El arte del sexo -
Capítulo 82
Capítulo 82:
Daviana guarda silencio, pero mantiene sus ojos puestos en los de él, era increíble la habilidad de ese hombre para conseguir lo que quería.
– Daviana no quiero que te quedes a solas con mi hijo, y tampoco deseo escuchar más rumores sobre ustedes dos, ¿entendiste? -su advertencia no era en vano, ya que la fiereza con la que la miraba era de temer.
– ¡No hice nada con él!
– Te creo, sin embargo, no me fio de Connor. Así que mantén tus distancias con él.
– Si -únicamente logra decir. Era una cobarde.
– Quiero que tengas confianza para contarme cualquier cosa que pase.
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Michele besa los labios de Daviana para luego incorporarse, al quedar de pie se saca la camisa y baja su pantalón.
– ¿Te duchas conmigo? -Daviana observa fijamente a Michele sintiendo un fuerte estremecimiento en su interior.
– Ahora te alcanzo.
– De acuerdo, te estaré esperando.
Ella observa la partida de Michele divisando aquella espalda ancha y pecosa llevándola a morder sus labios, se sienta en la cama mientras piensa en algo que sintió hace un momento.
Cada vez que estaba cerca de su jefe o lo recordaba toda ella se estremecía.
Daviana pestañea reiteradas veces, luego lleva la mirada hacia sus piernas a la vez que junta sus manos.
– Joder, creo que me he enamorado de él.
Aquella suposición le altero los sentidos, su corazón comenzó a latir con tanta prisa que pensó que se le saldría del pecho. Intenta respirar con calma, pero es que pensar en estar enamorada de Michele la abrumaba.
Entre ellos no iba a existir nada más que sexo, y aquel trato que hicieron lo confirmaba.
Michele no buscaba una relación seria y permanente, y encima de eso, si quisiera una relación formal con alguien no se iba a buscar a una simple secretaria de quinta.
Daviana suspira cuando oye el sonido de la regadera, levanta la vista y todo su cuerpo se estremece al recordar los momentos que han pasado juntos en el baño.
– Mierda -musita poniéndose en pie.
Mientras camina al baño va despojándose de la ropa, pero también va pensando que y si confiaba en Michele y le contaba lo que estaba pasando con su hijo, se preguntó cómo lo tomaría.
Al detenerse bajo el marco de la puerta admira la figura de Michele detrás del cristal de la puerta del baño, la castaña muerde sus labios ante la visión desnuda de ese hombre y termina por tragar saliva.
Se adentra en el cuarto del baño caminando con pasos lentos hasta el cubículo de cristal, al detenerse a pocos centímetros su cuerpo vibra y su corazón late con fuerza. En eso, Michele se da la vuelta y la ve con aquellos ojos verdes que la idiotizaba.
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