El bebe de mi jefe -
Capitulo 73
Capitulo 73:
Me cubrí con aquella prenda y Athom de inmediato aprovechó el momento para jalarme a sus brazos y abrazarme con fuerza, teniendo su rostro a escasos centímetros del mío.
“Debo reconocer que me gusta estar contigo” solté.
De inmediato sentí como mis mejillas se sonrojaron ante lo que había dicho, pues ahora que había reconocido mis sentimientos por Athom, parecía que no quería guardarme nada, aunque eso pudiera avergonzarme.
“A mí también me encanta estar contigo, bonita”, susurró.
Acercó su nariz a la mía y sonrió de una manera tan dulce que derritió mi corazón, por lo que esta vez fui yo quien acerqué mi boca a la suya y le robé un beso.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal al volver a sentir sus cálidos labios contra los míos y entonces me acomodé para quedar a horcajadas sobre él, mientras continuaba rodeada por sus fuertes brazos.
El beso subió poco a poco de intensidad, hasta comenzar a sentir un cosquilleo en mi zona íntima, y supe que Athom también se encontraba afectado cuando sentí su miembro duro contra mí.
¡Demonios!
¿Hacía cuánto no me sentía deseosa por se%o?
Había sido hace tanto tiempo que ya lo había olvidado.
Mordí su labio inferior suavemente y pude escuchar un gruñido por su parte que terminó de encender mi sistema, y pronto me encontré frotándome contra él, deseosa de llevar nuestro beso algo más.
No entendía qué me sucedía, pues con mis novios anteriores jamás había sido así, pero ahora me sentía ardiendo de ganas porque Athom me hiciera suya, y se sentía como si en realidad nunca nadie antes hubiera descubierto cómo encenderme a este punto.
“Ruby… No me hagas esto, bonita…”
Susurró contra mis labios a la vez que me sujetaba con fuerza de las caderas, frenando mis movimientos contra su pelvis.
Abrí los ojos y lo que vi fue hermoso, pues aquel hombre me miraba como si yo fuera la octava maravilla del mundo.
“Yo… Lo siento, Athom”
Susurré avergonzada de mi comportamiento y de un solo movimiento me bajé de su regazo para volver a cubrirme con la manta que había caído de mi cuerpo.
“No te disculpes, mi amor”, musitó tomando mi rostro entre sus manos.
Me sonrojé al escucharlo llamarme así y mordí mi labio inferior en respuesta.
“¿Cómo me llamaste?”, pregunté ilusionada.
“Mi amor”
Repitió lentamente y yo sonreí ampliamente.
“Eso se escucha muy bien…”, susurré.
“Y lo siento, solo me dejé llevar, yo…”
“Oye, no pasa nada”
Negó con la cabeza y suspiró a la vez que sus ojos no soltaban los míos.
“Ya tendremos tiempo para todo lo demás”
Me guiñó un ojo y agradecí estar sentada, pues ahora que había besado sus labios con aquella intensidad sentía que mis bragas se podían caer en cualquier momento ante él.
Me arrimé a su costado y lo abracé por el torso, mientras ambos observábamos el paisaje del acantilado frente a nosotros y entonces pensé que esta noche había sido perfecta, que era una noche mágica, pues ahora las cosas estaban claras respecto a mis sentimientos hacia este maravilloso hombre que se había ganado mi amor y respeto de manera lenta, pero segura.
Llegamos a la clínica donde seré atendida.
A medida que subimos en el ascensor, siento mi pulso acelerado.
Estoy ansiosa y creo que Albert también lo está, aunque no ha dejado de sostener mi mano.
Llegamos al quinto piso, y al abrirse las puertas, una elegante sala nos recibe, junto con una hermosa mujer detrás de un mostrador de mármol en color marfil.
“Señor Brown y señora Brown, sean bienvenidos…” la elegante mujer se coloca de pie y nos sonríe.
“La Doctora Mackenzie los está esperando en su consultorio”
El oír ‘doctora’ y no ‘doctor’ me causa algo de paz.
Sé que son profesionales de la salud, pero de solo pensar que otro hombre que no sea mi esposo, me verá desnuda, me hace sentir algo avergonzada.
La mujer sale del mostrador, y nos guía hacia el consultorio de la doctora. Me doy cuenta, de que en cada puerta hay nombres de doctores junto con su especialidad, pero lo que me llama la atención, es que todos tienen algo en común; son especialistas en el área obstetra.
¿Acaso él supone lo mismo que yo?
Llegamos a la puerta, la misma que abre la asistente y nos invita a entrar, y eso hacemos.
“Bienvenidos”
La doctora, enfundada en su bata, pero debajo, usando un elegante y bonito vestido, nos recibe con una cálida sonrisa.
“Un placer verte de nuevo Albert Brown, que gusto conocer a tu hermosa esposa”
Sonrío al oír sus palabras, pero no pasó desapercibido de que ambos se conocen.
“Hola Mackenzie, gracias por recibirnos a última hora”
Da saludo de beso, pero con respeto.
“Te presento a mi amada esposa, Nadia Brown”
La mujer fija sus hermosos ojos marrones en mí, y me sonríen haciéndome sentir bienvenida, extendiéndome su mano.
“Un placer, doctora”
“El placer es todo mío, cariño”
Su linda actitud me gusta.
Puedo notar la sorpresa en su mirada al verme tan joven al lado de Albert.
Yo viéndola a ella, puedo asegurar de que es de la edad de mi esposo, o hasta un poco más, porque la madurez en sus rasgos son bastante notorios.
Supongo que se conocen de años atrás, y por eso se tratan con tanta familiaridad.
La doctora nos invita a tomar asiento, y ella haciendo lo mismo en su silla, se sienta detrás de su bonito escritorio, y me mira.
“¿Cómo te sientes, Nadia?”
“Me he estado sintiendo bastante bien, pero últimamente, de una semana para acá, he tenido sensaciones extrañas en mi cuerpo… la verdad, no sé cómo describir esto”
Soy sincera ante ella, y sé que mi voz se ha oído algo quebrada.
Albert toma mi mano, y comienza a acariciar el dorso de ella.
“Albert me ha contado previamente todo sobre tu enfermedad, Nadia. Déjame decirte, que no serías la primera mujer que pasaría por algo así, estando con Lupus…”
Agradezco su intención, pero sus palabras no me causan nada de calma.
“Pero, antes de dar algo por sentado, mejor salgamos de dudas de una vez, ¿Está bien?”
“Está bien”
Me pide ir al baño a cambiarme de ropa, mostrándome donde es.
“Ahora salgo”
Le sonrío, y cierro la puerta tras de mí. Me desprendo de mi ropa, menos de la interior, porque no me dijo nada respecto a eso, y me da algo de vergüenza ir a preguntarle.
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