El bebe de mi jefe
Capitulo 15

Capitulo 15:

Cuestioné alzando una ceja, sabiendo muy bien que para trabajar ella solo necesitaba su computadora y acceso a internet.

“Creo que sí…”, musitó cruzándose de brazos a la altura de su pecho.

Asentí en respuesta y luego le envié un mensaje a mi chofer designado para pedirle que venga a casa urgentemente.

Miré a Ruby con una sonrisa y le guiñé un ojo a la vez que me ponía de pie.

“Tomemos desayuno mientras mi chofer viene por ti”, sugerí al sentir el delicioso aroma del café recién preparado.

“Como usted diga, Señor Patel”, dijo ella con una sonrisa.

“Bien sabes que odio que me traten de señor”

Alcé una ceja hacia ella y luego me reí.

“Solo dime Athom”

“No creo que eso sea correcto, jefe”

Ella negó con la cabeza y yo solo sonreí, pues después de todo, ahora podía ver que aquella chica era la secretaria perfecta y agradecía haberla contratado hace un tiempo atrás.

“Con ‘jefe’ me conformo”

Hice comillas con mis dedos y luego me encogí de hombros.

Mientras ambos caminábamos de vuelta a la cocina, noté como una sonrisa se formaba en sus labios, cuestión que me hizo sonreír también.

POV Ruby…

Luego de haber tomado desayuno junto a mi jefe y su prima, la respetada abogada Amalia Williams, el chofer que mi jefe había llamado llegó en mi búsqueda, por lo que luego de despedirme de ambos, y también del pequeño Asher, me subí a aquel automóvil con dirección a casa, donde esperaba no tener problemas con Andi por no haber llegado a dormir anoche, pues sabía lo celoso e inseguro que podía ser mi novio, y estaba completamente segura de que no me creería nada de lo que realmente había ocurrido en casa de mi jefe, y pensaría lo peor de mí, como siempre.

Suspiré a la vez que me bajaba del automóvil que me había llevado a casa, y al estar frente al lote de departamentos en donde vivía, una extraña sensación se alojó en mis entrañas, con algo muy similar al miedo de tener una nueva discusión con Andi.

Era como si temiera a que él pudiera reaccionar de una manera que lograra dañarme de manera irreversible.

Subí hasta el piso en donde se encontraba mi hogar y entré en casa, descubriendo que yo no había sido la única que había dormido afuera, pues no había rastros de mi novio por ningún lado, y nuestra cama estaba perfectamente tendida, lo que en el fondo agradecí, pues hacía mucho que no tenía un día libre en la oficina y pretendía aprovechar para quedarme acostada todo el día mientras avanzaba con algunas cosas del trabajo en el computador.

Ni siquiera me afectaba tanto el hecho de no saber nada de Andi, pues en el fondo, ya estaba acostumbrada a su indiferencia y falta de tacto conmigo.

“Feliz aniversario de m!erda”, musité a viva voz a la vez que me saqué con rabia la ropa que ya traía pegada al cuerpo y me colocaba un pijama abrigado.

Me metí entre las sábanas y antes de poder buscar mi computadora para ponerme a trabajar, mis ojos se cerraron y me permití descansar por un momento, pues mi cuerpo me estaba advirtiendo que ayer había sido un día extremadamente agotador y necesitaba reponer energías antes de continuar con mi vida.

Mis ojos se abrieron de par en par al escuchar aquel incesante sonido que ya conocía.

Extendí mi mano hasta tomar mi celular y cuando vi la pantalla sonreí al ver que se trataba de mi madre.

“Hola, mamá”

Saludé al contestar la llamada.

“Acabas de despertarme”, comenté con una sonrisa en los labios mientras me acomodaba mejor entre las cómodas sábanas de mi cama.

“Hola, cariño”, respondió ella con su típico tono maternal.

“Lo siento Ruby, pensé que estabas en tu hora de almuerzo, por eso llamé para saludarte”.

“No te preocupes, de hecho, me has hecho un favor al despertarme”

Reconocí al pensar en que ya era pasado el mediodía, y seguro tenía un montón de correos de la oficina por responder.

“¿Cómo estás?”, pregunté con interés.

Mamá y yo habíamos dejado de vivir juntas desde el momento en que yo decidí independizarme junto a Andi, pero eso no quería decir que ella y yo tuviéramos una relación complicada, por el contrario, nos amábamos con locura y en cierto punto, ella era mi mayor confidente.

“Yo bien, en casa, esperando que tu padre llegue del trabajo”, comentó y yo suspiré en respuesta, pues sin duda la relación de mis padres era mi ejemplo a seguir y me dolía saber que lo que tenía con Andi en este punto, no se acercaba ni un poquito a lo que mis padres habían formado a lo largo de los años.

“Mejor cuéntame cómo va todo contigo, hija”.

“Pues…”, susurré sin saber muy bien por dónde comenzar.

“Si te soy sincera, las cosas con Andi no han mejorado desde la última vez que te conté”

Reconocí con sinceridad.

“Anoche celebraríamos nuestro aniversario, pero él prefirió salir con sus amigos antes que cenar conmigo… No entiendo en qué momento todo se fue al carajo”.

Mi madre guardó silencio por un momento y en el fondo, sabía lo que estaba por decirme, pero necesitaba escucharlo de cualquier modo.

“Cariño, ese hombre no es para ti”

Soltó de pronto.

“Lamento ser tan dura y directa, pero desde que me comentaste la situación no hay día en que no le ruegue a Dios que te libere del mal que te hace esa relación”.

Me reí ante sus palabras, pues ya sabía que mi madre no aceptaba el trato de Andi me daba, y mi duda era ¿Por qué yo lo toleraba?

“Lo sé, mamá”

Me lamenté con una mueca en los labios ante las dudas que se arremolinaban en mi interior.

“Además, he descubierto que quiero ser madre, y mientras más le doy vueltas a ese pensamiento, sé que no podré lograrlo si estoy a su lado. Él nunca ha querido ser padre, y como está nuestra relación ahora, creo que tener un bebé con Andi solo lo haría peor”.

“Wow”, susurró mi madre con sorpresa.

“¿Cómo es que descubriste que quieres hacerme abuela?”, preguntó interesada.

“Es decir, ¡Es maravilloso! Siempre quise ser una abuela joven para poder malcriar a mis nietos o nietas”.

Sonreí ante las palabras de mamá, pues al hablar esto con ella, me hacía sentir más libre del peso que conllevaba tener que guardarme mis deseos para mí misma.

“Es una larga historia, pero se resume en que mi jefe es padre de un bebé y tuve que ayudarle a cuidarlo ayer, lo que me llevó a desatar unas enormes ganas de convertirme en madre”, murmuré con aire soñador al pensar en el pequeño Asher.

“Ay, mi niña”, musitó mamá con ternura.

“Definitivamente, uno no escoge el momento para ser madre, sino que llega por sí solo, y creo que ese momento ha llegado para ti”.

“Pero no ha llegado para Andi”, concluí con tristeza.

“¿Cómo sabes?”, cuestionó de vuelta.

“Deberías conversar con él, pues no es bueno que te pongas a adivinar qué es lo que él quiere para su futuro contigo. Tal vez incluso su opinión cambie al ver que tú sí quieres ser madre”, me animó, como siempre.

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