El bebe de mi jefe -
Capitulo 48
Capitulo 48:
Me aseguré de que entrara en el lote de departamentos y luego partí. Miré de reojo a Asher en su silla puesta en los asientos traseros y entonces conduje con un claro objetivo en mente, pues había postergado aquello por varias semanas, y luego no quería arrepentirme de eso.
«Hijo, hoy verás a tu madre», le dije al pequeño que iba aplaudiendo y balbuceando, sin entender lo que yo le había dicho.
Me sentía nervioso al saber que volvería a ver a Madison y descubrir con mis propios ojos que ella poco a poco estaba muriendo, pero era necesario que pudiera ver a Asher, pues estaba seguro de que ella amaba a nuestro hijo y que sería un lindo gesto de mi parte darle la oportunidad de pasar tiempo juntos.
«¿Tiene agendada una visita?», preguntó la mujer de la entrada de la clínica oncológica donde Madison estaba internada.
Negué con la cabeza y suspiré, pues al parecer el sistema de visitas era algo complicado en este sitio y yo no contaba con eso.
«Lamento que no podrá entrar, mucho menos con el niño», señaló a Asher con su mentón.
«¿No se puede hacer una excepción?» cuestioné albergando una mínima esperanza.
«Este niño es hijo de Madison Taylor, la mujer a la que quiero visitar…” , expliqué.
Evidentemente ella morirá, y no quiero que lo haga sin antes ver a su bebé por última vez.
La mujer tras el mesón me observó con algo de pena ante lo último que había dicho y solo asintió con la cabeza.
Tomó su celular y me miró con curiosidad.
«Creo que lo he visto antes», murmuró mientras tecleaba en su celular.
«Podría ser», jadeé.
«Mi nombre es Athom Patel”.
«¿De los Patel que son empresarios?», preguntó alzando una ceja hacia mí y yo asentí con la cabeza en respuesta.
«Déjeme consultar con el doctor de la señorita Taylor, pues si él aprueba la visita, no habría problema en que ambos entren», dijo finalmente.
«Se lo agradezco», musité con sinceridad.
Luego de largos segundos en silencio, ella tomó un identificador que decía:
[visita autorizada]
Y me lo extendió con una sonrisa torcida.
«Pueden pasar. Es la habitación 506».
Indicó hacia un enorme pasillo a nuestro lado.
«Muchas gracias, de verdad esto es muy importante para mí».
«De nada, que le vaya bien», dijo.
Entonces caminé con mi hijo en brazos en la dirección que aquella mujer me había indicado y pronto comencé a sentir como mis manos sudaban ante el nerviosismo de no saber cómo me encontraría a Madison.
Al llegar a una puerta que tenía el número 506, inhalé profundamente y miré el rostro de Asher, quien no entendía nada de lo que estaba sucediendo.
«Asher, pórtate bien con mamá», le advertí antes de tomar el pomo de la puerta y entrar en aquella habitación.
Al entrar en aquel lugar pude observar que aquella habitación era muy amplia, y que justo en frente de la entrada se encontraba un enorme ventanal que daba una preciosa vista a la naturaleza. Madison se encontraba sentada a un costado de la ventana y al escucharme entrar, se giró en mi dirección.
«¿Athom?»
Cuestionó con la voz rasposa.
Carraspeó y luego volvió a hablar.
«¿Eres tú?»
«Hola, Maddy», saludé y me acerqué poco a poco a ella.
Cuando la tuve frente a mí pude notar que estaba muchísimo más delgada que la última vez que la había visto, y que ahora un pañuelo decoraba su cabeza.
«Hay alguien que quería verte», mencioné haciendo referencia al pequeño entre mis brazos.
«Mi niño…”, susurró al llevar ambas manos hasta sus labios temblorosos y pronto comenzó a llorar a causa de la emoción de ver a Asher.
Me acerqué más a ella para con cuidado entregarle a nuestro hijo en sus finos brazos, y como por arte de magia, Asher de inmediato pareció reconocer a Madison como su madre, pues posicionó sus manitos sobre las mejillas de aquella mujer, quien ya no era ni un poco parecida a lo que en su momento conocí.
Sonreí al ver cómo Madison acunó a Asher en su pecho y besó su coronilla repetidas veces, como si no pudiera creer que lo tuviera en sus brazos.
«Lo siento, Madison», dije al sentarme a su lado en una silla vacía.
«Quise venir mucho antes, pero…”, comencé a explicarle, pero ella negó con la cabeza a la vez que me daba un leve apretón en el brazo.
«Que ahora estés aquí es lo único que me importa», aclaró.
«Ya estás haciendo mucho por mí al cuidar de Asher», musitó mirando con una enorme sonrisa al pequeño frente a ella.
«¡Está enorme!», chilló.
Me reí y asentí con la cabeza.
«Ya gatea y no deja de balbucear», comenté. Madison mordió su labio inferior y las lágrimas volvieron a invadirla a la vez que negaba con la cabeza.
«Es en este momento en que odio saber que pronto moriré», bufó.
«Tan solo quisiera que él sepa que lo amé desde el primer momento en que supe que vendría a la vida”
Un escozor invadió mis ojos y es que no podía entender por qué la vida era tan injusta con algunas personas, y me causaba una enorme tristeza saber que mi hijo crecería sabiendo que su madre había muerto a causa de luchar contra el maldito cáncer.
«No te preocupes, pues él lo sabrá», aseguré al sonreír intentando no largarme a llorar en ese preciso momento.
«¿Cómo ha sido el proceso de adaptación?», preguntó Madison y entonces comencé a hablar con ella de todo lo que había tenido que hacer para adaptarme a Asher, y también sobre el apoyo de mi familia y de Ruby en el proceso de vivir mi paternidad.
Nos la pasamos horas hablando, hasta que una enfermera entró y me pidió de una manera muy amable que me fuera, pues Madison tenía que tomar su medicina e ir a dormir.
Antes de irme le prometí que volvería pronto, pues con solo haber pasado unas horas con ella supe lo necesario que era que Asher viviera los últimos momentos con su madre, pues no sabía cuándo ella podría partir.
POV Ruby…
Al entrar en mi departamento lo primero que veo es a Zafiro de pie en un costado de la puerta.
«¡Hola, preciosa!», chillé al agacharme a su altura y tomarla en mis brazos mientras la llenaba de besos, lo que pareció no gustarle, pues se zafó de mi agarre y fue directo a su plato a maullar, en clara señal de querer comida.
«¿Cómo te trató el tío Josh estos días?»
No esperé una respuesta por su parte, y en cambio, fui a darle su comida y luego me senté en uno de mis sillones tomando mi celular con la finalidad de llamar a mi madre y avisarle que ya estaba de vuelta en mi departamento.
«¡Hola, madre!», saludé apenas ella contestó la llamada.
«¡Ruby!», chilló emocionada al escucharme.
«¿Cómo vas con los mareos? ¿Has seguido el tratamiento? Creo que deberías venir a quedarte unos días en casa, yo hablé con tu padre y ambos creemos que…”
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar