El bebe de mi jefe -
Capitulo 59
Capitulo 59:
“Te jodiste, imbécil”, dijo Athom en un gruñido.
Alcé la mirada para ver en cámara lenta cómo mi jefe, quien siempre se había mostrado como un hombre calmado y respetuoso, alzaba su puño para dejarlo caer en la mejilla de mi ex novio.
Andi se desestabilizó ante el golpe, pero no perdió el tiempo, pues de inmediato respondió lanzando golpes a lo loco, hasta que acabó por darle a Athom en el rostro, haciéndolo trastabillar.
“¡No, Andi!”.
Chillé horrorizada al ver como los golpes iban y venían.
Corrí para separarlos y grité por ayuda, hasta que el chofer de Athom se bajó de la limusina y me ayudó con la misión, tomando a Andi por los hombros y reteniéndolo en su sitio.
“Suban al auto”.
Me indicó aquel hombre que había llegado en nuestra ayuda.
Asentí con la cabeza y tomé a Athom por el brazo para ayudarlo a ponerse de pie y subirse a la limusina.
El chofer de Athom y yo llevábamos casi una hora en la sala de espera, pues luego de que lo ingresaran a primeros auxilios, no habíamos tenido novedades sobre él.
A simple vista no era nada grave, salvo unos raspones y rasguños, pero aún así había preferido traerlo a revisión, pues así estaría más tranquila al saber que estaría bien.
“Cálmese señorita”, musitó el amable hombre a mi lado.
“Seguro ambos están bien”
Y sí, mi noble corazón le había rogado a Athom que trajera a Andi también, pues al estar ebrio, podría haber tenido algún golpe mayor.
“Gracias por la ayuda”, le agradecí a aquel hombre.
Él me sonrió y luego de algunos minutos se nos acercó una de las enfermeras que había llevado a Athom a revisión.
“El Señor Patel me pide verla, Señorita Smith”, dijo ella con una sonrisa amplia.
Suspiré y sonreí hacia aquella joven mujer, pues si Athom quería verme significaba que estaba bien.
Me puse de pie y seguí a aquella enfermera hasta una habitación apartada, en donde se encontraba Athom recostado sobre una camilla y con una bolsa de hielo sobre la mandíbula.
“¿Athom?” pregunté con temor.
Él me miró y sonrió, como si todo estuviera bien y no se hubiera peleado con mi maldito ex novio ebrio.
«Lo siento”
“Tú nada, Ruby”.
Negó con la cabeza de inmediato.
“No voy a permitir que te disculpes en nombre de ese imbécil”
Asentí con la cabeza y entonces me acerqué a él.
Me extendió una mano en señal para que lo ayudara a sentarse sobre la camilla y luego de que se enderezó palmeó el espacio disponible a su lado, por lo que me senté ahí, quedando hombro a hombro. Lo miré con tristeza, pues no podía creer que la maravillosa noche que habíamos tenido se había visto opacada por aquel incidente con Andi.
Nuestras miradas se conectaron y entonces recordé aquel instante antes de bajar de la limusina, en el que por unos segundos pude ver la decisión en sus intensos ojos azules.
Athom en ese momento quería besarme, y ahora yo tenía miedo, pues justo en este momento me estaba mirando del mismo modo, como si estuviera decidido a ir un paso más allá.
Ninguno de los dos dijo algo más, y entonces, su rostro se acercó lentamente al mío, mientras yo lo observaba con cautela, evaluando hasta qué punto llegaría, y entonces logró robarme el aliento al pegar sus labios contra los míos y devorar mi boca en una suave caricia. Jadeé ante la sorpresa, y sentí una de sus manos viajar directamente hasta mi mejilla, acariciándola lentamente, mientras nuestros labios bailaban en un lento compás, conociéndose y explorando un nuevo terreno.
Su lengua invadió mi cavidad y sentí un cosquilleo recorrer mi estómago, pues aquello se sentía demasiado bien, tan bien que me aterraba descubrir hasta dónde podríamos llegar…
Entonces caí en cuenta de que ambos habíamos roto un límite, del cual no había retorno, por lo que de pronto abrí los ojos al sentir el pánico apoderarse de mí.
¡M!erda, Ruby!
¿Qué hiciste?
Me separé de aquella caricia, que por varios segundos logré disfrutar y entonces rápidamente me puse de pie para proceder a escapar de la escena como una vil cobarde.
Lo último que logré ver fueron los brillantes ojos de Athom al mirarme al rostro, con un brillo especial, como si un sueño se le hubiese cumplido al besar mis labios.
POV Athom
Nuestras miradas se conectaron y lo supe, supe que había llegado el momento en que debía dejarme llevar y propiciar que las cosas sucedieran de una buena vez, por lo que me acerqué lentamente a su rostro y la besé sin más rodeos.
Mis labios se fundieron en los suyos y una ola de sentimientos me invadieron: amor, gratitud, esperanza, atracción, deseo, pasión.
Acaricié su mejilla con delicadeza, pues Ruby merecía ser tratada tal como si fuera una rosa, y mi intención no era propasarme con ella, aunque mi cuerpo me pedía a gritos fundirnos en uno solo. Recorrí su boca con mi lengua, descubriendo su sabor y perdiendo la cordura con cada segundo que pasaba dentro de aquel torbellino de sensaciones.
Y entonces, el castillo de ilusiones que había construido en mi mente se fue al diablo cuando ella se separó de mí y se puso de pie, mirándome con terror.
Guardé silencio a la vez que intentaba procesar lo que acababa de ocurrir, sintiendo mi respiración acelerada, al igual que los latidos de mi corazón, y en ese momento Ruby caminó rápidamente hacia la salida de la habitación, mientras mis ojos no se despegaron de su rostro, intentando adivinar qué pasaba por su cabeza, hasta que abandonó el lugar sin decir nada.
Diablos…
¡La había besado!
Sonreí al sentir un agradable cosquilleo en mi boca, y es que por fin había sido capaz de tomar las riendas y dejarle ver que mis intenciones con ella iban más allá de una simple amistad.
“¿Señor Patel?”
Cuestionó la enfermera que llevaba mi caso al asomarse en la puerta de la habitación.
“Dígame”
Asentí con la cabeza aún sin poder borrar la sonrisa de idiota de mis labios.
“La Señorita Smith se acaba de ir”, mencionó.
Asentí con la cabeza, sintiendo pesar por su escapada, pero estaba decidido a darle el espacio suficiente para que pudiera procesar lo que había ocurrido, y poder buscarla después para aclarar mis sentimientos hacia ella.
“Me avisó que su chofer aún está esperando por usted”, dijo la enferma mirándome con extrañeza.
“¿Se encuentra bien?”, preguntó.
“Sí, sí”, dije de inmediato.
“En un momento traeré su alta médica y podrá irse”, sonrió con amabilidad y luego se marchó, dejándome atorado en mis pensamientos y con una gran sonrisa, pues por un momento había olvidado todo lo ocurrido con el imbécil de Andi y los dolores que me habían provocado sus golpes en el rostro.
“¿¡Qué te pasó, hijo!?”
Sonreí hacia mi madre, quien me miraba como si me hubiese salido un tercer ojo.
Me acerqué a ella y besé su mejilla a la vez que le robaba a mi hijo de sus brazos, quien a pesar de ser medianoche, parecía muy despierto y con ganas de jalarme la ropa que traía puesta.
“Aunque no lo parezca, estoy bien, madre”, dije encogiéndome de hombros, pero ella no parecía nada convencida con mi respuesta.
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