El arte del sexo
Capítulo 85

Capítulo 85:

Michele se encamina hasta la salida y ella lo sigue en silencio… todo el camino a la clínica se mantuvieron en silencio, y para cuando llegaron a la misma Daviana creyó que su jefe la dejaría en la puerta y se marcharía.

Pero la verdad es que no fue así, él también se bajó del coche y la siguió al interior de la clínica.

Al llegar a la habitación de Arthur, la pareja se topó con el Gael el doctor que iba a operar al chico. Inmediatamente Michele frunce el ceño y se mantiene cerca de Daviana.

– Hola Daviana, ¡qué bueno que llegas a tiempo! Arthur estaba esperándote.

La castaña sonríe, pero hacia su hermano.

Llega hasta la altura de su rostro y besa su frente.

– Todo va a estar bien, pronto nos iremos a casa -el niño sonríe y ella también.

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– Tranquila Daviana, está en buenas manos-Gael le sonríe a Daviana, pero ella ni lo mira.

Michele estaba observando todo desde una distancia prudente, sobre todo miraba a ese doctor que siempre intentaba estar cerca de ella.

Unos segundos después Arthur es llevado por los enfermeros a quirófano, y el doctor vuelve a acercarse a Daviana con una expresión que no le agrado a Michele. El CEO frunce la mirada al ver como él posiciona una mano sobre el hombro de ella.

– Todo saldrá bien, te lo prometo.

– Muchas gracias doctor.

El médico asiente y antes de marcharse le dedica una mirada de recelo a Michele, una que este capto de inmediato llevándolo a apretar la mandíbula.

Muerta del miedo, Daviana toma asiento y junta sus manos. Rogaba porque todo saliera bien con su hermano, era tan pequeño para pasar por esos procedimientos. Y entonces, en medio de sus pensamientos, ella nota que unas fuertes manos se posan sobre las suyas.

De inmediato levanta la vista para ver el rostro de Michele.

– Estoy seguro de que todo va a salir bien con tu hermano – ella asiente sintiéndose un poco más calmada.

– Debería de ir a la oficina, yo estaré bien.

– ¡Me quedare!

Su respuesta sobresalto su corazón, baja la mirada notando sus manos juntas. Ese sentimiento que estaba sintiendo era peligroso.

Dos horas después el teléfono de Michele no paraba de sonar. Daviana sabía que seguramente lo estaban llamando de la empresa, o de sus otras empresas, ella quería que se fuera atender sus asuntos, pero él se empeñaba en quedarse a su lado.

– Padre, ¿Dónde diablos estas? Te olvidaste de la junta que tenemos en una hora.

– Creo que lo puedes solucionar tú mismo Connor.

– ¿Cómo dices? Se supone que hablarías personalmente tú con esos compradores, ellos no me quieren ver a mí.

– Tendrás que arreglártelas para convencerlos… para algo te he enseñado lo que se en todo este tiempo.

– ¿Dónde demonios estás?

– Atendiendo unos asuntos, nos vemos después…

Su padre le cuelga la llamada y el joven observa su teléfono, luego echa un vistazo al escritorio de la secretaria de Michele y frunce el ceño. En eso, la pelirroja abandona el ascensor y camina hacia él con algunas carpetas en las manos.

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