El bebe de mi jefe -
Capitulo 2
Capitulo 2:
Observé la hoja y arrugué las cejas al leer un nombre femenino junto a una dirección.
Negué de inmediato al comprender de qué se trataba todo esto. Amalia tenía la mala costumbre de hacerme citas a ciegas, esperando que algún día caiga rendido por alguna de ellas.
«No, no iré», espeté con seriedad.
Amalia rodó sus intensos ojos azules, característicos de los Patel, y luego se cruzó de brazos a la defensiva.
«¡No puedes seguir consiguiendo citas para mí, Amalia!»
«Todos queremos que seas feliz, Athom», murmuró ella.
«Además, esta chica no es cualquier mujer que encontré en Tinder…”
«Dime que ya borraste esa maldita cuenta de Tinder que hiciste para mí», supliqué, intentando controlar mi frustración.
«¡Sí, ya la borré!» chilló con fastidio, tomando el papel de mis manos.
«Como te decía, esta chica, Madison, es una prima lejana de Max», aclaró. Bufé con fastidio, pero finalmente asentí.
«¿Crees que por ser prima de tu marido debo ir y ‘comermela’?», bromeé, haciendo que Amalia se espantara y chillara, lo que me hizo reír en respuesta.
«¡Vale, iré!», accedí finalmente, aunque dejé claro que sería la última vez.
«Pero será la última vez que hagas esto por mí».
«Ahora, mejor cuéntame cómo está mi lindo ahijado», cambié de tema. Amalia sacó su celular y me mostró una foto de Ángel, mi adorable ahijado, en medio de dos niñas que le besaban la mejilla.
«Definitivamente este fin de semana iré a verlo», decidí, devolviendo el celular a Amalia, quien me guiñó un ojo.
«¡No se diga más!», se puso de pie emocionada.
«Llamaré a mis padres y a los tuyos, así este fin de semana organizamos un almuerzo familiar, como en los viejos tiempos».
«Me apunto», asentí en respuesta, y Amalia chilló emocionada.
Ambos amábamos a nuestra familia y estar todos reunidos era de lo más divertido. Nuestros padres siempre habían sido muy unidos y compartían muchas anécdotas que nos hacían reír hasta no poder más.
«No puedo creer que le dijiste eso a la periodista Wang», dijo Alexander al otro lado de la línea, refiriéndose a la entrevista para su canal que había resultado incómoda. Giré los ojos con fastidio, seguro de que Ruby, su hermana, ya le había contado mi molestia.
«¿Qué esperabas, Alexander?», cuestioné, arrugando las cejas.
«Es poco profesional que quieras indagar en mi vida amorosa sin advertirme, y mucho menos si se trata de una entrevista grabada para la televisión».
«Está bien, lo reconozco», musitó él con cautela.
«Lo siento, primo, no volverá a ocurrir algo así», se excusó, y sonreí con malicia.
«Eso es evidente que no volverá a ocurrir, porque no volveré a dejarme entrevistar para tu canal de m!erda», respondí con firmeza.
«¡Eres un maldito, Athom Patel!», chilló ofendido, pero ya habíamos llegado a nuestro destino, un elegante restaurante de la zona. Miré hacia afuera y el edificio era imponente, Amalia se había lucido esta vez.
«Debo irme, Alexander, me están esperando», le dije a mi primo.
«Espero que no seas rencoroso con tu primo favorito», bromeó él.
«Por desgracia, eres el único maldito primo que tengo, Alex», musité con una sonrisa. Aunque a veces fuera un loco, lo amaba como a un hermano, al igual que a Amalia.
«Me cuentas cómo te va en la cita de hoy, pues ya Amelia me dijo que te verías con una chica linda», dijo divertido antes de despedirse.
Adentrándome en el restaurante, me encontré con Madison, la cita a ciegas organizada por Amalia.
Era una mujer linda y simpática.
Nos sentamos y, poco a poco, me di cuenta de que podría pasar un momento agradable fuera de la oficina.
Decidí soltarme y mostrarme como Athom Patel, un hombre soltero de 31 años que, cuando quería, podía ser carismático y agradable.
Aquella castaña y yo compartimos una agradable velada juntos, disfrutando de la deliciosa comida que nos sirvieron.
Sin embargo, lo mejor fue el postre, que resultó ser una sorpresa inesperada.
«¿Un bebé?» fue lo primero que cruzó por mi mente.
Odiaba llegar tarde al trabajo.
Desde siempre, mi padre me había enseñado que el éxito de un hombre estaba acompañado por la responsabilidad.
Anoche, luego de cenar solo en mi enorme casa, me dispuse a actualizar unos datos sobre los proveedores de la empresa, lo que sin pretenderlo, me llevó más tiempo del debido. Hoy me costó mucho levantarme de la cama.
Caminé apresurado por la calle, hasta que por fin entré en el edificio de Intelligent.
En ese momento, mi celular sonó, anunciando una videollamada de mi madre. Contesté y la vi sonreír al verme.
Mi madre, la reconocida pintora Aurora Williams, era una mujer hermosa con un cabello rubio natural. Con el pasar de los años, parecía que solo aumentaba su belleza.
«Hola, mi bebé pequeño», chilló emocionada.
«¿Cómo va todo por el Caribe?».
«Debo decir que todo va bien, pero te extraño mucho», hizo una mueca con los labios y luego apareció mi padre en la pantalla.
«¡Hola, hijo mío!», dijo mi progenitor, mostrando su pulgar con aprobación.
«Ya vimos que te han nominado como uno de los empresarios más exitosos del país. Déjame decirte que me parece fabuloso. No me cabe duda de que cada día que pasa te vuelves mucho más profesional y que dejé todo en las mejores manos posibles».
«Gracias, padre», musité con verdadero agradecimiento.
«Me alegra que se hayan enterado de eso».
Saludé a la recepcionista y me dirigí hacia el ascensor, dispuesto a subir lo más rápido posible, ya que estaba muy atrasado.
Mi madre volvió a llamar mi atención, preguntándome quién me acompañaría a recibir el premio.
«No lo sé, madre», respondí sin prestarle mucho interés, pensando probablemente en ir con mi prima Amalia, quien siempre estaba dispuesta a acompañarme a eventos sociales de la empresa.
«Pero yo creo que es hora de que te dejes conquistar por una buena mujer, Athom», dijo mi madre con total convicción.
«No digas que tus prioridades ahora son otras, pues no te hemos criado para ser un hombre millonario y frívolo».
«Puede que para ser millonario sí», acotó mi padre, haciéndome reír.
«Pero Athom, tu madre tiene razón en que no nos debes un voto de castidad. Queremos verte feliz y acompañado por alguien que te impulse a ser mejor cada día. Queremos verte haciendo una hermosa familia, tal como nosotros lo hicimos en su momento».
Rodé los ojos ante sus palabras, pues siempre era lo mismo cuando se trataba de mi vida amorosa. Todos se daban el derecho de opinar e intentar buscarme una compañera, la cual no quería en estos momentos, ya que mis prioridades estaban en Intelligent, y en nada más.
El ascensor por fin abrió sus puertas para mí, y suspiré al notar que me había perdido en mis pensamientos por un momento, dejando de lado la conversación con mis queridos padres.
“Yo sé que se preocupan por mi, pero créanme que estoy bien”, dije de inmediato.
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