El bebe de mi jefe
Capitulo 34

Capitulo 34:

Me sentí fuera de lugar, pues no esperaba aquello.

“¿Saben?”

Cuestioné con fingida amabilidad.

“Ya tengo sus números de contacto”

Asentí con la cabeza simulando que revisaba varias hojas en mi poder.

“Pronto las contactaré para indicarles el resultado de este proceso de selección”.

“Gracias, Señora Ruby”

Me respondió la chica zanahoria, que parecía igual de interesada en mi jefe que la otra candidata.

Me mordí la lengua al escucharla llamarme señora, pues no entendía por qué demonios todo el mundo siempre se refería a mí de aquel modo, como si pareciera de mayor edad, cuando aún tenía veintiocho años.

No la corregí, pues no valía la pena, aunque quería gritarles en la cara que seguía siendo una señorita.

“Esperaré ansiosa la respuesta de este proceso”, dijo la castaña.

Luego me guiñó un ojo con complicidad y yo asentí en respuesta, para después despedirme de ambas y cerrar la aplicación de videoconferencia con un suspiro audible.

Me sentía frustrada, pues no podía creer que aquellas candidatas que estaban tan bien valoradas por la web hubieran resultado ser tan poco profesionales al mostrarse más interesadas en un hombre que en el trabajo al que estaban postulando.

Tomé mi fiel agenda y llamé a otros números más, esperando poder tener buenas noticias para mi jefe el día de hoy.

POV Athom…

Alcé mi cabeza al escuchar la puerta abrirse y sonreí al ver a Ruby entrar en mi oficina con un folder entre las manos.

De inmediato, Asher reaccionó balbuceando como loco, lo que me hizo reír, pues parecía que él estaba saludando a Ruby en su característico idioma infantil.

“Buenas tardes, jefe”, dijo la pelirroja con una sonrisa ladeada al ver al pequeño Asher en su silla a mi lado.

“Hola, Ruby”

Saludé animado y miré la hora de reojo en el reloj de pared.

“Wow, ya es muy tarde”

Susurré al ver que la tarde se me había pasado muy rápido con tanto papeleo pendiente.

“Antes de irme a casa, quería entregarle este informe que preparé con las candidatas a niñera que entrevisté hoy”, dijo hablando muy rápido, con las palabras atropelladas.

“No quiero ser pesimista, pero a mi juicio, ninguna es apta”

Señaló con convicción.

Alcé una ceja hacia mi fiel secretaria a la vez que tomé la carpeta entre mis manos y leí lo que ella había escrito ahí de manera tan detallada como siempre era cuando le solicitaba una tarea en particular.

Ruby tomó asiento frente a mí y yo leí con atención sus palabras, intentando no reírme a carcajadas, pues parecía que todas habían sido un desastre, ya que ella las había categorizado como ‘poco profesionales’, ‘no tiene experiencia’, ‘demuestra poco interés’, etc.

“No veo que ninguna de estas personas esté capacitada para el trabajo, según lo que me has detallado en este informe”

Indiqué hacia ella, quien hizo una mueca con sus labios.

“Lo siento, jefe”

Negó con la cabeza.

“Creo que al ser un hombre reconocido, las niñeras están buscando otra cosa de usted…”

Arqueé mis cejas en respuesta al no entender a qué se refería Ruby.

“¿Qué quiere decir eso, Ruby?”

Cuestioné interesado.

Asher comenzó a aplaudir llamando mi atención, por lo que lo saqué de su silla y lo senté sobre mi regazo, lo que pareció mantenerlo contento.

“Verá, jefe…”

Susurró Ruby con una mueca de incomodidad en los labios.

“Pasa que muchas de ellas solo estaban interesadas en su vida sentimental, por así decirlo…”

Exploté en carcajadas al ver la incomodidad en el rostro de Ruby y entendí a lo que se refería.

Desde aquella entrevista que Wang me había hecho hace varios meses para el canal televisivo de Alexander, parecía que la atención del público femenino se había centrado en mí de una extraña forma, cuestión que en realidad me daba igual, pues mi único interés por el momento era Asher y además, mantener mi empresa a flote.

“Está bien, ya encontraremos a alguien que sea capaz para el puesto”

Me encogí de hombros y el alivio se instaló en el rostro de mi secretaria.

La observé por un momento y noté algo diferente en su semblante.

No sabía qué era con exactitud, pero algo había cambiado en la manera en que se mostraba.

“¿Cómo estás, Ruby?”, pregunté con cordialidad, pues ahora casi la podía considerar como una persona cercana, que me inspiraba mucha confianza, incluso más allá de lo laboral, a tal punto de haberle confiado a mi hijo en varias oportunidades.

¿Tal vez éramos amigos?

¿Eso sería muy extraño?

“Bien, bien…”, respondió ella y negó con la cabeza al mismo tiempo, mostrándome con ese pequeño gesto que su lenguaje corporal me estaba transmitiendo todo lo contrario a lo que su boca decía.

“Es decir…”

Vaciló por un momento y desvió la mirada, sin saber muy bien qué decir.

“Puedes hablar conmigo, Ruby”

La alenté, pues tal vez lo que necesitaba ahora mismo era un buen oído para escuchar, y yo le debía varios favores, por lo que esperé paciente a que ella se decidiera a hablarme.

“Descubrí a mi novio siéndome infiel”

Soltó bajando la mirada avergonzada, pero luego de unos segundos alzó su cabeza y suspiró.

“Pero está bien, porque necesitaba ver aquello para convencerme de que eso no estaba funcionando para ninguno de los dos”.

“Lo lamento…”

Susurré en respuesta, dudando de mis palabras.

“Es decir, me alegro que sientas que es lo mejor, pero eso no borra el trauma de ver a tu pareja serte infiel con otra persona”.

Ruby mordió su labio inferior y asintió con la cabeza, mostrándose impenetrable, pero lo cierto es que sus ojos decían mucho, y en ese momento sentí mucha rabia hacia aquel hombre, pues no podía entender cómo le había causado tanto daño a una mujer buena como lo era aquella pelirroja.

“Gracias, jefe”, dijo ella con una sonrisa leve y luego salió de mi oficina, sin dejarme responder nada más. Suspiré y miré a Asher con preocupación.

“¿Deberíamos invitar a Ruby a comer con nosotros?”, le pregunté al pequeño en mis brazos y él solo batió las pestañas en respuesta, lo que me hizo sonreír y ponerme de pie rápidamente, para después salir corriendo tras Ruby.

Al encontrarla tras su cubículo, mi corazón se partió en dos al verla llorar, y sabía que aunque ella dijera que estaba bien, la herida continuaba abierta en su interior, y solo necesitaba distracción para cerrarla y curarla.

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