El bebe del millonario
Capítulo 19

Capítulo 19:

“¿Cómo has estado?”, preguntó acariciando la mejilla de Alba

“¿Tu papá te ha cuidado bien?”.

“No es lo mismo sin ti cerca”, comentó Piero.

En contra de lo que le decía su sentido común, se giró hacia él y se quedó atrapada en la intensidad de su mirada. No debía seguirse sintiendo atraída por él, pero allí estaba mirándolo embobada.

La voz de Leandro lo sacó de su ensoñación. El hijo de Fabrizio y Cloe balbuceó algunas cosas incomprendidas.

“Después del almuerzo ya deberían poder usar vuestras computadoras”, informó centrando su atención en Fabrizio.

“Lamento las molestias”.

“No tienes que disculparte, es mejor pasar unas horas sin red que arriesgarnos a que nuestra información sea filtrada”

Fabrizio le dio una sonrisa a su hijo que jugaba con su corbata.

“Me aseguraré de que te hagan llegar un bono por el trabajo hecho”.

“No es necesario”.

“No intentes discutir con él, es demasiado obstinado cuando algo se le mete en la cabeza”.

Sonrió y asintió.

“Si eso es todo, nosotros nos vamos”, anunció Piero.

“Iremos a comer. ¿Por qué no se unen a nosotros?”, invitó Nerea al ver que Piero no parecía inclinado a hacerlo.

“Esa parece una buena idea”, respondió Fabrizio.

“No podemos, cariño”, intervino Cloe mirando a Piero como si algo le resultara divertido.

“Recuerda que tenemos planes”.

“¿Los tenemos?”

“Fabrizio De Luca”.

“Es cierto, casi me había olvidado de ellos”, respondió de inmediato el aludido.

“Ya los escuchaste”.

Piero se colocó el canguro de Alba y se acercó a ella.

“Acomódala aquí, por favor”.

Nerea recostó a Alba en el canguro intentando no pensar en lo bien que olía Piero. Su cercanía causaba estragos en su cuerpo y le preocupaba que pronto no sería capaz de disimularlo.

“Nos vemos”, se despidió Piero.

“Fue agradable verte por aquí, aunque solo fue para dejarnos al cuidado de tu hija y luego para recogerla”, comentó Fabrizio con un brillo de diversión en los ojos.

Tenía el presentimiento de que estaba pasando algo por alto.

“¿Me harás pagar por cada broma que dije en el pasado?”

“Claro que sí. De lo contrario, no sería un buen hermano”.

“Idiota”

Fabrizio sonrió como si le acabaran de contar un chiste.

Cloe se acercó a ella mientras sacudía la cabeza.

“Ignóralos”

Ella le dio un abrazo.

“Cuídate, espero verte más a menudo”

Nerea asintió.

Cloe se dio la vuelta para mirar a Piero.

“Y tú, compórtate”.

“Está bien”.

Salieron de la oficina, cerrando la puerta detrás de ellos.

“¿Qué fue todo eso?”, preguntó mientras aminaban el pasillo.

“Ni la más mínima idea de a qué te refieres”.

“Mentiroso”, susurró.

“¿Dijiste algo?”

“No”.

Se detuvieron a un par de pasos de las puertas del ascensor y Nerea estiró la mano para presionar el botón.

“Qué bebé más hermosa”, comentó una mujer acercándose hacia ellos. No debía pasar de los treinta.

“¿Cuánto tiempo tiene?”, preguntó una segunda mujer que había llegado con la primera.

Ninguna de las dos reconoció su presencia. Podía ser invisible en lo que a ellas se trataba.

“Pronto cumplirá un mes”, respondió Piero.

Su interés en Alba no parecía genuino, lo podía ver sus miradas calculadoras y sonrisas perfectas.

Aquella no era la primera vez que una mujer intentaba coquetear con Piero, reconocía los gestos que hacían para atraer su atención.

La primera mujer se inclinó para poder ver mejor a Alba y cuando trató de tocarla, Nerea quiso tomarla de la mano para evitarlo. Sin embargo, no fue necesario. La puerta del ascensor se abrió en ese momento y la mujer retrocedió. Todavía tenía una sonrisa seductora en el rostro.

Piero se disculpó con ella para entrar.

“Fue un gusto verlo por aquí, señor. Este es mi número, trabajo en el área de contabilidad. Puede llamarme si necesita ayuda con algo”.

No se podía ser más descarada. Era obvio que no estaba ofreciendo su ayuda con algo de trabajo.

Piero ni siquiera trabajaba allí.

Piero miró de reojo a Nerea. Ella no había dicho nada desde que las puertas de ascensor se cerraron, dejando atrás al par de mujeres. Asumió que aún estaba molesta por lo que había dicho después de besarla ¿O era por que la había besado? En serio esperaba que no.

La había jodido. Si tan solo se hubiera guardado sus manos y labios para sí mismo hasta después de haber hablado con ella. Estaban caminando sobre terreno peligroso, un paso en falso y se arriesgaba a alejarla aún más.

En su defensa solo era capaz de decir que al verla cualquier pensamiento de hacer las cosas bien, había desaparecido.

“Si lo deseas, puedo cuidar de Alba esta noche”, dijo Nerea viendo a su hija que se había quedado dormida hace poco.

Piero giró la cabeza.

“¿Te quedarás con nosotros?”

“Solo por esta noche, así puedes salir”.

No pasó por alto el borde filoso de sus palabras.

“¿Salir? ¿A dónde?”

“Ya sabes, con la señorita sonrisas”.

Nerea hizo un gesto hacia su mano.

Bajó la mirada y se dio cuenta que aún estaba sosteniendo el papel que, la mujer de la que Nerea hablaba, le había dado.

Piero no era tan tonto. Era consciente que esa mujer había coqueteado con él, aunque si alguien preguntaba, no sabría decir que es lo que había dicho. Había estado más concentrado en buscar una manera de convencer a Nerea de que lo escuchara.

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