El bebe de mi jefe
Capitulo 44

Capitulo 44:

Tomé las llaves del automóvil y mi saco, para después salir a máxima velocidad de casa en camino a la oficina, pues ya iba tarde a aquel encuentro con los practicantes que ingresarían a observar el funcionamiento de la empresa. Ántes de comenzar a conducir le escribí a Ruby que estuviera atenta por si llegaban aquellos estudiantes y que yo iba en camino a la empresa para atenderlos. Luego de eso encendí el motor y partí en dirección a Intelligent.

Al llegar, saludé a Emma con amabilidad, como siempre, y luego subí en el ascensor hasta el piso en donde se encontraba mi despacho.

Antes de entrar a mi oficina desvié mi camino para pasar a corroborar con Ruby si los practicantes habían llegado, pero en cambio me encontré con una escena que me dejó con los pelos de punta y una presión en el pecho.

Ruby estaba desplomada en el suelo tras su escritorio, sola.

“M!erda…”, musité con preocupación y cuando por fin reaccioné a lo que estaba pasando, me acerqué de inmediato a ella, agachándome para estar a su altura y afirmar su cabeza sobre mis rodillas.

“¡Ruby, despierta!”, dije con desesperación a la vez que la movía por los hombros para hacerla reaccionar.

De pronto recordé que en estos casos no era prudente mover a una persona desmayada, por lo que me sentí totalmente frustrado al no saber qué diablos hacer. Entonces, pude observar cómo Josh aparecía en escena.

“¡Josh!”, grité hacia él.

“¡Necesito ayuda aquí!”

“¡Oh, m!erda!”

Chilló Josh al verme con Ruby en el piso.

Dejó encima del escritorio una taza de café que traía entre las manos y luego se agachó a mi lado a la vez que miraba con detenimiento a la pelirroja.

“Jefe, yo le advertí a Ruby que debía ir al médico, pero ella simplemente no quiso…”

Se lamentó con notoria preocupación.

No sabía qué hacer o cómo poder ayudar a Ruby, y entonces solo pedí que no fuera nada grave, pues no podía aceptar que algo malo le ocurriera a ella, quien solo se dedicaba a iluminar mis días.

“Ruby, despierta…”

Susurré sintiendo cómo se formaba un nudo en mi garganta frente a la posibilidad de que algo malo le ocurriera a la pelirroja que tenía sobre mis rodillas.

“¡Josh, llama a la ambulancia!”, le ordené al sentirme desesperado.

Aquel chico asintió con la cabeza y de inmediato buscó su celular para marcar el número.

Acaricié la mejilla de Ruby y un escalofrío recorrió mi espina dorsal al sentirla tan fría.

Entonces, por milagro, ella comenzó a abrir los ojos poco a poco y se sintió como si el alma regresara a mi cuerpo y me relajé un poco cuando nuestras miradas se conectaron y ella sonrió levemente hacia mi.

“Athom…”, murmuró en voz baja, haciendo que mil mariposas volaran en mi interior al escucharla pronunciar mi nombre.

“¿Ruby?”

Cuestionó Josh aún con el teléfono contra su oído.

“Antes de qué te opongas, una vez puedas ponerte de pie, nos iremos a la clínica”

Le indiqué a aquella pelirroja que día a día se ganaba un poco más de terreno en mi corazón.

Ella intentó negar con la cabeza, pero de inmediato miré a Josh en busca de ayuda.

“¿Puedes hacerte cargo de la visita de los estudiantes de ingeniería?”, le pregunté.

Él me miró confundido, pero después solo atinó a asentir con la cabeza.

“Ruby y yo iremos al doctor”

Solté con seguridad.

Ruby soltó un g$mido de insatisfacción, pero lo ignoré.

Acaricié su largo cabello rojo y sonreí al ver que su rostro comenzaba a recuperar el color.

“Me has dado un buen susto”, dije haciendo una mueca con los labios.

“Lo lamento, jefe”, susurró con un puchero en los labios.

Josh nos miró con curiosidad, pero le agradecí el hecho de no decir nada al respecto, de hecho, al ver que ya no tenía nada por hacer ahí, se puso de pie y señaló la taza de café sobre el escritorio.

“Creo que le hará bien, para tomar calor”, mencionó.

Asentí con la cabeza y luego él me guiñó un ojo.

“Iré a encargarme de aquellos estudiantes”, dijo.

Le dio una última mirada a Ruby y ella en respuesta le levantó su pulgar, como indicando que todo estaba bien.

“¿Puedes sentarte?”, pregunté a Ruby.

Ella me miró desde abajo y asintió con la cabeza.

La ayudé a sentarse y una vez que estuvo lista, se puso de pie. Me quedé frente a ella y acomodé un mechón de cabello tras su oreja.

“Gracias por preocuparte, pero estoy bien…”

Afirmó, pero yo negué de inmediato y le dediqué una sonrisa.

“Me da igual lo que digas, te llevaré al médico”

Le guiñé un ojo y luego la llevé a sentarse en su silla, a la vez que le acerqué la taza de café.

“Toma esto, seguro te hace mejor”.

“Supongo que deberé obedecerte”, se lamentó con una sonrisa torcida.

“Pues temo que de lo contrario me despidas por insubordinación”.

Me reí y luego simplemente me crucé de brazos.

“Sabes que no podría hacer tal cosa”, afirmé.

Era cierto, no podía imaginar a Ruby fuera de mi día a día, entonces terminé de convencerme que aquella mujer me gustaba de una intensa manera, y más a malo, pues claramente ella no me veía de esa forma, ya que yo solo era su jefe.

POV Ruby…

Diablos, por un instante, al despertar de mi desmayo, pensé que tendría algún cáncer incurable o peor aún, que estaba embarazada, cuando las probabilidades de lo último eran casi inexistentes, teniendo en cuenta que mi vida sexual estaba muerta desde hace un tiempo.

“Athom, no creo que esto sea necesario…”, susurré al abrir la puerta de mi departamento.

“Ya estoy bien, y prometo tomarme la medicación, no debes de hacer de niñero”, aseguré.

De pronto, Zafiro apareció bajo mis pies maullando en busca de atención.

Me agaché con cuidado, aunque logré sentir un fuerte mareo, pero lo disimulé, pues no quería que mi jefe se preocupara de mi salud más de lo que ya estaba.

Tomé a Zafiro entre mis brazos y ella de inmediato ronroneó, haciéndome sonreír.

“Ruby, somos amigos, déjame cuidarte, por favor…”, susurró aquel hombre de intensos ojos azules a mi lado.

Me volteé para mirarlo a la cara y de pronto me sentí enormemente valorada y cuidada, como nunca antes me había sentido.

Diablos, ni mi ex novio se preocupaba tanto por mí. Asentí con la cabeza en respuesta, pues el doctor había dicho que la anemia se había provocado por la mezcla de vida sedentaria, mala alimentación y estrés.

“No irás a trabajar estos días, pues necesitas descansar”, me dijo Athom a la vez que acarició la cabeza de Zafiro, quien de inmediato buscó mayor atención por su parte.

“No, no me quedaré aquí sin hacer nada”, dije con una mueca en los labios.

“No es necesario…”

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