El bebe de mi jefe
Capitulo 25

Capitulo 25:

Diablos, un balazo hubiera dolido menos que sus palabras. ¿Estábamos comenzando a vivir? ¡Tenía veintiocho años y él treinta!

“Te entiendo”, dije fingiendo mi mejor sonrisa y entendiendo ni m!erda de lo que me decía.

Gracias al destino la comida llegó poco después de aquella incómoda conversación y decidí disfrutar de la deliciosa paella que habían puesto frente a mí, pues no podía permitir que sus palabras me hirieran. Andi no quería ser padre conmigo, y eso estaba bien, pero eso solo significaba que nuestros proyectos no eran los mismos, y que llegado el momento, esta relación debería llegar a su fin para que cada uno hiciera lo que quisiera con sus vidas.

Me dolía ver la realidad de ese modo, pero esta conversación solo había dejado en evidencia lo que por mucho tiempo quise esconder, y es que ambos éramos completamente diferentes, y además, teníamos planes diferentes para el futuro.

Al llegar a casa, mi único deseo era poder acostarme en la comodidad de mi cama y dormir profundamente, pues había sido un largo día y muy agotador, tanto físico como mentalmente, ya que no era nada agradable abrir los ojos y darte cuenta que tu relación amorosa estaba destinada al fracaso.

“¿Amor?”, preguntó Andi llamando mi atención.

Me volteé a verlo justo cuando entré en nuestra habitación y él me guiñó un ojo, intentando parecer juguetón.

“Creo que nuestra celebración aún no acaba”, murmuró acercándose lentamente a mí.

Él se puso frente a mí y con una mirada felina me tomó por la cintura atrayéndome y pegando mi cuerpo al suyo, para luego besarme de una manera avasalladora.

Yo estaba en modo automático, moviendo mis labios sobre los suyos e intentando encontrar una conexión entre ambos para aquel momento tan íntimo, pero en cambio, mi cuerpo no respondía, era como si rechazara su contacto corporal.

Quise concentrarme en la cercanía de su cuerpo, en cómo sus labios parecían querer devorarme la boca, pero simplemente no pude.

Me sentía triste e invalidada, pues claro, él no quería tener hijos conmigo, pero ¿Qué hacía yo con mis deseos? ¿Debía esconderlos y guardarlos en la profundidad de mi corazón?

«Andi…”, susurré al poner mis manos sobre su pecho para alejarlo de mí, pero él comenzó a frotar su hombría contra mi abdomen, en una clara señal de deseo.

«No, Andi, detente», espeté con dureza y tomé distancia de su cuerpo cuando él me liberó del agarre sobre mi cintura.

«Estoy cansada, mejor será que duerma», dije sin más y él me miró como si no pudiera entender lo que le estaba diciendo.

“Yo pensé que querrías…”, susurró con una cara de derrota, y antes de que pudiera acabar su oración lo interrumpí.

“Tal vez en otro momento, pero ahora solo deseo dormir y descansar”

Me encogí de hombros y entonces caminé hasta el baño, intentando escapar de aquel incómodo momento.

Vale, el se%o con Andi no era malo, pero desde hace mucho tiempo que había dejado de existir entre ambos, a tal punto de sentir que había vuelto a recuperar mi v!rginidad.

A pesar de esto, después de aquel intento de cena romántica, mi libido se había desvanecido.

Me miré en el espejo del baño y me dio pena ver mi propio reflejo, pues no sabía en qué momento me había perdido a mí misma, a tal punto de aceptar las migajas de amor que Andi me daba.

Con él las cosas eran así, un día me podía dar el cielo, y al otro, ignorar mi existencia por completo.

Suspiré y me afirmé en el lavabo, para después negar con la cabeza y dejar de lado todos mis pensamientos negativos al sacarme la ropa y meterme dentro de la tina, intentando con eso, que el agua pudiera borrar la amargura que me invadía.

POV Athom…

“Aun estoy a tiempo de inventar que estoy muy enfermo”, musité, tratando de encontrar una excusa para evitar el encuentro con mi familia.

“¡Claro que no, Athom!”, me reprendió Amalia al otro lado de la línea telefónica.

“Es el momento perfecto para presentar a tu hijo con su familia paterna”.

Suspiré con agobio, sabiendo que mi querida prima tenía razón, como siempre.

Miré de reojo a Asher, quien se revolcaba por la enorme cama tamaño king que decoraba mi habitación, y luego me senté a su lado, intentando calmar mis nervios.

En menos de dos horas debería enfrentarme a mi familia en un almuerzo familiar y presentarles a mi hijo, del cual nadie tenía idea de su existencia, incluido yo.

“Está bien, prometo que iré”

Afirmé finalmente.

“Nos vemos, primito”, murmuró Amalia para luego finalizar la llamada.

“Vamos Asher, creo que debemos ponernos guapos, pues conocerás a tu familia”, murmuré hacia el pequeño niño que no dejaba de moverse inquieto por la cama.

“Es hora de darte un baño”.

Tomé a mi hijo entre brazos y lo llevé directo al baño, donde preparé todo como Ruby me había indicado, y luego lo bañé con cautela, intentando que el agua no entrara a sus ojos u oídos.

Asher parecía disfrutar del agua, pues chapoteaba con sus brazos y no dejaba de reír, lo cual me llenaba de alegría.

Al salir, le puse una de sus tantas camisas que le había comprado Amalia, a juego con la mía, y lo acompañé todo con un saco color azul marino, que también combinaba a la perfección con el que yo usaría.

Aún en brazos, caminé con Asher hasta detenerme frente a un espejo en mi habitación y sonreí ampliamente al vernos en el reflejo, pues tener una versión en miniatura mía me hacía sentir inexplicables cosas, todas, positivas.

Asher se había convertido en una inyección de energía en mi vida.

Toqué con mis nudillos la puerta frente a mí y esperé pacientemente a que alguien nos abriera, pues Asher se encontraba impaciente entre mis brazos.

Tal vez ya tenía hambre o necesitaba un cambio de pañal, no lo sabía, pues seguía intentando averiguar qué significaba su comportamiento en determinados momentos del día.

“¡Pero qué caballero tan lindo!”, exclamó Amalia apenas abrió la puerta. Tomó a Asher entre sus brazos y le plantó un estrepitoso beso en su regordeta mejilla.

“Creo que tiene hambre”, mencioné intentando buscar ayuda en mi prima.

Ella alzó una ceja para mirarme con curiosidad y luego levantó un poco a Asher para oler su pantalón e hizo una mueca de desagrado.

“No, de hecho, necesita un cambio de pañal urgente”, dijo al mirar a Asher y sonreírle.

“No te preocupes, yo lo haré”, dijo ella con seguridad, para después arrebatarme el bolso que traía colgando de mi hombro.

“Ve al jardín trasero, ya están todos ahí. Luego te alcanzo”.

Amalia se perdió escaleras arriba en su casa y yo me quedé ahí, de pie en modo tieso, sintiendo miedo de ir afuera y ver a mis padres.

¿Cómo les diría que ahora eran abuelos?

¿Y si no aceptaban a mi hijo?

Wow, escuché una voz familiar detrás de mí y me volteé para encontrarme con mi madrina de pie frente a mí, con los brazos cruzados sobre su pecho.

«¡Cada día me convenzo más de que eres una copia exacta de tu padre!», exclamó con una sonrisa.

«Hola, madrina», respondí con una sonrisa, acercándome a ella.

Mi madrina había sido como una segunda madre para mí, la mejor amiga de mamá.

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