El bebe del millonario -
Capítulo 14
Capítulo 14:
“Ella es mi hija”.
La expresión de su madre pasó de sorpresa a incredulidad y luego a molestia en cuestión de segundos
“¿Y pensabas decírmelo algún día?”
“Sí. No es algo que pueda ocultarse por siempre”.
Su madre no parecía nada contenta con su respuesta.
“¿Seguro que es tuya? Uno nunca sabe, ella puede haberte engañado…”
“Alto. Detente justo allí. No tienes derecho a opinar sobre algo que no tienes ni idea”.
“Nunca me gustó esa amiguita tuya, pero creí que al menos serías inteligente para no dejarla embarazada. Seguro lo hizo a propósito, la…”
“Te dije que te detengas. Siempre te dejo salirte con la tuya, pero no voy a tolerar esto. No sabes de lo que estás hablando. Nerea no es la madre de mi hija”.
“¿Entonces que hace aquí?”
“Me está ayudando a cuidar de Alba”.
“Por supuesto, la amiga incondicional”.
“Si no puedes guardarte tu opinión sobre ella, te voy a pedir que te vayas”.
Su madre soltó un sonido de indignación.
“¿Estás votando a tu propia madre?”
“Si es así como quieres verlo. Estás hablando de mi mejor amiga y la persona que ha estado ayudándome los últimos días.”
“Yo también te habría ayudado de haber sabido de la existencia de tu hija”.
Se guardó su comentario. Todo el mundo sabía que cuidar bebés no era el fuerte de su madre, podía gustarle Leandro, el hijo de Fabrizio, pero nunca había tenido que quedarse con él.
“Aún no me has dicho cómo sucedió esto”.
Piero le dio una versión resumida de cómo había encontrado a Alba. El perfecto rostro de su madre no demostró ninguna emoción mientras se lo contaba.
Esperó en silencio al terminar.
“¿Puedo conocerla?”, preguntó ella. Su madre parecía haber entendido que él no estaba dispuesto a aguantar otra estupidez de su parte.
“Solo si prometes comportarte con ella y con Nerea”
“De acuerdo”, dijo su madre a regañadientes.
“Entonces iré a traerla”.
Piero se dirigió a su habitación y sonrió al ver la escena que la recibió. Nerea se paseaba de un lado a otro en la habitación con Alba en sus brazos. Su amiga lo miró al sentir su presencia.
“Comienza a llorar en cuanto dejo de caminar. Parece que presiente que algo no va bien. ¿Estás bien?”, preguntó ella con sincera preocupación.
Nerea sabía lo suficiente sobre como era su relación con su madre.
Asintió.
“Mi mamá quiere conocerla”.
A Piero no le pasó desapercibido la manera en la que Nerea apretó un poco su agarre sobre Alba
“¿Estás seguro? Lo siento, no quiero ser una entrometida, pero ella no es como la abuelita de caperucita sino más como el lobo feroz”.
Piero soltó una carcajada.
“Primero”, dijo acercándose hacia ella.
“Puedes entrometerte todo lo que quieras y segundo, aunque no es la mejor madre del mundo, ni de cerca, ha sido muy buena con Leandro y seguro que lo será con mi hija.
“Está bien”
Nerea le entregó a Alba.
“Pero iré con ustedes y si veo que le da una sola mirada mala o hace un comentario desagradable, no me guardaré mis opiniones. No me importa si es tu madre.
“No esperaba menos de ti”.
Nerea mantuvo sus ojos sobre Marena, lista para arrebatarle a Alba de ser necesario.
Era consciente que estaba a la defensiva, pero cómo no estarlo, cuando las dos únicas ocasiones en las que se había encontrado con la madre de Piero, la había tratado como si quisiera deshacerse de ella.
Su trato le desagradaba, pero se había hecho a la idea de que no había nada que pudiera hacer para agradar a la mujer. Sin embargo, la historia con Alba era diferente, no iba a dejar que la dulce pequeña pasara un mal momento.
“¿Cuánto tiempo tiene?”, preguntó la madre de Piero.
“Alrededor de tres semanas”.
“Es… hermosa”.
Se relajó al escucharla decir aquello. Por primera vez, desde que había llegado, Marena no parecía a punto de saltar a la yugular de alguien. Al parecer, la reina de hielo tenía un corazón después de todo.
Jamás la había visto interactuar con el hijo de Adriano, así que cuando Piero le dijo que era buena con Leandro, había tenido sus dudas.
“Lo sé”.
El orgullo estaba impregnado en las palabras de Piero.
“Ha crecido bastante desde que llegó”.
“Estábamos a punto de desayunar. ¿Desea acompañamos?”, ofreció Nerea.
Necesitaba hacer algo para distraerse
“Sí. Unas tostadas y un jugo, estarán bien”.
Asintió y se puso a ello.
“¿Y no has sabido nada de su madre?”, preguntó Marena.
“No. Contraté a alguien para intentar descubrir de quién se trata, pero no hay mucho que se pueda lograr con la poca información que se tiene”.
“Necesitas hacerte la prueba de ADN”.
Al estar de espaldas no podría saber si Piero asintió en silencio.
“¿Y Nerea piensa quedarse aquí por siempre?”
El borde afilado en su voz no le pasó desapercibido.
“Madre”, advirtió Piero.
“¿Qué tiene? Solo tengo curiosidad. No es bueno que una mujer viva en tu casa. Los rumores no se harán esperar y será difícil que consigas a alguien estable en tu vida. Si necesitas a alguien para que te ayude a cuidar a tu hija, puedes contratar a una niñera, al menos hasta que encuentres una mujer adecuada para casarte. Ahora más que nunca necesitas sentar cabeza”.
“Puedo encargarme de mi propia vida, gracias”.
“A Anna le gustas”
Continuó Marena como si su hijo no hubiera dicho nada.
“Deberías llamarla e invitarla a salir”.
Nerea reconoció el nombre. Había asumido que se trataba de una de las conquistas de Piero y no de una de las mujeres que Marena creía perfecta para su hijo… No sabía si eso lo hacía mejor o peor.
Como sea, no le había gustado ni un poco que Anna se acercara tanto a Piero, ni a Alba. Aun así, se había guardado sus opiniones. Era difícil aceptarlo, pero no tenía ningún derecho de reclamarle nada a Piero.
“Eso no va a suceder”, declaró Piero.
Y cualquier otra persona habría dejado de insistir, por supuesto, no Marena.
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