colocó un dedo en su pecho y apretó los labios.
Sabía que debía tenerle miedo o al menos actuar como si lo hiciera, pero era difícil lo único en lo que podía pensar era en lo mucho que le gustaría borrar esa expresión retadora con un beso.
“Eso te gustaría. Idiota presumido”
Ella volvió a presionar su dedo en su pecho con fuerza
“Deja de sonreír”.
“El día que fuimos al supermercado parecías igual de molesta luego de que nos encontramos con Anna. No lo entendí entonces, pero lo hago ahora”.
“Deja de inventarte historias”.
“Entonces explícame, ¿Por qué estabas molesta ese día?”
“Yo… Yo…”
“Eso es todo lo que necesito saber”.
Piero levantó una mano para sujetarla de la nuca y se inclinó. Sus labios se posaron sobre los de ella con una necesidad abrazadora. Nerea se resistió al principio, pero se rindió después de unos segundos.
Soltó un suspiro y él aprovechó para dejar que su lengua se adueñara de su boca.
Su hija se removió en su pecho y no le quedó más remedio que alejarse.
Se quedó observándola en silencio tratando de recuperar el aliento. Nerea tenía las pupilas dilata y las mejillas sonrojadas. De no haber estado en medio del aparcamiento, con su hija en brazos, habría vuelto a besarla y no se habría detenido.
¿Cómo había logrado resistirse a Nerea en el pasado?
Desde el momento en que ella lo había besado aquella noche era como si una necesidad primitiva se hubiera desatado en su interior”.
“Vamos a comer y por la noche arreglaremos esto”.
El desafío en sus ojos, le dijo que lo que le esperaba no sería nada fácil. Bueno, él podía ser igual de obstinado.
La conversación con su hermano, le había ayudado a aclarar algunas cosas. Estaba hastiado de las noches en hoteles con mujeres al azar. Deseaba una relación de verdad. Es solo que no lo quería con cualquier mujer, quería a Nerea. Lo único que le había preocupado era que ella no lo viera como nada más que un amigo…
Ahora lo tenía más claro.
Abrió la puerta para Nerea y esperó que ella se subiera antes de ir a acomodar a Alba en su asiento para bebé en la parte de atrás del coche.
“¿Dónde queda el restaurante?”, preguntó cuándo subió detrás del volante.
Nerea le dio la dirección sin dejar de mirar por la ventana. Piero no estaba dispuesto a dejarla poner barreras entre ellos, no otra vez.
Arrancó el auto y en cuanto salieron a la autopista empezó a hablarle sobre los últimos días de Alba.
Cada día bueno o malo. Sonrió victorioso cuando ella habló.
“No puedo creerlo”, dijo Nerea en medio de una carcajada luego de contarle como había terminado con el rostro lleno de fórmula expulsada directamente por la boca de su hija.
Piero había balanceado a Alba por el aire después de que se le acabaran las ideas para calmarla. A su hija le había gustado el juego y él había continuado. No se dio cuenta que ella estaba por soltar un eructo hasta que fue tarde.
“¿Que no me desmayara cuando ella lo hizo?”
La miró con una sonrisa de diversión en el rostro.
Se había quedado en shock al sentir el líquido blanquecino caliente en su rostro. Su hija le había mirado con sus ojos grandes sin ningún atisbo de remordimiento, aunque era muy pequeña para saber qué había sucedido.
Si algo como eso le habría pasado sus primeros días como padre, seguro que no se lo habría tomado con tanta calma; pero después de mancharse las manos al menos un par de veces mientras le cambiaba el pañal, solo había atinado a limpiarse el rostro con un pañuelo antes de comenzar a reír.
“Era obvio que eso iba a suceder”
Nerea se giró hacia Alba que seguía dormida
“Pobre bebé, debió ser feo para ti”.
“¿Si recuerdas que fui yo quien terminó con el rostro blanco?”
“Ugh, eso es asqueroso”.
“Alba se gana palabras de consuelo y yo completo rechazo”.
Los dos compartieron una sonrisa, pero la de Nerea murió demasiado rápido. Era obvio que seguía molesta. Tenía que arreglarlo.
“Llegamos”, anunció mientras detenía el auto cerca del restaurante.
Nerea abrió la puerta antes de que tuviera tiempo de bajarse para hacerlo él. Soltó un suspiro y fue por su hija.
El restaurante era pequeño y estaba casi lleno, se dirigieron a una de las mesas más alejadas, aunque
Alba se estaba acostumbrando al exterior, demasiadas personas la ponían de mal genio.
Después de ordenar, Piero miró su reloj. Cada vez faltaba menos tiempo para que fueran a la clínica.
Estaba nervioso, incluso cuando sabía que no le iban a dar los resultados de la prueba de paternidad ese día. El solo hecho de ir a hacer la bendita prueba, hacia más real la posibilidad de que Alba podía no ser suya.
Nerea tomó su mano sobre la mesa y le dio un apretón. Su toque lo distrajo y agradeció tenerla allí pese a todo lo que estaba sucediendo entre ellos. Se dio cuenta que desde hace mucho tiempo ella se había vuelto imprescindible en su vida. Siempre a su lado cada vez que la necesitaba.
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