El bebe de mi jefe -
Capitulo 9
Capitulo 9:
“No me hubieras creído, de hecho, sé que ahora tampoco lo haces. ¿Cómo iba a decirte que serías padre? ¡Ni siquiera teníamos una relación!”
Vale, ella tenía un punto, porque muy probablemente, no hubiera creído en su palabra, tal vez por miedo o debido a que las palabras de mi secretaria eran ciertas, al tener mucho dinero, era propenso a que las personas quisieran sacar provecho de mi situación económica, y qué mejor que con un bebé de por medio.
Era un asco pensar así, pero la vida me había enseñado a ser un desconfiado, pues las personas hacían cualquier cosa por el dinero.
“Me es difícil creerte de buenas a primeras, cuando me mentiste al ocultar el embarazo que cargabas con mi supuesto hijo”, dije alzando una ceja hacia ella.
Madison mordió su labio inferior y suspiró.
“El miedo no me permitió decírtelo, lo siento”.
No quería culparla por tomar aquella decisión, pues después de todo la comprendía, ya que solo había protegido a ese bebé de un posible rechazo por mi parte.
“Yo…”
Negué con la cabeza y luego bufé.
“Estaremos en contacto, Madison”, dije finalmente.
Tomé una de mis tarjetas personalizadas desde el interior de mi traje y se la dejé sobre la mesita de centro.
“Tienes aquí mi número, llámame si necesitas algo, y cuando yo tenga los resultados de ADN te contactaré”.
Me puse de pie y ella me miró fijamente, como si esperara algo más de mí.
No supe qué más decir, pues todo esto era una bomba de información para mi cabeza, la cual no lograba unir bien las ideas.
“Cuidaré a ese bebé hasta que tenga la prueba de ADN”, dije con seguridad y asentí con la cabeza hacia ella.
“Pues si es cierto que soy su padre, no me perdonaría dejarlo a la deriva en este momento en que tú no puedes hacerte cargo”.
“Gracias por esto, Athom”, musitó ella desde su lugar.
“Créeme que al ver sus ojos sabrás que te digo la verdad”.
No dije nada más, pues no sabía cómo hacerlo, así que luego de un asentimiento de cabeza salí disparado de aquella casa, sintiendo un gran peso sobre mis hombros, pues si Madison estaba en lo cierto, de un día a otro me había convertido en un padre soltero.
M!erda, aún no podía terminar de creer que Madison estaba muriendo a causa del maldito cáncer.
Me subí en mi automóvil y encendí el motor para comenzar a conducir sin dirección alguna, pues lo cierto es que mi mente no terminaba de procesar todo, y necesitaba hacerlo pronto, pues debía hacerle frente a lo que estaba ocurriendo.
Me estacioné fuera de una cafetería que no conocía, y tomé mi celular para marcarle a Amalia y buscar consuelo en ella.
“Tienes suerte, porque acabo de salir de una audiencia en el tribunal”, dijo Amalia apenas agarró la llamada.
Sonreí, pues mi querida prima era una loca del trabajo, y encontrarla desocupada era todo un milagro.
“Supongo que estás llamándome para invitarme a aquella premiación de los mejores empresarios del país”.
“Bueno, si me dejaras hablar, te diría el motivo de mi llamada”, dije entre dientes, haciéndola reír con mis palabras.
“Hola, primita”, saludé.
“Omitamos aquella introducción y cuéntame qué tal todo”, musitó ella de vuelta, haciendo que una sonrisa se dibuje en mis labios, pues ella no tenía remedio.
“Quiero saber si sabes algo de Madison, la prima de Max”, dije casualmente, pues no quería contarle nada aún sobre mi posible paternidad, ya que era muy pronto para sacar conclusiones.
Escuché un suspiro al otro lado de la línea y eso me hizo tensarme en mi lugar.
“Pobre chica, supe que está muy enferma…”, susurró Amalia.
“Max dice que sospecha que es algo grave, pero Maddy aún no le ha dicho exactamente qué tiene”.
Aquello me hizo sentir un escalofrío horrible corriendo por la espalda, pues todo apuntaba a que Madison no le había contado a nadie más que estaba a punto de morir.
“Qué triste…”
Susurré sintiendo realmente pena por la situación de Madison, pues aunque no la conocía bien, se nota a simple vista que era una buena persona.
“Sí, y más aún porque dejará a un bebé pequeño”, dijo Amalia.
“Madison no tiene más familia que Max y mis suegros, por lo que si algo llegara a pasarle, ellos deberían hacerse cargo del pequeño Asher”.
“¿Y el padre del bebé?”, pregunté de inmediato.
“¿Dónde está?”
Intenté controlar los latidos de mi corazón, pero se me hizo imposible, ya que estaba al borde de un colapso.
“Nunca supimos quién es, supongo que ella tiene sus razones para no decir nada respecto a eso”, dijo de inmediato quitándole importancia al asunto.
“¿Querías volver a salir con ella? Creo que no te había contado que hace unos meses fue madre”.
“¡No! No quiero salir con Madison, ni con nadie”, me precipité a responder antes de que ella comenzara a proponerme salidas con sus amigas solteras.
“Es solo que me acordé de ella y quise saber qué había sido de su vida”.
“Ah, pues vale, porque sabes que hay muchas de mis amigas que mueren por salir contigo”, dijo con diversión, haciéndome girar los ojos con fastidio.
“¿Sabes? Quisiera pedirte un favor enorme”, dije, pensando bien en lo que debía hacer ahora.
“Claro, dime, sabes que te ayudo en lo que sea”.
“Necesito que me ayudes a comprar todo lo necesario para que un bebé viva en una casa”, dije, hilando mis ideas.
“Un amigo tendrá un bebé y quiero regalarle todo para su hogar, pero no sé nada de niños y tú sí”.
“Ehhh… vale”, dijo dudosa, pues era una petición muy rara.
“Envíame tu tarjeta de crédito y la dirección, luego le pido ayuda a mi asistente para enviarlo todo”.
“¡Gracias!”, dije en respuesta y antes de que Amalia quisiera investigar más en lo que le estaba pidiendo, me despedí precipitadamente.
“Nos vemos luego, te adoro”.
Finalicé la llamada entonces y me dispuse a bajarme del automóvil para comprar un café en el lugar que estaba a unos pocos metros de distancia, pues el día se me había pasado muy rápido y no había tenido tiempo ni para comer.
Compré un café americano y luego volví a mi automóvil para beberlo en tranquilidad a la vez que encendí un cigarrillo y me dejé invadir por todos los pensamientos que se arremolinaban en mi cabeza. Tenía miedo, pues no sabía qué haría si el examen de ADN que debía hacerme arrojaba que aquel pequeño era mi hijo.
¡Maldición, yo no sabía nada de niños!
Es decir, sí, era un excelente padrino con Ángel, pero jamás lo había mudado o alimentado, más bien, cuando estábamos juntos yo solo era con quien mi sobrino jugaba, pero fuera de eso, no tenía idea de qué hacer con un bebé.
Inhalé el humo de aquel cigarrillo y el nudo en mi garganta se fue desvaneciendo poco a poco, dando paso a la tranquilidad.
Terminé de beber aquel café y luego de acabar de fumar, conduje de vuelta a mi oficina, pues ya era tarde y la pobre Ruby debía irse a casa.
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