El bebe de mi jefe
Capitulo 8

Capitulo 8:

“Fue mi culpa dejarla entrar sin indagar más, pero prometo que no volverá a suceder”

Aseveró con convicción.

“Desde ahora, nadie entrará sin mi permiso o el del Señor Fritz”

Le indiqué con una sonrisa amable, pues sabía que aquella mujer no haría nada para perjudicarme, pues la conocía hace años.

“No se preocupe, Emma, no fue su culpa, pues yo debí poner orden mucho antes de que esto ocurriera”

“Aún así, vuelvo a pedirle disculpa”, susurró avergonzada, desviando la mirada.

“Está bien, Emma”

Asentí con la cabeza y me sentí mal por la mujer que tenía enfrente, pues se mostraba muy arrepentida, y yo no la estaba culpando.

“Ahora saldré, cualquier cosa puedes acudir a Ruby o al encargado de seguridad. Que tengas un buen día”.

“También usted, jefe”.

Le sonreí y luego continué mi camino hacia la salida de Intelligent con un solo objetivo: encontrar a Madison Taylor.

Miré la casa frente a mí y me preocupé de que fuera la dirección correcta, para después bajarme de mi automóvil con la ansiedad corriendo como loca por mi sistema y enfrentar el problema tocando la puerta de aquella casa, donde esperaba encontrarme con Madison.

Pasaron unos segundos, que en mi mente fueron eternos, hasta que la puerta frente a mí se abrió y apareció aquel rostro ya conocido para mí.

Miré a la mujer que tenía enfrente y su rostro demostró sorpresa, pues sus ojos se abrieron ampliamente, al igual que su boca.

“Vengo por una explicación”, solté sin preámbulos.

Madison se aferró de la puerta y asintió a secas, haciéndose a un lado para dejarme entrar en su hogar.

El interior de la casa era acogedor y cómodo, pero no pude detallar más pues un escalofrío me recorrió la espina al ver un cuadro en la pared en el que se encontraba Asher cargado sobre el pecho de Madison.

Él se veía pequeño y muy frágil en los brazos de su madre, mientras ella sonreía abiertamente a la cámara.

“Toma asiento, Athom”

Pidió Madison señalando unos sillones que se encontraban cerca.

Tomé asiento donde me indicó y ella se sentó a mi lado, evitando en todo momento hacer contacto visual conmigo.

“Creo que te subestimé, pues pensé que tardarías un poco más en descubrirme”.

“¿Descubrirte?”

Cuestioné con molestia, arrugando las cejas al escuchar sus palabras.

“No estamos hablando de una travesura, precisamente. Abandonaste a un bebé en mi lugar de trabajo y sin ninguna explicación dices que es hijo mío. ¿Es que estás loca, Madison?”

Intenté respirar con normalidad, pero me sentía como un animal a punto de volverse loco, pues tenía una mezcla de sentimientos en mi interior.

Rabia, frustración, angustia, ansiedad, miedo y sobre todo, nerviosismo.

“Sé que te debo una explicación, Athom”, musitó ella uniéndose sus manos sobre sus piernas. Se veía nerviosa, cuestión que me tenía al borde del colapso, pues necesitaba tener claridad y ella no me lo estaba proporcionando.

“Por eso he venido”, dije entre dientes.

Llevé mis manos hasta mis rodillas y las sequé contra la tela de mi pantalón de vestir, pues me sudaban a causa de las miles de emociones.

“Ese bebé es tu hijo”, soltó de pronto.

Un escalofrío me recorrió la piel y tragué saliva con dificultad, porque aunque ya lo había leído en aquella nota, Ruby tenía razón, y tal vez esto no era más que una mentira creada para sacar provecho.

Principio del formulario

“Si eso es cierto, ¿Por qué no me lo dijiste antes?”

Cuestioné poniendo en tela de juicio sus palabras, pues no me fiaba de esta mujer que abandonaba a su hijo a la suerte.

“¿Por qué lo abandonaste en mi oficina, Madison?”

“No quería abandonarlo, te lo prometo”

Negó con la cabeza y por fin sus ojos dieron con los míos, mostrándome una mirada triste.

“Es solo que ya no puedo cuidar de él, y sé que tú puedes hacerlo mejor que yo, Athom”.

“¿No puedes porque…?”, insistí.

Sus ojos se cristalizaron y bufó, mientras un mal presentimiento se instalaba en la base de mi estómago.

“Porque estoy muriendo”, soltó sin más.

Porque estoy muriendo…

Aquellas palabras resonaron dentro de mí, y solo al ver a Madison a los ojos le creí, pues era evidente que estaba diciendo la verdad respecto a su estado de salud.

Después de todo, ella no tendría por qué mentirme, y luego podría confirmarlo con Amalia y Max.

Los ojos de aquella castaña se llenaron de lágrimas y luego suspiró, mientras negaba con la cabeza y las lágrimas empapaban sus mejillas.

Aquella mujer divertida que había conocido en aquella cita ya no estaba frente a mí, más bien, veía a una niña perdida y asustada.

Además de que estaba pálida y los huesos de su rostro eran mayormente visibles, dándole un aspecto triste y de enfermedad.

“Tengo cáncer de hígado, Athom, y ya se ha ramificado por todos mis órganos internos, por lo que es solo cuestión de días o semanas para que me vaya”

Volvió a decir con la voz rota.

“Me internaré en un centro oncológico para pasar los últimos momentos de mi vida en buenas manos, y no puedo llevar conmigo a Asher, por más que quisiera hacerlo”

Las lágrimas no dejaban de correr por sus mejillas, y eso solo lograba convencerme de su relato.

“¡Te juro que dejar a mi hijo me está matando por dentro!”

Chilló llevando una mano a su pecho a la vez que negaba con la cabeza en repetidas veces y su respiración se volvía irregular.

M!erda, m!erda, m!erda.

Me sentía como un maldito imbécil, y solo pensaba en qué hacer con aquel bebé que ahora supuestamente debía estar a mi cargo.

Esta mujer moriría inevitablemente, pues no había cura para el cáncer, y en consecuencia, dejaría a ese pequeño niño solo en el mundo.

Pero aunque yo quería con todas mis fuerzas creer en la paternidad que me estaba otorgando, simplemente no podía, pues tenía que asegurarme de que así fuera, era lo más racional.

“Madison…”, musité su nombre sin saber bien cómo decirle lo que pasaba por mi cabeza.

“Quiero creer en que Asher es mi hijo, pero no puedo solo así, pues si voy a hacerme cargo de ese niño necesito cerciorarme de que él lleva mi sangre en sus venas”, dije de manera suave.

Ella asintió en respuesta e intentó sonreír, pero más bien le salió como una mueca.

“Y por otra parte, siento mucho lo que estás pasando, eres fuerte al seguir en pie pese a todo”, susurré intentando hacerla sentir mejor.

Sus ojos miraron los míos y sentí lástima por ella, pues realmente se veía fatal.

“Cuando descubrí que estaba embarazada, yo quise decirte sobre Asher”

Agregó con una risa sarcástica.

“Pero no sabía qué decir, pues solo tuvimos un encuentro que acabó conmigo esperando un bebé tuyo”, negó con la cabeza y luego se encogió de hombros.

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