El bebe de mi jefe -
Capitulo 27
Capitulo 27:
“Ni aunque quisiera puedo ayudar a Madison respecto al cáncer”, dije con una mueca en los labios.
“Pero lo que sí está en mis manos es darle la mejor vida que pueda a nuestro hijo”.
“Gracias por esto, Athom…”, musitó Max al sonreír y secar sus lágrimas con la manga de su camisa.
“Asher sin duda quedó en las mejores manos contigo”.
“Es mi deber, no es un favor que le estoy haciendo a Madison al hacerme cargo de Asher”
Negué de inmediato con la cabeza.
“Es mi hijo, y me hago cargo porque es lo que debo y quiero hacer”.
Max asintió con la cabeza en respuesta y luego solo sonrió, intentando fingir que todo estaba bien, cuando yo era consciente de que no lo estaba, y era lógico, pues su prima se estaba muriendo.
“¡Athom!”
Volteé ante la voz de mamá y sonreí cuando me señalaba con su dedo hacia el piso, donde Asher no dejaba de aplaudir y moverse al ritmo de una canción.
“Tenemos un bailarín en la familia”.
Levanté mi pulgar hacia ella y solo me reí, pues nunca pensé que mamá estaría tan emocionada al conocer a su nieto, del cual no tenía idea sobre su existencia, pero que en un minuto había aceptado como parte de su vida.
“Iré a ver a Ángel”, dijo Max excusándose y pasando por mi lado, dejándome ahí de pie, alejado del resto, pero observando todo sin perderme ningún detalle.
Sonreí al sentirme relajado por primera vez en mucho tiempo, pues ahora todo estaba aclarado, y tenía la certeza de que Asher era hijo mío, cuestión que me dejaba con la seguridad de que desde ahora, podría ordenar todos los demás aspectos de mi vida.
Athom Patel ahora era padre, y quería dedicarme a ser el mejor para Asher.
POV Ruby…
Si era sincera conmigo misma, en este punto de mi vida, mi cabeza era un revuelto de emociones sin comprender.
Por una parte, me sentía triste por la última conversación que había mantenido con Andi, y por otro lado, sabía que las cosas no durarían mucho tiempo más de ese modo, pues yo no estaba cómoda con su comportamiento y con las respuestas que me había dado al momento de decirle sobre mi sueño de ser madre.
Quería descansar y desconectarme de la cruda realidad, por lo que había aprovechado que Andi saldría de la ciudad con el fin de asistir a una reunión para la empresa en donde trabajaba, y le había preguntado a mamá si podía pasar el fin de semana con ella y papá, a lo que por supuesto había accedido de inmediato.
“¿Te encuentras bien, cariño?”
Alcé la mirada hacia mi padre, quien me miraba con curiosidad a la vez que llevaba un trozo de carne hacia su boca.
“Sí, padre”
Asentí con la cabeza y tomé mi copa de vino para remojar mis labios, intentando disimular mi mentira, pues lo cierto es que no todo estaba bien.
“¿Cómo van las cosas en tu trabajo?”, pregunté desviando el tema.
Mi padre era contador desde hace muchos años, y uno muy bueno, aunque yo siempre lo molestaba con que su trabajo era algo aburrido.
“Tengo mucho trabajo en la oficina, no me quejo”, respondió él con una sonrisa.
“Ya que nadie me pregunta, igual les comento que yo estoy muy bien siendo una dueña de casa”, dijo mamá sonriendo divertida.
Papá giró los ojos en respuesta y luego tomó su mano por sobre la mesa para dejar un casto beso sobre su dorso.
Sonreí al verlos de aquel modo, pues ante mis ojos, ellos eran la pareja perfecta, y eran a lo que siempre yo había aspirado tener en una relación, solo que al parecer, me había equivocado al pensar que junto a Andi podría conseguir aquella relación que yo quería y que en el fondo sabía que merecía.
Terminamos de comer el delicioso estofado que mamá había preparado, con algunos comentarios que me hicieron reír y distraer mi mente, hasta que al acabar aquella cena, papá se levantó de la mesa y salió de casa con la excusa de ir a mirar un partido de tenis a la casa del vecino, quien era su mejor amigo, por lo que mamá y yo quedamos solas.
“¿Sabías que las madres tenemos un superpoder?”, preguntó mamá mientras ella lavaba los platos y yo iba secándolos para después guardarlos en su respectivo lugar.
“¿Cuál sería ese superpoder?”
Cuestioné confundida, pues no sabía a dónde se dirigía con ese punto.
“Saber cuándo tus hijos mienten”, respondió con una sonrisa.
La observé de reojo y suspiré, pues ya iba entendiendo a dónde quería llegar con eso.
Me encogí de hombros en respuesta e hice una mueca con los labios.
“No puedo ser una mal agradecida y decir que estoy mal, mamá”, puntualicé.
“Tengo un buen trabajo, donde de hecho me aumentaron el sueldo, además tengo a mis padres sanos, un departamento acogedor y…”
“Y un novio que no te sirve para nada”, espetó con amargura.
Me reí de inmediato ante sus palabras, pues era bastante obvio que mi madre ya no toleraba a Andi, y poco a poco me lo estaba haciendo ver.
“¡Mamá!”, chillé divertida y riendo como loca, provocando con eso que ella se contagiara de mi risa.
“¡Solo digo la verdad, Ruby!”, se quejó de vuelta.
“¿Pudiste hablar con él sobre lo que sientes?”, preguntó mirándome de reojo.
“Sí…”, susurré.
“Pero al parecer mis sospechas eran ciertas”
Negué con la cabeza y mordí mi labio inferior a modo de reprimir el llanto que amenazaba con aparecer.
“Él no quiere ser padre, pero al mismo tiempo dijo que no quería perderme y que quería ser mejor para mí. Entonces, lo único que hago es pensar que nuestros caminos están destinados a separarse en algún punto”.
“Él no quiere perderte y es lo único que está consiguiendo al comportarse como un imbécil contigo”, dijo mamá soltando una risa sarcástica.
Guardé silencio un momento, mientras aquella última cena que habíamos compartido volvía a mi mente como un recuerdo fugaz, al igual que el fallido intento de Andi por tener se%o al llegar a casa.
“Disculpa, hija…”, susurró mi madre volteándose hacia mí después de haber lavado el último plato que quedaba sucio.
“No quiero ser dura con mis palabras, pero es que me da mucha rabia verte tan triste, cuando no lo mereces”.
“Lo sé, mamá”
Asentí con la cabeza y sequé rápidamente el plato que mi madre había lavado recién.
“Ven, vamos a tomar el té juntas”, dijo.
Caminamos hasta la mesa nuevamente, mientras ella puso dos tazas sobre la mesa y dejó encima su enorme caja de madera en donde almacenaba mil bolsas de té, de diferentes sabores y tipos. Sonreí, pues para mí este momento del té era una terapia más.
“¿Cómo puedo saber si lo correcto es terminar esa relación?”, le pregunté con la esperanza de encontrar una respuesta favorable, en cambio, mi madre puso a hervir el agua en la tetera y me regaló una sonrisa.
“Haz una lista con las razones por las cuales estás con él”, dijo sin más.
Miré a mi madre y sonreí ampliamente, pues su idea me parecía acertada y sanadora, ya que al poner en concreto mis motivos para seguir en esa relación, sería mucho más sencillo reconocer mis sentimientos.
Cuando el agua estuvo lista, preparamos dos tazas de té de Jazmín y mi madre sonrió a la vez que me tomaba la mano con cariño.
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