El bebe de mi jefe
Capitulo 17

Capitulo 17:

“No estaba pidiéndote explicaciones, bobo”

Me sacó la lengua al estacionarse fuera de una de las clínicas más prestigiosas del país.

“Hemos llegado”, musité al sentirme más nervioso, pues si todo salía bien, pronto sabría si Asher era mi hijo o no.

“Aunque me queda una duda…”

Solté antes de bajar del automóvil.

Amalia se volteó para mirarme con una ceja alzada y asintió en mi dirección.

“¿Conocías a Asher?”, pregunté curioso.

“No…”, negó con la cabeza y luego miró al pequeño con una sonrisa.

“Solo sabía que Madison tuvo a un hermoso bebé, pero el día en que Max decidió ir a conocerlo al hospital, Ángel estaba terriblemente enfermo, por lo que me quedé con él y no acompañé a Max”, dijo ladeando la cabeza y luego suspiró.

“Seguro al haberlo visto, habría reconocido aquellos ojos… y me extraña que Max no lo haya notado”.

“Aunque en este país hay muchísimas personas con los ojos azules”

Me encogí de hombros con una sonrisa fingida, intentando aún no hacerme ilusiones con el pequeño Asher.

“Mejor vamos por ese examen, que yo también quiero salir de las dudas”, dijo Amalia a la vez que me guiñó un ojo.

Ambos nos bajamos del automóvil y caminamos hasta el interior de aquella lujosa clínica, la cual, según Amalia, tenía una excelente reputación en cuanto a los exámenes de ADN, que era lo que más me importaba en estos momentos.

Le agradecí a mi prima cuando noté que ella ya había reservado una hora para la toma del examen, pues ni bien pusimos un pie en el lugar, nos atendieron de inmediato, tomando las muestras de saliva necesarias, y prometiendo que los resultados estarían disponibles en cuestión de tres días.

“No quisiera ser imprudente, pero… ¿Por qué Madison te entregó a Asher?”, preguntó Amalia cuando nos subimos en su automóvil nuevamente.

Se volteó a verme sin intenciones de encender el motor aún, por lo que decidí decirle la verdad a mi prima.

“Madison tiene cáncer”, musité.

Los ojos azules de Amalia se abrieron de par en par y luego tragó saliva con dificultad, como si no pudiera creerlo.

“Un cáncer terminal, por lo que quiere internarse en una clínica oncológica para ser cuidada”.

“No puede ser, Athom…”, dijo luego de varios segundos en silencio.

“Ahora entiendo por qué decidió buscar al padre del niño, pues no quería dejarlo a la deriva”.

“¿Qué crees que pase si resulta no ser mi hijo?”, pregunté con angustia.

“¿Quién se hará cargo de él?”

“No lo sé…”

Se encogió de hombros y luego suspiró.

“Pero si te soy sincera, yo tengo aquella sensación que me dice que sí es hijo tuyo. No podemos basarnos en meras suposiciones”, espeté con dureza.

“Solo reconoceré a Asher como hijo mío cuando vea los resultados de ese examen, y eso no quiere decir que lo abandonaré”

“No seas mal genio, Athom”, bufó Amalia y luego se acercó a Asher para dejar un beso en su coronilla.

“Eres un niño muy lindo, Asher, y tienes suerte de haber caído en las manos correctas”, le dijo con una sonrisa y luego se volteó para comenzar a conducir.

“¿A dónde vamos ahora?”, pregunté.

“Asher tiene hora con su pediatra de cabecera, pues necesitas aprender cómo alimentarlo y todo lo que requiere él para seguir así de sano”, dijo Amalia restándole importancia, pero lo cierto es que aquella chica era mi ángel guardián, aunque muchas veces yo actuaba como un ogro.

“Gracias por todo, Amalia”, dije con sinceridad y ella no respondió nada, en cambio, encendió la radio y colocó una estación radial aleatoria para armonizar el viaje.

Observé a Asher entre mis brazos y él me respondió con un gran bostezo, cuestión que me hizo sonreír, pues lo cierto es que aquel pequeño era muy tierno y se daba a querer muy fácilmente.

Esto me aterraba, pero al mismo tiempo, me hacía sentir con un sentido, como si su llegada a mi vida hubiera sido con el propósito de hacerme sentar cabeza.

“Aún no quiero decirle sobre Asher a mis padres”, le comenté a Amalia, quien asintió con la cabeza y luego dejó salir una risita divertida.

“¿Qué es lo gracioso?”

Cuestioné con una ceja alzada.

“Nada, es solo que ya imagino a tía Aurora al saber que es abuela”

Suspiró y luego se volteó levemente hacia mí con una sonrisa.

“Claro, eso pensando en que Asher realmente sea hijo tuyo”.

Asentí con la cabeza y miré hacia la ventana, intentando esconder los alocados latidos de mi corazón al imaginar la reacción de mis padres al saber que habría un heredero para lo que habíamos construido.

Al pensar en aquello, por un momento rogué que todo esto fuera real, y que Asher sí fuera mío, pues era evidente que algo se estaba formando entre ambos.

Como si él supiera algo de lo que estaba pasando por mi mente, afirmó su pequeña mano en mi rostro, a la vez que cerraba los ojos para dormir una vez más, provocando una sonrisa en mis labios.

“Me parece que todo va bien con este pequeño”, dijo el doctor de cabello blanco al alejarse de Asher y sentarse tras su escritorio. Asentí con la cabeza y por un momento me quedé en blanco, pues tenía muchas dudas y no sabía por dónde empezar con todo el proceso.

“Entonces, supongo que a partir de ahora, Asher vendrá con su padre a las consultas… mencionó el doctor mirándome con una sonrisa en los labios y yo tragué saliva con dureza, pues no tenía claro qué decir al respecto, pues ni siquiera sabía si Asher era mi hijo”.

“Madison está muy enferma, doctor”, respondió Amalia por mí.

“Por lo que aún no tenemos claridad del panorama…”

“Entiendo…”, dijo el hombre con una mueca en los labios.

“Pues lo bueno es que su pequeño está en perfecto estado”, mencionó él con un asentimiento de cabeza.

“Gracias por atenderlo”, dije sintiendo que había estado muy callado en aquella consulta, y no quería verme como un hombre despreocupado por el pequeño.

Tomé a Asher en mis brazos y me moví de un lado a otro mientras el doctor intercambiaba algunas palabras con Amalia.

Aquel doctor había sido muy amable conmigo, pues me había explicado todo lo referente a la etapa del desarrollo en la que se encontraba Asher, además de decirme que desde ahora, el pequeño tendría que comenzar a comer papillas, para luego de un tiempo, transitar a la comida sólida.

Al final de la consulta, el médico me entregó una hoja con lo más importante que debía saber, como el estimular el movimiento de sus extremidades y además, favorecer que el niño se siente con algo de apoyo para fortalecer sus músculos.

Diablos, esto se escuchaba muy fácil, pero sabía que en la práctica me costaría mucho más.

Agradecí la atención del doctor y luego salimos de la consulta y fuimos directamente al centro comercial, pues había muchas cosas que necesitaba adquirir para tener a Asher conmigo, como por ejemplo, la silla para el automóvil.

“Entonces, necesitamos un mordedor y alimentos molidos…”, dijo Amalia a la vez que caminábamos por el centro comercial.

Observé de reojo como Asher iba emocionado en los brazos de mi prima, mirando todo con curiosidad.

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