El bebe de mi jefe
Capitulo 74

Capitulo 74:

Me coloco la bata quirúrgica, y un sentimiento extraño me envuelve al hacerlo.

Tenía años que no vestía una.

Las batas como estas, fueron mi uniforme desde mis diez años, hasta mis quince. Digamos que le tengo cierto respeto y temor al mismo tiempo.

Salgo del baño. Y avanzo por el mismo corredor por donde llegué.

Ambos están teniendo una conversación en voz baja que no logro comprender, pero al hacer acto de presencia, guardan silencio.

Albert es el primero en colocarse de pie, y toma mi mano como siempre lo ha hecho. Veo a la doctora moverse hacia otra puerta y nos pide entrar.

Cediéndome el paso, avanzo a la otra habitación hasta ambos quedar dentro de ella.

“Acuéstate aquí, Nadia”

Me pide con amabilidad.

“Te haré un eco transvaginal… en estos casos cuando apenas se está comenzando, es mejor esta opción”

La camilla es algo alta, y es Albert quien me carga en sus brazos robándome una sonrisa, y me acuesta en ella con mucho cuidado.

Siendo obediente a estos protocolos, abro mis piernas, las coloco en la posición pedida por ella, y miro a la pantalla.

La veo aplicar el gel en el aparato, y mi corazón comienza a bombear sangre más rápido. Mis manos están frías, y mis piernas tienen un leve temblor debido a los nervios.

“Todo está bien, mi ángel…”

Sujetan mis manos con amar, y deja un beso en mi cabeza.

“Allah tiene el control”

Oírlo decir eso, causa en mí nostalgia.

Mis ojos se cristalizan, y como tonta sonrío.

“Muy bien, aquí vamos señores”

La doctora Mackenzie me pide tomar aire y relajarme.

Sé que quiere hacerme sentir tranquila.

Noto que me quiere trasmitir calma con sus lindas palabras, pero estoy lejos de eso.

Si esto que siento, no es lo que yo estoy imaginando en mi inocencia o en mi esperanza, entonces lo inevitable está sucediendo nuevamente y es lo que me tiene con este leve ataque de ansiedad.

Porque a pesar de estar muy clara de mi situación, y de mi futuro final, deseo estar con Albert por muchos años, deseo despertar cada día a su lado, vivir momentos junto a él, escribir nuestra historia de amor, para que el día en que yo parta en muchos años, pueda irme en paz al saber que el rey del hielo ya no existe, ya no hay muro, no hay frío, sino un hombre completamente renovado, dispuesto a seguir con su vida y vivirla.

Tal vez estoy loca, pero esa ha sido mi meta personal marcada desde algunas semanas atrás.

“Aquí todo está bastante bien, Nadia. Hablando muy temprano con Albert, decidí descartar o confirmar para así saber qué proceder entonces…”

Continúa moviendo el aparato dentro de mí.

Yo la verdad no comprendo nada en la pantalla, pero oírla decir que todo está bien, me causa algo de paz.

“Bueno, señores Brown, felicidades…”

¿Felicidades?

¿A qué se refiere exactamente?

Siento el apretón de manos de Albert en las mías, es fuerte.

“¿Qué quiere decir, doctora?”, pregunto con el nudo en mi garganta.

Mi pulso se ha disparado más de lo normal, tanto así, que hasta mi respiración está más errática.

“Serán padres de un hermoso bebé…”

Me quedo en estado de shock mirándola.

“Miren, aquí está él o ella, y este es su pequeño corazón latiendo”

Abro mi boca al mirar la pequeña imagen intermitente que señala en la pantalla.

Siento mi cuerpo frío, creo que hasta más frío que las manos de Albert.

Un cosquilleo en mi estómago, y unas inmensas ganas de llorar por dos motivos.

“¿Estoy embarazada?”

Volteo a mirarlo a los ojos.

Él es mi lugar seguro, mi refugio, y si él me dice que las palabras de la doctora son correctas, entonces lo creeré.

“Respóndeme, por favor…”

“Lo estás”, me responde con una sonrisa.

“Seremos padres mi ángel… seremos padres”.

“¡Bendito Allah!”

Llevo mis manos a mi boca.

Sin poder controlar mis emociones, temores y sentimientos.

Comienzo a llorar cubriendo mi rostro.

Todo queda en silencio, y solo se oye mi llanto.

Siento como él se inclina a besar mi cabeza, una y otra vez, susurrándome que todo estará bien, que él estará siempre conmigo, prometiéndome ser mi apoyo siempre.

“Los dejaré un momento a solas…”

Nada más oigo las palabras de la doctora, y siento como saca el aparato dentro de mí.

No quito las manos de mi rostro, sigo llorando con tantos sentimientos encontrados, revueltos y alborotados en este momento.

“¡Estoy tan feliz! ¡Pero al mismo tiempo siento mucho miedo, Álbert!”

Le confieso en medio de lágrimas.

“No planifiqué esto, ni siquiera te lo consulté o lo llegué a considerar… perdóname por ser tan irresponsable, Habibi… yo… yo… yo no sé qué no debía de hacer… pero estoy tan feliz, tan asustada…”

“Mi ángel…”

Aparta con dulzura mis manos de mi rostro.

“Si de buscar un responsable se trata, yo asumo por completo la responsabilidad. Yo debí de cuidarte, de protegerte como siempre lo he hecho… pero ahora, ahora debo de cuidar de dos personas, de cuidar a ambas, y créeme, esta vez sí lo haré bien”.

“Nunca me enseñaron de sexualidad, de métodos <, de cuidarme. Mucho menos los riesgos de un embarazo con Lupus, Albert, ¿Comprendes mi temor, a pesar de estar locamente feliz?”

La miro a los ojos al fin.

Su azul está oscurecido, su blanco enrojecido a causa de las lágrimas que ha derramado y yo hasta ahora noto.

Me regala una leve sonrisa, mientras que con sus manos, limpia mis mejillas mojadas.

“Lo comprendo a la perfección, porque lo estoy sintiendo junto contigo, mi ángel”.

Me pierdo en sus ojos cayendo en cuenta de que él está tan, o más asustado que yo.

Pero me alegra saber que está feliz, que no ha renegado, ni mucho menos me ha puesto en una posición difícil.

¿Cómo no amarlo?

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