El bebe de mi jefe -
Capitulo 55
Capitulo 55:
“Hija, debes verte como una princesa. Mejor ve al centro comercial y cómprate un vestido hermoso”, explicó.
“¿Tú crees?”
Cuestioné algo insegura, pues después de todo este sería el evento más lujoso al que iría probablemente en toda mi vida.
“¡Claro, hija!”, respondió mamá de inmediato.
“¡O pretendías irte con jeans y sweater?”
“No había pensado en ese detalle”, dije de pronto sintiéndome más nerviosa.
“Creo que tendré que salir ahora para alcanzar”.
“¡Disfruta, cariño!”, musitó mamá.
“Gracias mamá, te amo”
Finalicé la llamada y rápidamente me metí al baño para darme una ducha veloz.
Me vestí con unos pantalones holgados y una blusa blanca para después tomar mi bolsa junto a la billetera y llaves.
Antes de salir le di comida a Zafiro y me aseguré de que tuviera su caja de arena limpia y suficiente agua.
Entonces, abrí la puerta de mi departamento y alcé una ceja con curiosidad al observar que justo en la entrada sobre el tapete había una caja roja con un listón negro.
Miré hacia ambos lados del pasillo para ver quién había traído este paquete, pero no vi a nadie cerca, por lo que recogí la caja del suelo y volví a entrar a mi casa con ella entre mis manos.
“¿Qué es esto?”, musité al abrir la caja y encontrarme con una tarjeta dorada que decía:
[Para Ruby Smith]
Rápidamente desenvolví los papeles que había en el interior de la caja y llevé ambas manos a mi boca al ver que se trataba de un hermoso vestido color rojo. Lo tomé entre mis dedos temblorosos la fina tela roja de aquella prenda.
“M!erda…”
Susurré al ver que aquel vestido de satín era precioso, y que era tan delicado y elegante que me parecía perfecto para el evento de hoy por la noche.
Corrí a mi habitación para probármelo y casi lloré de emoción al ver que me quedaba como un guante, pues se ajustaba a cada una de mis curvas y la tela caía con elegancia por mi cuerpo, como si hubiera sido diseñado para mí. Tenía un escote en V que realzaba mis pechos y daba una espectacular visión de mi largo cuello.
Volví a la entrada y revisé la caja, buscando al emisor de aquel regalo, aunque mi intuición apuntaba a hombre de intensos ojos azules.
Al rebuscar papel decorativo encontré una pequeña tarjeta que logró robarme una sonrisa.
[Espero que esta prenda le haga justicia a tu belleza. Con cariño, Athom]
¡Demonios!
Cerré los ojos y sonreí al sentirme completamente en las nubes, pues desde que Athom había comenzado a tener estos detalles conmigo mi corazón había vuelto a sentirse comprendido y querido, aunque lo nuestro fuera solo una amistad.
Tomé mi celular y marqué el número de Josh, pues aquel detalle me había salvado de tener que ir al centro comercial, y además, valoraba mucho que se hubiese preocupado por ayudarme a elegir un vestido adecuado para el evento, ya que yo no tenía idea de cómo irían vestidas las demás mujeres de la alta sociedad.
“Supongo que si estás llamando es porque ya abriste mi regalo”, murmuró él con su voz gruesa al otro lado de la línea.
“Sí, y quería darte las gracias por aquel detalle, Athom”, musité con una sonrisa en los labios.
“Me has sorprendido”
“No me des las gracias, Ruby”, dijo de inmediato.
“Es lo mínimo que mereces”
Suspiré con pesar, pues la verdad siempre había sido de las chicas que se conformaban con poco, y no en el sentido material, sino que aceptaba lo mínimo en atención que los demás podían brindarle, cuestión que no estaba bien, por lo que ahora al sentir tantos detalles hacia mí por parte de Athom, me dejaba en jaque, sin saber cómo diablos reaccionar.
“Pasaré por ti pasado las siete de la tarde”, dijo luego de unos segundos en silencio.
“Entonces nos vemos más tarde”, musité sin saber muy bien qué más decir.
“Un beso, adiós”
Athom finalizó la llamada y yo dejé mi celular a un lado para proceder a quitarme con cuidado el vestido, pues no quería arruinarlo, y me dediqué por varias horas a buscar entre todos mis tacones algunos adecuados al largo y color del vestido, además del maquillaje necesario y también mis mejores accesorios.
Terminé de retocar mi labial color rojo intenso y me miré una vez más al espejo, detallando mi rostro y sonreí hacia mi reflejo, pues me sentía hermosa.
Había decidido hacerme una coleta larga y dejar las puntas de mi cabello en ondas, lo que me hacía ver completamente estilizada.
Además, el vestido que Athom me había enviado era sencillamente hermoso, y además, muy se%y, lo que me hacía sentir segura de la imagen que reflejaría al resto esta noche.
Miré la hora en mi celular y noté que solo faltaban quince minutos para que Athom llegara por mí, por lo que guardé mi celular en la pequeña cartera negra a juego con mis tacones y me senté en el sillón a la espera de mi querido jefe.
“¡Ya voy!”, grité al escuchar el timbre sonar.
Me puse de pie y sentí como mis piernas temblaron en reacción a los nervios de enfrentarme a Athom luciendo tan diferente a como él solía verme a diario.
Abrí la puerta de mi departamento y mis labios se abrieron al ver un enorme ramo de rosas rojas frente a mí.
“¿Qué…?”, pregunté a medias, frente al asombro latente al ver a aquel hombre con el ramo de rosas rojas entre sus manos y sonriendo de aquel modo en que podría conseguir cualquier cosa en el mundo, pues había que ser ciega para no notar que tenía una hermosa sonrisa.
“Wow…” susurré, recorriéndome con su mirada.
Lo observé tragar saliva con dificultad y luego negar con la cabeza, como si no pudiera creerlo.
“Te ves muy hermosa, Ruby”
Sentí como mis mejillas se sonrojaron ante su cumplido y desvié la mirada en respuesta, pues no quería parecer una adolescente hormonal, pero la atención que Athom me estaba brindando me hacía sentir especial, como nunca antes me había sentido en la vida.
“Gracias, Athom…”, dije finalmente.
Enfoqué su rostro con mis ojos y él extendió el ramo de rosas hacia mí.
“¿Son para mí?”, pregunté con inocencia.
“Claro que lo son”, sonrió de medio lado y yo tomé las rosas entre mis manos.
Me di media vuelta para buscar un florero y dejarlas en agua, pues por ningún motivo quería que se marchitaran pronto.
“Estoy lista”, le dije al volver a la entrada.
Athom asintió en respuesta y luego de cerrar mi puerta con llave, él me ofreció su brazo, por lo que enganché el mío en el suyo y juntos bajamos por el ascensor hasta salir a la calle.
“¿Dónde está tu automóvil?”, pregunté con curiosidad al no verlo estacionado en el mismo lugar que utilizaba siempre.
“Es una noche especial, por lo que necesitaba un transporte a la altura”, murmuró.
Me giré un poco para verlo a los ojos.
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