El bebe de mi jefe
Capitulo 42

Capitulo 42:

“Esa mujer me tiene en un bucle, del cual no puedo salir. Es tan intenso, como un tornado. Incluso he pensado en que me hizo brujería, pues no es normal”.

“Diablos, hasta te ha puesto poético y psíquico”

Me reí ante su descripción y él solamente me sacó el dedo corazón a la vez que no podía ocultar la sonrisa en sus labios.

“Mejor cuéntame por qué sigues ignorando el hecho de que Ruby te tiene vuelto loco”, musitó llevando el vaso de alcohol hasta su boca.

“No me jodas, Alexander, porque me largo de aquí”

Advertí con una ceja alzada.

“¡Ya, ya! Me rindo”

Alzó ambas manos en señal de rendición y luego solo sonrió como si nada.

Nos quedamos un minuto en silencio y pude escuchar cómo sonaba aquella canción: ‘Locked out of heaven’ de Bruno Mars, que siempre me había gustado.

Iba a hacerle un comentario a Alexander respecto a eso, pero en eso dos chicas guapas nos abordaron sentándose en los asientos vacíos que teníamos en nuestra mesa.

“Buenas noches, caballeros”

Saludó una de ellas apoyando su codo sobre la mesa y guiñándome un ojo.

“Con mi amiga nos preguntamos si podríamos hacerles un lugar aquí con ustedes, pues ya no hay mesas disponibles y nos gustaría quedarnos a tomar un trago con ustedes”, musitó en un evidente intento de coquetear.

Alcé una ceja hacia Alexander, a quien de inmediato le brillaron los ojos ante la propuesta de aquella desconocida.

Está bien, ellas eran mujeres muy atractivas, pero no lograron motivarme a nada más que a ser cortés, pues aunque no quisiera reconocerlo, yo ya tenía a alguien más en la cabeza, y no era ninguna de estas chicas.

“Lo siento chicas, pero me temo que mi novio y yo queremos privacidad”

Solté sonriendo con educación y el rostro de Alexander se deformó ante mi inesperada intervención. Lo vi llevar su vaso de whiskey hacia sus labios, en un intento de no largarse a reír, mientras que ambas chicas me miraron con tristeza, como si aquello fuera terrible para lo que querían conseguir esa noche.

“Es una pena…”, musitó la otra chica que aún no había hablado.

“Pero está bien, supongo que buscaremos otro sitio”, dijo mirando a su acompañante, quien asintió dándole la razón.

“Que tengan una buena noche, chicas”, les dijo Alexander una vez ellas se pusieron de pie decididas a marcharse.

Las vi alejarse y entonces me permití reír ante lo incómodo que había podido ser la situación para ambas.

“Eres un imbécil, ¿acaso no las viste? ¡Eran demasiado sexys!”

Giré los ojos con fastidio y luego alcé una ceja con malicia hacia mi primo.

“¿Para qué querías ilusionarlas?”, pregunté con diversión.

“Si igual luego no ibas a poder con ninguna”.

Señalé su masculinidad con mi dedo índice y él me dio un manotazo en la mano mientras gruñía insultos hacia mí.

“Eres un gran imbécil, Athom Patel”.

Me reí de Alexander un poco más y luego ambos pedimos otra botella de whiskey, pues la nuestra ya se había vaciado.

Continuamos bebiendo por mucho tiempo más, hasta que pronto mi lengua comenzó a sentirse pesada, al igual que mis ojos.

“Creo que es hora de irnos, Alex”, musité sintiendo mi voz pastosa gracias al alcohol.

Miré a Alexander frente a mí, quien apenas se sostenía sobre la mesa con ambos codos sobre ella.

Por mi parte, sentía mi mundo dar mil vueltas y como pude llamé a mi chofer personal para pedirle que viniera por mí.

Me levanté como pude y fui a pagar la cuenta, mientras Alexander me alcanzó y logramos salir de aquel bar, pues mi chofer estaba a poco de distancia.

“¡Ya te extrañaba, Athom!”

Chilló mi primo aferrándose a mi costado y haciéndome perder un poco el equilibrio.

“Pero ahora solo necesito mi cama”, murmuró liberando un bostezo.

“Está bien, le pediré a mi chofer que te lleve”

Asentí con la cabeza y sonreí al ver que el hombre de mediana edad ya estaba a unos cuantos metros de nosotros, pues simplemente deseaba volver a casa y acostarme.

Nos subimos en el automóvil y aquel hombre comenzó a conducir por las transitadas calles de Wellington.

Cerré los ojos un momento y solo los abrí cuando mi chofer me movió suavemente por el hombro, llamando mi atención.

“Señor Athom, hemos llegado a su casa”.

Me despabilé y abrí los ojos para darme cuenta de que Alexander ya no estaba a mi lado y que efectivamente estaba fuera de mi casa.

“Gracias, hombre”, dije apenas y luego me bajé con cuidado para entrar en mi casa intentando hacer el menor ruido posible, pues no quería despertar a Asher.

Caminé directo hasta la habitación de mi hijo, pues quería asegurarme de que estaba bien, y cuando entré me enternecí al ver a Asher durmiendo en medio de la enorme cama, junto a Ruby, quien estaba en posición fetal.

Diablos, se veían adorables juntos.

Sonreí y me afirmé en el marco de la puerta mientras mi mente no dejaba de pensar en las posibilidades que podían existir entre Ruby y yo.

¿Podríamos lograr ser más que amigos?

POV Ruby…

Me desperté asustada gracias a un fuerte ruido a mi lado y me senté en la cama para poder entender qué estaba pasando.

Mil escenarios pasaron por mi mente, como que alguien se había infiltrado en la casa o que Asher se había caído de la cama, pero en cambio me encontré con mi jefe tirado en el suelo mientras maldecía cosas que casi no lograba entender.

“M!erda”

Soltó con la voz pastosa, haciéndome ver que se encontraba borracho.

“¿Estás bien, Athom?”, pregunté al levantarme de la cama para ir en su ayuda.

“Ven, te llevaré a tu habitación”, musité al ayudarlo a ponerse de pie.

Cuando pude ver su rostro tan cerca del mío me sentí abatida, pues sin duda ambos ya habíamos excedido cualquier límite en lo referente a jefe y secretaria.

Negué con la cabeza intentando no pensar en eso, pues ya había resuelto que ambos sí podíamos ser amigos.

Con cautela lo ayudé a caminar hacia la salida de la habitación, pero él se opuso con un movimiento de cabeza.

“Quiero dormir aquí”

Hizo un adorable puchero con los labios y yo sonreí de medio lado, pues estaba actuando como un niño sin darse cuenta.

“¿Podemos dormir todos juntos, Ruby?”, preguntó batiendo sus pestañas, provocándome ternura.

Athom se afirmó en mis hombros y luego me empujó hacia su pecho para encerrarme en un fuerte abrazo que logró dejarme muy confundida.

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