El bebe del millonario -
Capítulo 11
Capítulo 11:
Se detuvo al escuchar su nombre. Nerea miró más allá de él e hizo una mueca.
Se dio la vuelta para averiguar que había puesto ese gesto en la cara de su amiga.
“Hola”, saludó dubitativo al ver a una mujer frente a él. Algo en ella le resultaba familiar, pero no sabría decir por qué.
“Anna”, ofreció.
“Tu mamá nos presentó hace unos meses atrás”.
Supo que Anna no hablaba de Ava, si no de Marena, su madre biológica. Su madre estaba empeñada en emparejarla con las hijas de sus amigas. Algo sobre que era bueno para su reputación asentarse con una hija de buena familia.
Su madre estaba empeñada en hacer de casamentera. En su momento había intentado conseguirle una esposa a Fabrizio y no había estado nada feliz cuando su hermano se casó con Cloe, pero lo olvidó muy pronto cuando dirigió su atención hacia él.
Piero nunca cedía a sus intentos de juntarle con alguien. Había rechazado innumerables citas a ciegas. Eso nunca la detenía, su madre siempre encontraba la manera de hacerle caer en sus juegos. Por lo general, lo soportaba con una sonrisa divertida en el rostro.
No tenía sentido pelear con ella cuando no lo estaba escuchando. Tarde o temprano ella captaría la indirecta… O al menos eso esperaba.
“Ah, cierto ya lo recuerdo”, mintió por cortesía.
No recordaba ni a la mitad de mujeres que su madre había hecho desfilar frente a él.
“No estaba seguro de si eras tú cuando te vi. Me quedé esperando tu llamada”.
“Estaba demasiado ocupado, todavía lo estoy”, dijo esperando que ella captara la indirecta.
“Sé lo que se siente. Al igual que tú, suelo viajar mucho. Acabo de regresar de París”.
A Piero no le importaba su vida, pero de todas formas mantuvo una sonrisa de cortesía en su rostro porque Ava estaría muy decepcionada de él si era grosero.
Miró de reojo a Nerea y vio que ella estaba leyendo la etiqueta de uno de los productos como si fuera la cosa más entretenida del mundo. Se preguntó cómo lanzarle una señal para que lo ayudara a salir de aquella incómoda situación.
“Esta debe ser tu sobrina”, comentó la mujer acercándose a acariciar la mejilla de su hija.
No negó, ni afirmó nada. Era más fácil dejarle creer que era su sobrina, en lugar de explicarle que era su hija. No la conocía lo suficiente para compartir esa información. Además, lo menos que quería era seguir extendiendo aquel encuentro.
“Fue un gusto verte, pero se me hace tarde”.
“Oh, lo siento. No fue mi intención quitarte mucho tiempo”, dijo Anna con una sonrisa.
“¿Qué te parece si salimos a cenar uno de estos días para ponernos al día?”
Piero se dio cuenta que Nerea se estaba alejando, así que se limitó a asentir mientras avanzaba para alcanzar a su amiga.
“Nos vemos pronto, entonces”
No había manera de que fuera a llamarla, ni siquiera tenía su número. Tenía una simple regla: No involucrarse con las mujeres que su madre le presentaba. Podía terminar comprometido sin darse cuenta.
“¿Amiga tuya?”, preguntó Nerea sin dejar de agarrar productos y poniéndolos en el carrito. Ahora era ella quien parecía dispuesta a llenarlo.
“No la llamaría así”.
“No, por supuesto que no”, la escuchó susurrar.
De pronto ella se detuvo y lo miró con una enorme sonrisa que no le gustó ni un poco.
“¿Quieres que cuide a Alba para que salgas con ella?”
“No saldré con ella”.
Nerea inclinó la cabeza hacia un lado mientras parecía analizarlo con la mirada. Después continuó caminando.
“Creo que no necesito eso”, dijo al ver que Nerea ponía una botella de vino en su carrito.
“¿Quién sabe? Tal vez yo podría necesitarlo”.
¿Qué diablos estaba pasando?
Para cuando llegaron a su casa, se había instalado la tensión entre Nerea y él.
Ella estaba molesta, de eso no había duda, el problema es que no tenía idea del motivo.
“Estaré en la habitación de invitados, tengo algo que hacer”, anunció Nerea después de que terminaron de acomodar las cosas que habían comprado.
Él se quedó mirando por donde ella desapareció, luego se giró hacia su hija que estaba recostada en su cesta.
“¿Tú sabes que sucede?”
Nerea no salió de su habitación hasta un par de horas más tarde y lo primero que hizo fue comprobar si todo estaba bien con Alba. Se ofreció a cuidar de ella mientras tomaba una siesta, pero lo menos que tenía era sueño.
Tenía la esperanza de que las cosas mejorasen durante el resto de la tarde, pero nada cambió.
Nerea se acomodó en la sala y se puso a trabajar en su laptop. Cada vez que levantaba la vista, era para comprobar que Nerea aun durmiera. Incluso se ofreció a cambiarle el pañal.
Piero se rindió y se fue a la cocina a preparar la cena.
“¿Te gustaría ver una película después de que le dé un baño a Alba?”, preguntó mientras ayudaba a recoger los platos.
“Estoy cansada, creo que dormiré temprano”.
Nerea estaba mintiendo. Al parecer, ella se había olvidado que la conocía bien.
Estaba harto de esa situación y no estaba dispuesto a dejarlo pasar por más tiempo.
“¿Qué es lo que sucede?”, cuestionó Piero.
“No sé de qué hablas”.
“Nerea, te conozco muy bien. Has estado extraña desde que volvimos. ¿Estás molesta por obligarte a quedarte aquí? De ser ese el caso, te libero de hacerlo”.
Con el descubrimiento de su bebé y los cambios que estaba trayendo a su vida, había esperado pasar una noche relajada con su mejor amiga. Pero no la quería allí contra su voluntad.
“No, no se trata de eso”, respondió Nerea.
Esta vez sonaba sincera.
“¿Entonces qué es?”
“Yo… Es cosa mía. Lamento si fue eso lo que te hice pensar”.
Ella le dirigió una sonrisa
“Una película suena bien”.
“¿Estás segura?”
“Sí. Yo elegiré la película”.
“¿Me harás verla otra vez?”
“No sé de qué hablas”.
Soltó un suspiro de derrota. Claro que lo sabía. Nerea elegiría la misma película que había escogido las última cinco veces que fue su turno de decidir la película que verían.
“Hay otras películas que podríamos ver. Está la que ganó el Óscar a mejores efectos especiales o…”
“Actúas como si la odiarás cuando es más que obvio que te gusta. ¿Sino por qué me has dejado ponerla tantas veces? Descuida, puedes aceptarlo, nadie más que yo y Alba estamos escuchando.”
Si siempre cedía, era porque hacía feliz a Nerea.
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