El bebe de mi jefe
Capitulo 95

Capitulo 95:

Posé para la cámara de aquella castaña, dándole mi mejor sonrisa y entonces el flash pegó a nuestros rostros alegres.

«Se ven adorables”, musitó Amalia guiñándonos un ojo con complicidad.

«Envíamela, por favor”, pedí a Amalia, quien asintió con la cabeza en respuesta.

«¡Mami!», gritó Asher llamando mi atención.

Me volví hacia él y noté que me enseñaba un enorme cuadro en donde estaba él retratado.

Sonreí al ver cómo se emocionaba con aquel regalo por parte de su abuela y caminé hasta él para agradecerle a Aurora aquel gesto.

«Está hermoso, muchas gracias”, le dije a la mujer, quien se encogió de hombros y luego suspiró.

«Ya no tengo la misma habilidad de antes, pero aún hago un esfuerzo”, comentó.

«Y este regalo es mío”, dijo Finn extendiendo una bolsa de papel hacia Asher.

Él la abrió de inmediato y gritó de emoción al ver que se trataba de una consola de videojuegos.

Asher siempre había sido un niño con la suerte de recibir muchos regalos costosos, pero aún así, él seguía sorprendiéndose y agradeciendo cada cosa que le regalábamos.

No era para nada un niño interesado en las cosas materiales, lo que me hacía muy feliz, pues siempre lo habíamos criado con humildad.

Le ayudé a Asher a revisar la consola y de pronto, cuando miré hacia atrás me di cuenta de que Athom había vuelto a desaparecer, lo que se me hacía muy raro, porque llevaba días actuando de una extraña manera y huyendo cuando creía que yo no lo notaba.

De pronto, sentí pavor, pues había comenzado a creer que él ya no quería estar conmigo. Tal vez él ya estaba aburrido de la relación que teníamos y por ese motivo se comportaba así.

¿Y si Athom tenía otra mujer?

Diablos, no quería ni pensar en aquello.

«¿Qué pasa, mami?», preguntó Asher trayéndome de vuelta a la realidad y dispersando mis inseguridades, pues debía pensar en que Athom me había demostrado de una y mil maneras que me amaba y que nuestra relación estaba bien consolidada.

«Solo estaba pensando en algo, cariño”, musité con una sonrisa y luego besé su frente con cariño.

POV Athom…

Hace unos minutos los niños habían jugado con la piñata y aún se encontraban en el suelo recogiendo diversas golosinas, lo que significaba que me quedaba poco tiempo para actuar y por fin pedirle a Ruby que fuera mi esposa.

«Te ves nervioso, primito”, susurró Amalia a mi lado, con la pequeña Stephy en brazos. Le sonreía la pequeña y ella batió sus largas pestañas en mi dirección.

Era una niña hermosa, quien por supuesto había heredado nuestros ojos azules.

«Lo estoy”, le reconocí.

Amalia me examinó con sus ojos y no hubo necesidad de decir nada, pues aunque no le había dicho lo que haría, yo estaba seguro de que ella lo podía intuir.

Amalia y Alexander siempre habían sido mis cómplices, mis mejores amigos y en quienes yo podía confiar mi vida si era necesario, por lo que no me extrañaba que mi comportamiento me hubiera delatado en algún momento.

«Ruby te ama”, dijo sin más.

Sonreí y entonces supe que ella ya me había descubierto.

«¿Serías mi madrina de boda?», pregunté haciéndola sonreír aún más.

«Eso no se pregunta, Athom», me guiñó un ojo en respuesta a la vez que Asher llegaba corriendo hasta mí.

«¡Papi, papi!», dijo emocionado.

«¿A qué hora haremos nuestro secreto?», preguntó.

Amalia alzó ambas cejas hacia Asher y luego me miró con diversión, entendiendo a lo que mi hijo se refería.

«Ven, creo que ya es momento”, le dije al pequeño de ojos azules y extendí mi mano hacia él.

Caminamos hasta un lugar más reservado, detrás de un árbol que nos cubriera, y entonces le entregué el sobre que contenía el dibujo que ambos habíamos preparado la noche anterior, uno en donde decía:

[¿Quieres casarte con nosotros?]

Y que Asher se había encargado de decorar con brillos y stickers de Spiderman.

«¿Yo se lo puedo entregar a mami?», preguntó Asher emocionado y yo asentí con la cabeza.

Él gritó emocionado y entonces comenzó a moverse de un lado a otro con nerviosismo, haciéndome reír.

«¿Estás listo, hijo?», cuestioné.

«Sí, lo estoy”

Lo tomé de la mano y caminamos juntos hacia donde Ruby se encontraba recogiendo algunas golosinas sin que nadie se diera cuenta.

Cuando sus ojos repararon en nosotros, sonrió y escondió los dulces que había recogido de la piñata.

“¿Dónde estaban?», preguntó ella.

Me encogí de hombros y a lo lejos Alexander me vio y supo lo que haría, por lo que corrió hasta nosotros para apuntarnos con su cámara fotográfica y así poder guardar este momento por siempre en el recuerdo.

“¿Qué…?»

Ruby dejó la pregunta a medias y entonces Asher le entregó el sobre.

Sus cejas se arrugaron y sacó la hoja que había en el interior, leyendo claramente lo que decía ahí.

Me agaché a sus pies y tomé el anillo que guardaba en el bolsillo interno de mi saco, para extenderlo hacia ella con una enorme sonrisa en mi rostro.

Ruby se llevó una mano a la boca y sus ojos se cristalizaron, dejándome ver cuánto la emocionaba este momento.

“¿Quieres casarte con nosotros?», pregunté mientras Asher se colgaba de mi brazo y miraba a su mami con ojitos de cachorro herido.

Ruby dejó salir un grito ahogado y luego simplemente asintió con la cabeza para ponerse a mi altura y rodearme en un fuerte abrazo, en el cual Asher quedó encerrado en medio de nuestros cuerpos.

“¡Te amo, mami!», dijo Asher liberando un par de lágrimas y eso solo confirmó que yo estaba tomando la mejor decisión de mi vida, pues en definitiva, nosotros ya éramos una familia.

“Los amo”, dijo Ruby al borde de las lágrimas.

Deposité un casto beso sobre sus labios y de pronto todos a nuestro alrededor comenzaron a aplaudir y a felicitarnos por el matrimonio.

Me sentía completo estando con Ruby y Asher, como si toda la vida hubiera esperado por este momento, en el cual me daba cuenta que tenía a la mujer indicada a mi lado y que era junto a ella que quería vivir hasta los últimos días de mi vida.

Y aunque ya habían pasado cinco años desde que me había enamorado de aquella pelirroja, no dejaba de pensar en que Ruby había llegado como un ángel guardián a mí, y nunca acabaría de agradecerle a Dios por enviarme a esta mujer que se había encargado de enamorarme sin siquiera intentarlo, y de cuidarme y apoyarme cuando más lo había necesitado.

Ruby y yo nos pusimos de pie y recibimos todas las muestras de afecto de nuestra familia y amigos, quienes estaban igual de emocionados que nosotros por la decisión de unir nuestras vidas en sagrado matrimonio.

“Te amo, mi amor», susurré cerca de su oído una vez tuve oportunidad de estar a solas con ella en nuestra habitación.

“Yo también te amo, Athom Patel», musitó en respuesta.

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